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Fragmentos de libros.  CONFESIONES DE UN GÁNGSTER ECONÓMICO de John Perkins Fragmentos II:

Acceso/Volver a los FRAGMENTOS I de este libro: Arriba FraLib

... Por tanto, en vez de enviar la Infantería de Marina, Washington despachó a Kermit Roosevelt, nieto de Theodore y agente de la CIA. Su actuación fue brillante. Conquistó muchas voluntades mediante amenazas y sobornos. Con estas complicidades organizó algaradas callejeras y manifestaciones violentas, lo cual creó la impresión de que Mosaddeq era un ministro tan impopular como inepto. Finalmente Mosaddeq cayó (y pasó el resto de su vida en arresto domiciliario). El pro-americano Mohammad Reza Shan se erigió en dictador indiscutible. De esta AllTheShahsMenmanera, Kermit Roosevelt creó el escenario para una nueva profesión, la misma a cuyas filas me disponía a sumarme. [** Para una descripción detallada de esa fatídica operación, véase Stephen Kinzer, All the Shak’s Men: An American Coup and the Roots of Middle East Terror, John Wiley & Sons, Inc., Hoboken (New Jersey), 2003.]

Además de reconfigurar toda la historia del Oriente Próximo, la táctica de Roosevelt arrinconaba de una vez por todas las viejas estrategias de la construcción de imperios. También coincidió con los primeros experimentos de «acciones militares limitadas no nucleares», de cuya doctrina resultaron finalmente para Estados Unidos las humillaciones de Corea y Vietnam. En 1968, el año en que fui entrevistado por la NSA, era ya evidente que si Estados Unidos quería realizar el sueño de un imperio global (tal como lo habían planteado hombres como los presidentes Johnson y Nixon), tendría que recurrir a estrategias calcadas del ejemplo iraní sentado por Roosevelt. Era la única manera de derrotar a los soviéticos sin incurrir en el riesgo de una guerra nuclear.

Restaba un problema, no obstante. Kermit Roosevelt había sido un agente de la CIA. Las consecuencias habrían podido ser funestas si lo hubiesen atrapado. Él orquestó la primera operación de Estados Unidos para derribar a un gobierno extranjero. Era probable que se recurriese a este expediente muchas veces más, pero interesaba buscar un planteamiento que no implicase directamente a Washington.

KermitRooseveltPor fortuna para los estrategas, la década de 1960 fue también testigo de otra revolución: el auge de las corporaciones multinacionales y de los organismos internacionales como el Banco Mundial y el FMI. Éstos dependían para su financiación principalmente de Estados Unidos y de nuestros primos europeos, también constructores de imperios. Se desarrolló una relación simbiótica entre el gobierno, las empresas y los organismos internacionales...

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[...] A los gángsters económicos jamás les pagaría ningún organismo público, sino que serían asalariados del sector privado. En consecuencia, su trabajo sucio, caso de resultar descubierto, sería atribuido a la codicia de las empresas, no a la política gubernamental. Las compañías que los contratasen, aunque pagadas por las agencias gubernamentales y sus colaboradores necesarios de la banca internacional (con dinero del contribuyente), no estaban sometidas a la fiscalización del Congreso ni a los criterios de la opinión pública. Además quedarían protegidas por un escudo legislativo cada vez más sólido, formado por leyes sobre la propiedad comercial, el comercio internacional y restrictivas de la libertad de información. NewYorker[** Jane Mayer, «Contract Sport: What Did the Vice-President Do for Halliburton?», New Yorker, 16 y 23 de febrero de 2004, p. 83.]

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De la SEGUNDA PARTE: 1971-1975

   De 8 Un Jesus diferente.

...Con lo que retornábamos a la cuestión principal: si la finalidad de la ayuda exterior era el imperialismo, ¿tan malo era eso? Con frecuencia envidiaba a hombres como Charlie, tan convencidos de la bondad de nuestro sistema que andaban empeñados en imponérselo al resto del mundo. Dada la limitación de los recursos del planeta, me parecía dudoso que toda la población mundial pudiese alcanzar el opulento nivel de vida de Estados Unidos. ¡Si incluso este país tiene a millones de sus ciudadanos en condiciones de pobreza! Además, no quedaba del todo claro para mí que las gentes de otras naciones quisieran realmente vivir como nosotros. Nuestras estadísticas sobre violencia, depresiones, toxicomanías, divorcios y delincuencia indicaban que pese a ser una de las sociedades más ricas de la historia, tal vez éramos también una de las menos felices. 

