Fragmentos de libros. LA HERMANDAD DE LA UVA de John Fante Final I
Finales de libros
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Fueron diez minutos de viaje por la autopista 80 hasta el desvío, y luego medio kilómetro colina arriba hasta las bodegas de Angelo. Al dar la vuelta al edificio vi la furgoneta Datsun de Zarlingo. No me sorprendió. (Luego supe que tras telefonear a Zarlingo por la mañana, mi padre había salido tranquilamente del hospital, había pasado por delante de recepción, cruzado la puerta principal y esperado en la escalera de la entrada a que Joe y sus amigos pasaran a recogerlo.)
El calor tórrido de mediodía me asfixió en cuanto salí del Chevy y mientras me dirigía al grupo de hombres cobijados bajo la parra. Los seis estaban sentados en torno a la mesa del porche, Angelo en un extremo y mi padre en el otro.
Mi padre estaba repantigado majestuosamente en una butaca de mimbre, borracho, con cara de nostalgia, con los brazos apoyados en los brazos de la butaca. Parecía un patricio de la antigua Roma esperando a que le saliese la sangre de las muñecas recién cortadas. También estaban allí los cuatro zánganos del Café Roma, sentados en bancos enfrentados: Zarlingo, Cavallaro, Antrilli y Benedetti. Estaban como cubas, pero bajo control, libando mosto en anchos vasos de vidrio. En la larga mesa había garrafas de Chianti y platos con comida: salchichón, salchichas, jamón, pan y pastas de anís. Habían comido mucho y bien a la sombra de la caliente parra, y lo mismo cabía decir de los enjambres de aturdidas abejas que revoloteaban en torno a la comida y chapoteaban en los charquitos de vino, zumbando quejumbrosamente a centenares entre los maduros racimos que colgaban de los sarmientos...
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