FRAGMENTOS DE LIBROS
Como quizás ya haya deducido, en esta página se encuentra el espíritu de nuestra web.
No es la página más ornamentada, ni tiene porqué serlo; sin embargo nosotros sí que la tenemos en una hornacina porque en ella llamea el germen del que surgió lo que nos está convocando.
De lo que en ella va a poder leerse procede el impulso que me tiene sentado ahora mismo frente a un teclado escribiendo estas líneas para que usted las pueda leer cuando quiera. También pienso que es ese espíritu el que le trae a usted a leerlas en este momento, porque para eso se escribieron; y en estos dos actos, usted y yo coexistimos activos, aunque cualquiera de los dos durmiera durante la acción del otro.
Y con ello, percibimos de nuevo el carácter mágico de este tipo de comunicación donde los tiempos verbales se solapan y confunden. Y nos encantan estos juegos que son posibles en el mundo literario.
Allá por el lado izquierdo de este sitio, en un nivel prominente y sirviendo como presentación a este portal, ya quedan explicados cuáles fueron y en qué consistieron las filias e inquietudes que nos empujaron a montar este tingladillo, y no vamos a repetirnos. Por lo tanto habrá que decir algo distinto y acorde.
Aunque de cuando en cuando lo oigo repetir por aquí, entre carreritas de los vecinitos sobre el techo, llamadas al telefonillo para la propaganda, los silbidos de la cafetera y que están pintando la escalera, no me gusta que a estos fragmentos de libros que vamos dejando se les llame tráileres. Porque no lo son. Porque no significan en absoluto, ni un avance de los libros, ni una sinopsis, ni fogonazos bien calculados que, como los que preparan para los filmes, consiguen que te quedes con una idea aproximada de sus tramas. Y no. ¿Qué y cómo son, entonces, estos fragmentos de libros?
Formalmente, usted se puede encontrar aquí unos párrafos disgregados que dan cohesión a las distintas secuencias del libro, o puede leer algo que nos narre una completa historia dentro de la historia, o, es posible –sucederá-, que se tenga que conformar con cuatro o cinco frases. Pero no encontrará una síntesis de los libros ni algo similar, sólo relámpagos de su magia.
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Lo que se pretende al traer fragmentos de libros hasta aquí ya se entrevee: Dejarles aposentarse por cualquiera de los espacios que para ellos tienen en estas páginas y dejarles que pierdan su recelo, que correteen, que se esponjen, que se pongan vanidosos, que nos busquen y que, finalmente, nos hablen... Claro está que tendremos ser cuidadosos en ver a quien metemos en nuestro cofre, pero para eso tenemos nuestras lupas, nuestros juegos de pesas y medidas y nuestras gamas de contrastar.
Leemos y... ¡qué armonía!, ven para acá. Y así vamos encontrando, no sé, pues eso, su gracia, la inquietud, el remover que nos promete el libro completo; su significación como verdad concreta; la inteligencia, la acidez, la paradoja del fragmento que nos hace decir: ¡Ah, este tío qué fino es, cómo pega, qué guante más blanco y metálico…! y entonces nos vengan las ganas de acercarnos a ese autor. O, sin más, por su mero valor como fragmento, con su ensueño, su lucidez, lo que tiene de demoledor o de íntimo, lo evocado por él, el grito, la piedad, la poesía que emanan, inagotables, desde hace ya... ¿cuántos siglos?...
Y eso queremos que sean estos fragmentos de libros, y no otra cosa. Nosotros poco podemos hacer más que ir desgranándolos de uno a uno en tanto podamos y sepamos. No olvide que son nuestros libros. Los leímos, los leemos, los leeremos según nuestra necesidad y gusto; aunque, eso sí, pondremos el cedazo para que no se nos vaya río abajo lo que más nos guste de aquellos que creamos que merecen ser consignados aquí. Y poco más puede pedirnos; si acaso que intentemos ser honestos y laboriosos. ¿Y nosotros? ¿Qué podemos pedirle a usted? Casi nada, solo deseos. Desear que usted esté aquí confiando en lo que hacemos y desear que comparta nuestra sensibilidad para acertar en la elección de los libros y de los fragmentos y no diverger demasiado. Bueno, al final, es una preocupación sin sentido porque con quien no converjamos no nos pagará con críticas, sino con ausencia. Y ellos algo perderán también porque ni usted, ni los ausentes, ni nosotros, somos tan distintos, ni estamos menos solos…
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