¿Para qué iban a desear imitarnos las demás? [...] En cualquier caso, y discusiones intelectuales aparte, para mí resultaba dolorosamente claro que mis días de inocencia habían terminado. Escribí en mi diario:

john perkins1¿Se puede ser inocente en Estados Unidos? Es verdad que quienes ocupan la cúspide de la pirámide económica cosechan grandes ganancias, pero millones de nosotros, los demás, dependemos directa o indirectamente de la explotación de los países menos desarrollados. Los recursos y la mano de obra barata que utilizan casi todas nuestras empresas provienen de lugares como Indonesia, que apenas reciben nada a cambio. Los créditos de la ayuda exterior son la garantía de que sus hijos y nietos seguirán siendo rehenes nuestros. Tendrán que permitir el saqueo de sus recursos naturales por nuestras empresas y seguirán privándose de educación, sanidad y demás servicios sociales, simplemente para pagarnos la deuda. En esa fórmula no interviene el hecho de que nuestras compañías hayan recibido ya la mayor parte del pago por la construcción de esas centrales generadoras, esos aeropuertos y esos complejos industriales. Que la mayoría de los estadounidenses desconozcan estas realidades, ¿es excusa suficiente? Desinformados y mal informados adrede, sí, pero… ¿inocentes?

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De 9. Una oportunidad en la vida.

... Yo dudaba de considerar a tales personas verdaderos conspiradores o simplemente miembros de una cofradía que maquinaba el propósito de dominar el mundo. Más tarde me dio por compararlos con los amos de las plantaciones sureñas de antes de la guerra civil. Serían, por UsslaveBlogSpotconsiguiente, unos hombres unidos por unas creencias comunes y unos intereses compartidos, sin necesidad de presuponer ningún grupo exclusivo que se reuniese en recónditas madrigueras para tramar sus siniestros planes. Esos latifundistas autócratas habían crecido rodeados de sirvientas y de esclavos, y se les había educado en la creencia de que tenían derecho a ello por nacimiento. E incluso se creían obligados a hacerse responsables de los «paganos» y convertirlos a la religión y al modo de vida de los amos. Aunque aborreciesen la esclavitud desde el punto de vista filosófico, siguiendo a Thomas Jefferson podían justificarla como necesidad, cuyo desmoronamiento habría desencadenado el caos económico y social. Los dirigentes de las oligarquías modernas, o lo que yo empezaba a llamar la corporatocracia, parecían encajar en ese molde.

Al mismo tiempo empezaba a plantearme quién se beneficia con la guerra y la producción en masa de armamento, la construcción de grandes presas y la destrucción del medio ambiente y de las culturas indígenas. ¿A quién beneficia la muerte de cientos de miles de seres humanos por inanición, por beber aguas contaminadas, por enfermedades curables en otras latitudes?, me preguntaba. Poco a poco fui comprendiendo que, a la larga, eso no beneficia a nadie pero, a corto plazo, sí parecía beneficiar a los que ocupaban la cúspide de la pirámide, como mis jefes y yo. Al menos materialmente.

Pero esto planteaba otras muchas preguntas. ¿Por qué persiste tal situación? ¿Por qué ha sido tolerada tanto tiempo? ¿Reside la respuesta simplemente en el viejo principio de «la razón de la fuerza»? ¿Los que tienen el poder perpetúan el sistema?

HistorietaCGEAducir que la situación se apoyaba en el mero uso de la fuerza no me parecía suficiente. Aunque la proposición de que los fuertes se alzan con la razón explica muchas cosas, yo intuía la presencia de otro factor más decisivo. Recordé a un profesor de teoría económica de mis tiempos en la EADE, hombre oriundo del norte de la India que solía tratar los temas de la limitación de recursos, la necesidad humana del progreso y los orígenes del esclavismo como sistema. Según aquel profesor, todos los sistemas capitalistas que han tenido éxito se han basado en jerarquías con una cadena de mando rígida, en donde un grupo reducido controlaba desde la cumbre los estratos sucesivos de subordinados, hasta llegar a la gran masa de los trabajadores, mano de obra cautiva en el sentido económico del término. Finalmente, llegué a la conclusión de que apoyamos este sistema porque la corporatocracia nos ha convencido de que Dios nos otorga el derecho a situar a algunos de los nuestros en la cima de esa pirámide capitalista y a exportar nuestro sistema al resto del mundo... [...] Sobre estas cuestiones reflexionaba asiduamente, pero procurando evitar la consideración de mi propio papel en todo ello. Trataba de verme a mí mismo no como un gángster económico sino como un economista jefe. ¡Sonaba tan legítimo!, y si necesitaba alguna confirmación no tenía más que mirar las liquidaciones de mi sueldo: todas provenían de MAIN, una corporación privada. A mí no me daban un céntimo ni la NSA ni ningún otro organismo público. Y de este modo me tranquilizaba. Casi...

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   De 10. Presidente y héroe de Panamá.

... A través de la cortina de lluvia, los faros del vehículo iluminaron una valla con el retrato de un hombre de agradables facciones, cejas pobladas y ojos brillantes. Llevaba un sombrero de ala ancha y levantada gallardamente a un lado. Lo conocía. Era Omar Torrijos, el héroe del Panamá moderno.

OmarTorrijos3Había preparado este viaje a mi manera acostumbrada, visitando la sala de lectura de la biblioteca pública de Boston. No ignoraba que una de las razones de la popularidad de Torrijos entre los suyos era su firme defensa tanto de la autodeterminación de Panamá como de la reivindicación de la soberanía sobre el Canal. Estaba decidido a evitar que su país, bajo su liderazgo, incurriera de nuevo en los ignominiosos errores de su historia pasada.

Panamá formaba parte de Colombia cuando el ingeniero francés Ferdinand de Lesseps, que había dirigido la construcción del canal de Suez, decidió abrir a través del istmo centroamericano una vía para enlazar los océanos Atlántico y Pacífico. Iniciadas las obras en 1881, el descomunal esfuerzo del francés sufrió una larga serie de catástrofes. Hasta que, en 1889, el proyecto acabó en la quiebra financiera. Pero le inspiró un sueño a Theodore Roosevelt. A comienzos del siglo XX, Estados Unidos exigió que Colombia firmase un tratado que ponía el istmo en manos de un consorcio norteamericano. Los colombianos se negaron. 

AgeofrevolutionsCOMEn 1903, el presidente Roosevelt envió a la zona el acorazado Nashville. Los soldados estadounidenses desembarcaron, se apoderaron de un popular comandante de la milicia, al que dieron muerte, y declararon la independencia de Panamá. Quedó instaurado un gobierno títere y firmado el primer Tratado del Canal. Establecía una zona estadounidense a ambos lados del trazado, legalizaba la intervención militar estadounidense y cedía prácticamente a Washington el control sobre la recién constituida nación «independiente». 

Lo más curioso es que el tratado lo firmaron Hay, secretario de Estado, y un ingeniero francés, Philippe Bunau-Varilla, que había sido miembro del equipo inicial, sin intervención de ningún panameño. En esencia, Panamá se independizó de Colombia en beneficio de Estados Unidos, en un acuerdo rubricado por un estadounidense y un francés. Un comienzo profético, si lo miramos retrospectivamente.[** Véase David McCullough, The Path Between the Seas: The Creation of the Panamá Canal 1870-1914, Simon and Schuster, Nueva York, 1999; William Friar, Portrait of the Panamá Canal: From Construction to the Twenty-First Century, Graphic Arts Publishing Company, Nueva York, 1999; Graham Greene, Conversations with the General, Pocket Books, Nueva York, 1984 (hay trad. en cast.: Descubriendo al general, Plaza y Janés, Barcelona, 1984).]

Durante más de un siglo, Panamá estuvo regido por una oligarquía de familias ricas fuertemente vinculadas a Washington. Eran dictadores de extrema derecha que tomaban todas las disposiciones necesarias para garantizar que su país fomentase los intereses de Estados Unidos. Similares en esto a la mayoría de los dictadores latinoamericanos aliados de Washington, los dirigentes de Panamá entendieron que los intereses de Estados Unidos incluían la represión de cualquier movimiento populista que oliese a socialismo. También prestaron apoyo a la CIA y la NSA UFruitCpara sus actividades anticomunistas en todo el hemisferio y ayudaron a las grandes compañías estadounidenses como la Standard Oil de Rockefeller y la United Fruit Company (más tarde adquirida por George H. W. Bush). Evidentemente, esos gobiernos no creían que favoreciese a los intereses de Estados Unidos ninguna mejora del nivel de vida de sus ciudadanos, que vivían en una miseria espantosa o trabajaban prácticamente como esclavos en las grandes empresas y plantaciones.

Las familias dirigentes panameñas recibieron una buena recompensa por su colaboración. Para defenderlas, Estados Unidos intervino militarmente una docena de veces entre la declaración de independencia del país y 1968. Pero en esta fecha, y mientras yo estaba todavía en Ecuador como voluntario del Peace Corps, el rumbo de la historia panameña cambió de pronto. Un golpe de Estado derribó a Arnulfo Arias, el último de aquel linaje de dictadores, y Omar Torrijos, aunque no había participado activamente en el golpe,[[**] Véase «Zapata Petroleum Corp.», Fortune, abril de 1958, p. 248; Darwin Payne, Initiative in Energy: Dresser Industries, Inc. 1880-1978, Simon and Schuster, Nueva York, 1979; Steve Pizzo y otros, Inside Job: The Looting of America’s Savings and Loans, McGraw-Hill, Nueva York, 1989; Gary Webb, Dark Alliance: The CIA, the Contras, and the Crack Cocaine Explosion, Steven Stories Press, Nueva York, 1999; Gerard Colby y Charlotte Dennet, Thy Will Be Done, The Conquest of the Amazon: Nelson Rockefeller and Evangelism in the Age of Oil, Harper Collins, Nueva York, 1995.] llegó a la jefatura del Estado...

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[...] Teddy Roosevelt invocó la doctrina Monroe para justificar la intervención estadounidense en la República Dominicana, y luego en Venezuela y durante la «liberación» de Panamá con respecto a Colombia. Y toda una serie de sucesores, en especial Taft, Wilson y Franklin Roosevelt, utilizaron el mismo argumento en apoyo de la expansión de las actividades panamericanas de Washington hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Durante la segunda mitad del siglo XX se acudió a la amenaza comunista para justificar una nueva generalización del concepto e incluir a países como Vietnam e Indonesia.

DoctrinaMonroePero ahora, por lo que parecía, un hombre estorbaba las intenciones de Washington. Yo sabía que no era el primero, al haberle precedido otros dirigentes como Castro y Allende, pero sólo Torrijos lo intentaba sin acogerse a la ideología comunista y sin decir que su movimiento fuese una revolución. Lo único que estaba diciendo era que Panamá tenía sus derechos, en particular la soberanía sobre sus gentes, sobre sus tierras y sobre la obra hidráulica que dividía a éstas en dos. Y estos derechos eran tan válidos y de origen tan sagrado como los que pudiese pretender Estados Unidos.

Torrijos protestaba también contra la presencia de la Escuela de las Américas y del centro de instrucción para la guerra tropical del Comando Sur, ambos instalados en la zona del Canal. Durante años, y por invitación de los militares estadounidenses, los dictadores y los presidentes de Latinoamérica enviaron a sus hijos así como a la oficialidad de sus ejércitos para que se formasen en dichos centros, los más grandes y los mejor equipados fuera del territorio de Estados Unidos. Allí no sólo aprendieron tácticas militares, sino también técnicas de interrogatorio y de lucha clandestina que les servirían para combatir el comunismo y proteger sus propias fortunas así como las de las compañías petroleras y otras corporaciones privadas. La asistencia proporcionaba además la oportunidad de relacionarse con los altos mandos estadounidenses.

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Eran unas instituciones odiadas por los latinoamericanos, excepto por la minoría adinerada que se beneficiaba de ellas. Se sabía que allí recibían entrenamiento los escuadrones de la muerte ultraderechistas y los torturadores que habían implantado regímenes totalitarios en tantos países. Torrijos dejó bien sentado que no deseaba tener tales centros de entrenamiento en Panamá… y que consideraba incluida en sus fronteras la zona del Canal

Al observar al apuesto general del cartel y leer el texto impreso bajo su cara —«El ideal de Omar es la libertad, y no se ha inventado el misil capaz de matar un ideal»—, sentí un escalofrío. Tuve el presentimiento de que la historia de Panamá durante el siglo XX no iba a terminar tan pronto y de que le esperaban a Torrijos tiempos difíciles y tal vez trágicos.

SOAMientras la tormenta tropical azotaba el parabrisas, el semáforo se puso en verde y nuestro conductor urgió con el claxon al coche que teníamos delante. Me puse a reflexionar sobre mi propia situación. Se me enviaba a Panamá para cerrar el acuerdo de lo que representaría el primer plan maestro de desarrollo verdaderamente integrado que hubiese realizado MAIN. El plan sentaría las bases para que el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y USAID invirtiesen miles de millones de dólares en los sectores energético, del transporte y agrícola de ese pequeño pero crucial país. Y todo esto, naturalmente, era un subterfugio para endeudar a Panamá por los siglos de los siglos y restablecer su condición de títere.

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De 11. Soldados y prostitutas.

... La mayoría de los parroquianos eran soldados anglófonos, pero también los había panameños. Visiblemente, porque sus cabellos no habrían pasado la revista ni usaban camiseta ni pantalón vaquero. Algunos de ellos estaban sentados a las mesas y otros recostados contra las paredes. Todos parecían hallarse muy alerta, como perros pastores que guardan su rebaño de ovejas. 

Las mujeres revoloteaban entre las mesas. Se movían constantemente, se sentaban sobre las rodillas de los hombres, llamaban a gritos a las camareras, bailaban, cantaban, salían por turnos al estrado. Vestían faldas ceñidas, camisetas, vaqueros, vestidos ceñidos. Los zapatos, con tacón de aguja. Una de ellas lucía un vestido de época victoriana, con velo y todo, y otra sólo llevaba un bikini. Evidentemente, sólo las mejor parecidas podían sobrevivir allí. Me asombré de que hubiese tantas inmigrantes y pensé que sería mucha la desesperación que las empujaba.

—¿Todas son de otros países? —le grité a Fidel para dominar el estrépito de la música.
        Él asintió.
        —Excepto… —Señaló con un ademán a las camareras—. Ellas son panameñas.
        —¿De qué países?
        —De Honduras, El Salvador, Nicaragua y Guatemala.
        —Vecinos.
        —No del todo. Costa Rica y Colombia son nuestros vecinos más próximos.

La camarera que nos había puesto la mesa se acercó a sentarse en las rodillas de Fidel. Él le pasó la mano por la espalda.

CvzBalboaClarisa —dijo—. Dile a mi amigo norteamericano por qué se marchan de sus países —agregó señalando el escenario. Tres nuevas bailarinas recogían los sombreros de las tres primeras, que saltaron abajo y empezaron a vestirse. Empezó a sonar una música salsera y las recién llegadas comenzaron a bailar y a desprenderse de sus prendas.

Clarisa me brindó su mano derecha.

—Encantada. —Y dicho esto, se puso en pie y recogió los botellines—. En cuanto a lo que ha dicho Fidel, esas chicas vienen aquí huyendo de los abusos. Voy a traer otras dos Balboas.
        Cuando ella se alejó, me volví hacia Fidel y dije:
        —¡Anda! Vienen aquí por los dólares de Estados Unidos.
        —Cierto, pero ¿por qué hay tantas de los países donde mandan dictadores fascistas?
       Volví la mirada hacia el escenario. Las tres reían y se arrojaban la gorra de marinero como si fuese una pelota. Me encaré de nuevo con Fidel.
        —¿Seguro que no me tomas el pelo?
      —No —replicó él muy serio—. Ya me gustaría que fuese así. Muchas de estas chicas han perdido a sus familias, padres, hermanos, maridos, novios. Saben lo que es la tortura y la muerte. Bailar y prostituirse no les parece tan malo. Aquí se gana mucho dinero, y luego emprenden otra vida, ponen una tiendecita, abren una cafetería…

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De 13  Conversaciones con el General.

... Hizo una pausa (Omar Torrijos) y alzó los ojos al cielo antes de continuar:

—¿Guardias de corps? Yo también los tengo —y con un ademán hacia la puerta, agregó—: ¿Cree que me salvarían la vida si el país de usted decidiese librarse de mí?

Le pregunté si lo consideraba una posibilidad real. Él alzó las cejas, lo que me hizo notar la necedad de mi pregunta.

—Tenemos el Canal. Eso es incluso más importante que Arbenz y la United Fruit Company.

JacoboArbenzComo había leído sobre Guatemala, entendí la alusión. Políticamente, la United Fruit Company venía a ser para aquel país lo mismo que el Canal para Panamá. Fundada a finales del siglo XIX, la United Fruit no tardó en convertirse en una de las influencias más poderosas de América Central. A comienzos de la década de 1950 fue elegido presidente de Guatemala un candidato reformador, Jacobo Arbenz. Estos comicios fueron elogiados en todo el hemisferio como modelo de votación democrática. En la época, una minoría del 3 por ciento de los guatemaltecos era propietaria del 70 por ciento de las tierras del país. Arbenz prometió rescatar de la inanición a los pobres y, después de salir elegido, puso en marcha un amplio programa de reforma agraria.

—Las clases bajas y medias de toda Latinoamérica aplaudieron a Arbenz —continuó Torrijos—. Para mí personalmente, fue uno de mis héroes. Pero también nos daba mucho miedo. Sabíamos que los de la United Fruit eran contrarios a esas medidas, puesto que ellos mismos figuraban entre los latifundistas más ricos y más opresores. También poseían grandes plantaciones en Colombia, Costa Rica, Cuba, Jamaica, Nicaragua, Santo Domingo y, aquí, en Panamá. No era cuestión de permitir que Arbenz contagiase sus ideas a los demás.

Prensa ArbenzDejaPoderYo conocía el resto: United Fruit lanzó una gran campaña de relaciones públicas en Estados Unidos para persuadir a la opinión pública y al Congreso de que Arbenz formaba parte de una trama comunista y de que Guatemala iba a convertirse en un país satélite de los soviéticos. En 1954, la CIA orquestó el golpe. Aviadores de Estados Unidos bombardearon la capital y Arbenz, el presidente democráticamente elegido, fue reemplazado por el ultraderechista coronel Carlos Castillo Armas, un dictador sin escrúpulos.

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Los nuevos gobernantes se lo debían todo a la United Fruit. Y demostraron su agradecimiento anulando las disposiciones de la reforma agraria y suprimiendo los impuestos sobre intereses y dividendos pagaderos a los inversores extranjeros. Abolieron el voto secreto y encarcelaron a miles de disidentes. No se podía criticar a Castillo sin ser perseguido. Los historiadores atribuyen la violencia y el terrorismo que asolaron Guatemala durante casi todo el resto del siglo a los efectos de la alianza nada secreta entre la United Fruit, la CIA y el ejército guatemalteco bajo el régimen de su coronel dictador.[**Mucho se ha escrito sobre Arbenz, la United Fruit y la violenta historia de Guatemala. Véase por ejemplo, de Howard Zinn (que fue mi profesor de ciencias políticas en Boston), A People’s History of the United States, Harper & Row, Nueva York, 1980; Diane K. Stanley, For the Record: The United Fruit Company’s Sixty-Six Tears in Guatemala, Centro Impresor Piedra Santa, Guatemala, 1994. Para referencias rápidas: «The Banana Republic: The United Fruit Company», http://www.mayaparadise.com/ufcle.html; «CIA Involved in Guatemala Coup, 1954», http://www.english.upenn.edu/~afilreis/50s/guatemala.html. Más sobre la implicación de la familia Bush: «Zapata Petroleum Corp.», Fortune, abril de 1958, p. 248.] Torrijos continuó:

OmarTorrijosArbenz fue liquidado como político y también como persona. —Hizo una pausa, frunciendo el ceño—. ¿Cómo pudieron ustedes creerse las patrañas de la CIA? A mí no me echarán tan fácilmente. Aquí los militares son de los míos. No habrá eliminación política. —Sonrió—. ¡La CIA no tendrá más remedio que asesinarme!

Guardamos un breve silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos. Torrijos fue el primero en hablar.
        —¿Sabe usted de quién es la United Fruit? —preguntó.
        —De Zapata Oil, la compañía de George Bush… nuestro embajador ante Naciones Unidas.
        —Un personaje ambicioso. —Se inclinó hacia mí y, bajando la voz, dijo—:

Ahora voy contra sus compinches de la Bechtel.

Tuve un sobresalto. La Bechtel era la compañía de ingeniería más poderosa del mundo, y había colaborado en muchos proyectos con MAIN. En el caso del plan maestro para Panamá, yo la creía una de nuestras principales competidoras.

