Fragmentos de libros. EL ALIEN de Ken Bruen Fragmentos II:
- ¿Qué?
- Es que tienes físico de nadador.
- ¿Sí? Bueno no… No nado, no desde Tiburón
Ella soltó una carcajada.
- No hay tiburones en Inglaterra.
Él sonrió. Bonitos dientes.
- Cuánto hace que no vas de compras por Walworth Road?
Falls volvió a reírse y pensó «Dios santo, si no tengo cuidado acabaré pasando un buen rato». El tipo procedió a continuación a abrir un tema de conversación con ella. Nada brillante ni novedoso, pero con un claro objetivo.
Ella levantó un dedo y dijo:
-Alto.
-¿Qué?
-Mira, eres un tío atractivo, pero eso ya lo sabes. Tendríamos una cita, un calentón y probablemente una sesión de sexo- Él asintió, aunque inseguro, y ella continuó-: Sé que pasarías un bien rato, joder, lo pasarías de miedo. Y seguro que yo también. Pero luego vendrían las mentiras, las peleas, la amargura… ¿Para qué molestarse?
El tipo lo pensó un momento ante de decir.
-Me gusta más la primera parte.
-De todos modos, eres demasiado viejo –apuntilló para aplastarlo. Un bateo preciso y fuera del estadio. Resistencia cero y ni siquiera había empezado. No se sintió bien.
«Diablos», pensó. «Se supone que la venganza ha de ser dulce».
Su padre, en uno de sus escasos momentos de sobriedad, le había dicho: «Si planeas una venganza, cava dos tumbas»
Tan seguro como que él ya estaba en la suya de Shooters Hill y ella consideraba la segunda. Todo porque Eddie Dillon le había roto el corazón y hecho añicos su confianza. Casado, el muy bastardo.
_
En mis últimos momentos ya no tendré
la necesidad de comprender el mundo. (Robin Cook)
Roberts llegó una hora antes al tratamiento por radiación. Tuvo que esperar otras tres. Por fin le llegó el turno.
-¿Duele?
-¿Eh?
-La radiación, ya sabe, durante el… ah… proceso…
El técnico parecía tener un aire distraído y dificultades para concentrarse. Roberts quiso cogerlo y rugirle: «¡Por el amor de Dios, concéntrate!».
El técnico no estaba escuchando música con unos cascos, pero bien podría haber sido el caso. Peor aún, estaba murmurando Vienna *(Tema de Ultravox, una de las primeras bandas inglesas de pop electrónico de los 80.)
-Imagine que está en una cabina de bronceado, preparándose para las vacaciones.
Roberts pensó que el comentario era de muy mal gusto dadas las circunstancias, pero no dijo nada. No quería enemistarse con la mano que manejaba la máquina.
No llevó mucho rato.
-¿Eso es todo? –preguntó Roberts.
-Sí, colorín colorado…
Roberts sintió una oleada de euforia y quiso abrazar a aquel cabrón, pero este ya estaba tarareando otra canción. Parecía . ¿O era ?
-Me voy entonces –dijo Roberts.
-Vale, vale.
Roberts había sido policía durante mucho tanto tiempo que le era difícil sorprenderse, Pero de vez en cuando…
Había tres borrachos sentados contra una pared en el exterior. Ninguno llevaba zapatos. Frente a ellos, un par de zapatos negros medio limpios y en condiciones razonables. Al dalo, un cartel escrito a mano que rezaba:
SE VENDEN
Solo un dueño anterior.
5 libras u oferta más próxima.
Perfecto estado.
Sonrió mientras los miraba. Uno de los borrachos le dijo:
-¿Un 41, jefe?
Metió la mano en el bolsillo y encontró la chocolatina Club Milk incrustada en las llaves. Por fin, localizó algunas monedas y se las dio a los borrachos.
-Que Dios le bendiga, jefe- dijo otro de ellos
...
_
De: Las mentiras son el aceite de la maquinaria social
(Proust)
58
...
- Fui a ver a Bill –le dijo a Brant.
-Ah ¿si?
-Trató de ponerme nervioso.
-¿Cómo?
-Me dijo que te estás tirando a mi mujer.
El corazón de Brant dio un vuelco, pero logró decir con tranquilidad.
-Vaya, ¿sería yo tan estúpido? Quiero decir, aparte de todo lo demás. Me gusta pensar que somos amigos.
Ambos saborearon la mentira, la dejaron flotar en el aire un rato y decidieron que sería suficiente. No genial, ni siquiera satisfactoria, pero casi suficiente… Podría servir.
Brant se comió su Club Milk. Primero mordisqueó el chocolate de los bordes y luego le pegó un buen mordisco a la galleta. Roberts tuvo una horrible visión de su mujer siendo mordisqueada por Brant.
-¿Va a comérsela, jefe? –preguntó Brant señalando la otra chocolatina.
Roberts no la quería, pero no podía soportar ver a Brant comérsela.
-Me la tomaré más tarde. –U se la metió en el bolsillo. Días más tarde, tras su primera sesión de radioterapia, la encontraría derretida en su pañuelo, pegada a sus llaves como un tumor.