—¿A qué se refiere usted?
       —Estamos estudiando la construcción de un nuevo canal a nivel del mar. Sin esclusas. Podrían pasar los barcos de los mayores tonelajes. A los japoneses tal vez les interesaría financiarlo.
         —Son los principales clientes del Canal.

 —Exacto. Por supuesto, si ellos ponen el dinero, ellos serán los adjudicatarios de la obra.
Fue una revelación súbita para mí.
        —Y la Bechtel se queda al margen.

bechtel logo—La obra de ingeniería más grande de la historia reciente —y prosiguió—: el presidente de Bechtel es George Shultz, el secretario del Tesoro de Nixon. Ya imaginará usted la influencia que tiene, además de su notorio mal genio. La Bechtel está atiborrada de amiguetes de Nixon, de Ford y de Bush. Me han dicho que la familia Bechtel maneja los entresijos del partido republicano.

La conversación empezaba a crearme una gran incomodidad. Yo era uno de los dedicados a perpetuar el sistema que él aborrecía tanto, y estaba seguro de que lo sabía. Según todas las apariencias, mi encargo de persuadirle para que aceptase créditos internacionales a cambio de contratar a gabinetes de ingeniería y constructoras estadounidenses acababa de chocar con un muro infranqueable. Decidí atacar de frente.

—General —pregunté—, ¿para qué me ha mandado llamar?

 Miró el reloj y sonrió.

 —Sí, es hora de ocuparnos de lo nuestro. Panamá necesita su ayuda. Yo la necesito.
        —¿Mi ayuda? —pregunté, sorprendido—. ¿En qué puedo ayudarles?
       —Vamos a recuperar el Canal. Pero con eso no basta. —Se arrellanó en su sillón —. Es preciso que sirvamos de modelo. Debemos demostrar que nos preocupan nuestros pobres y demostrar, al mismo tiempo, sin lugar a dudas, que la decisión de ganar nuestra independencia no viene dictada por Rusia ni por China ni por Cuba. Que el mundo vea que Panamá es un país razonable, que no estamos contra Estados Unidos sino a favor de los derechos de los pobres.

Cruzó las piernas y prosiguió:

BID—Para conseguirlo hay que construir una base económica que no tenga parangón en este hemisferio. Electricidad, sí, pero electricidad que llegue hasta los más humildes, subvencionada. Y lo mismo para el transporte y las comunicaciones, y sobre todo para la agricultura. Eso requiere dinero. El dinero de ustedes, del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo.

Una vez más se inclinó hacia mí para mirarme fijamente.

—Tengo entendido que su empresa necesita más trabajo y suele conseguirlo inflando las dimensiones de los proyectos: carreteras más anchas, centrales generadoras más potentes, puertos con más capacidad. Pero esta vez será diferente. Usted me da lo que le conviene a mi pueblo, y yo les doy todo el trabajo que quieran...

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De 15 Arabia Saudí y el caso del blanqueo de dinero.

...Como todo se hacía con el mayor secreto, no tuve comunicación de lo hablado por el Tesoro con otros asesores y, por tanto, tampoco estoy seguro de la poca o mucha importancia de mi contribución a ese acuerdo que iba a sentar precedentes. Sí me consta, en todo caso, que la negociación estableció nuevas normas para el gangsterismo económico y que puso en marcha iniciativas innovadoras en comparación con los planteamientos tradicionales de los forjadores de imperios. También me consta que la mayoría de los supuestos desarrollados en mis estudios se llevaron finalmente a la práctica. La MAIN fue premiada con uno de los primeros grandes contratos de Arabia Saudí, que resultó sumamente rentable, y aquel año yo cobré una sustanciosa paga extra.

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Mi tarea consistió en desarrollar predicciones de lo que podría suceder en Arabia Saudí suponiendo que se realizasen grandes inversiones de infraestructura, y en proponer diversas alternativas para la asignación de dichas inversiones. En una palabra, se me requería que aplicase la mayor imaginación posible para justificar la inyección de cientos de millones de dólares en el sistema económico saudí, condicionada a la contratación de compañías estadounidenses de ingeniería y construcción. Se me ordenó que me encargase personalmente y sin requerir la colaboración de mi equipo, a cuyo fin quedé secuestrado en una salita de reuniones varios pisos más arriba de donde estaban los despachos de mi departamento. Se me advirtió