-Anoche vi Missouri –dijo Brant-
-¿Sí?
-Me encanta ese tío, Harry Dean Stanton. Es uno de los miembros de una banda de forajidos liderada por Jack Nicholson, y cuenta una gran historia. –Brant hizo una pausa y Roberts no dijo nada- ¿Quiere escuchar la historia o no? –continuó Brant, un tanto molesto.
-Oh… Sí, por supuesto.
-El tío cuenta que cuando era un niño, tenía un perro alque adoraba. Un día, su padre llegó a casa y encontró al perro con la nariz en la mantequilla, así que le disparó. Más tarde, otro tipo le dice a Harry Dean «Parece que no te gusta mucho la gente». Y Harry le contesta: «No desde que el perro metió la nariz en la mantequilla».
Roberts no estaba seguro de qué responder. Al final dijo:
-Tengo que verla.
Brant, irritado, contestó:
-¿No lo ha entendido?
-Claro que sí. –Pero no era cierto. O peor, ambos lo entendían muy bien. Siempre llega un momento en que toda amistad debe superar un bache o está perdida
Y la pérdida es irrecuperable.
_
Londres
Roberts estaba decidido a decirle a su mujer lo del cáncer de piel. Al final se acostarían. Y aunque fuera un polvo por simpatía, ¿a quien le importaba?
todos los demás problemas:
cuenta bancaria en las últimas.
el coche incendiado
malas perspectivas profesionales
los dejaría a un lado. No había necesidad de igualar la balanza. Casi estaba desando soltar la bomba de lo de su salud, dejar que fuese el tema central durante unos días.
Un vendedor de The Big Issue llevaba una camiseta blanca inmaculada con el mensaje: «El 70% de las prostitutas iban a colegios de monjas».
-¿Y el otro 30%? –preguntó Roberts.
El vendedor sonrió.
-Eran las profesoras. –Imposible de rebatir.
Cuando llegó a casa comprobó con rapidez si su hija estaba en casa.
Pues no.
-Gracias a Dios –murmuró. Últimamente ella le había tratado como si fuese invisible… no, borra eso… invisible e irritante.
-Estás en casa –dijo su mujer.
Iba a felicitarla por sus dotes de observación, pero no sería un buen comienzo.
-Tengo algo que decirte –dijo a cambio.
Ella soltó un bufido y repuso:
-Bueno, yo sí tengo algo que decirte a ti.
-¿No puede esperar? –dijo él, molesto.
-Oh, si el hecho de que tu hija esté embarazada no es una prioridad, por supuesto puede esperar.
-Jod… ¿qué? Quiero decir, ¿cómo…?
Bueno, cariño, sé que hace mucho tiempo, pero si ya no recuerdas cómo suceden estas cosas… -Y se encogió de hombros. Él no podía creerlo. Peor aún, su mujer se marchó.
«A ver como iguala a eso tu cáncer de piel», pensó.
_
De Casta
… El sargento de servicio apareció.
-Si la hora de la comedia ya se ha terminado, tengo un caso que requiere de tacto femenino. –Lo cual no daba ninguna pista.
De camino, Falls dijo:
-Si es niña, se llamará Rosie.
Una mujer mayor se sentaba en la sala de interrogatorios. Falls se sentó y comprobó el informe de cargos. La mujer se inclinó, la miró fijamente y dijo:
-¡Santo Dios, es una persona de color!
-¿Es eso un problema? –repuso Falls, lista para el ataque.
-Oh, no, cariño. Está muy bien que os dejen entrar en estos trabajos. Me encanta Ray Charles.
Como era habitual, el informe no le servía de nada, así que Falls preguntó:
-Señora Clark… ¿por qué no me cuenta con sus propias palabras lo que ha ocurrido?
La señora Clark estuvo encantada de hacerlo.
-Estaba sentada en Kennington Park, un lugar precioso, cuando un hombre caminó hasta mí y se quedó alló plantado. Así que le dije: «¿Puedo ayudarle?», y él me respondió: «Mire, mire… ¡Me estoy exhibiendo!» Parecía muy perturbado
-¿Y lo estaba?
-¿Si estaba, qué, querida?
-Exhibiéndose. Es decir, ¿se… sacó sus partes pudendas?
-¿Su manguerita del amor, se refiere? Yo le dije: «Tendrá que acercarse más porque estoy mal de la vista».
Falls trató de contener la risa.
-¿Y qué sucedió?
-Se acercó más y le clavé ahí mi Paper Mate. Entonces se puso a chillar y llegó la policía.
Falls quería abrazar a la anciana.
-¿Le apetece un té?
-Oh, sí, por favor, cielo. Dos terrones y una pastita. Solo una que luego no ceno. –Mientras Falls se levantaba, la mujer siguió hablando-. Es usted un encanto. ¿Puede hacerle una pregunta?
-Desde luego.
-Su raza, los mulatos… ¿por qué llevan esas gorras al revés?
-Es la moda, señora.
-Creo que es bastante tonto, pero… si les hace felices. Odio ser tan latosa, pero, ¿me devolverán mi Paper Mate?
...
Comparta, si lo considera de interés, gracias: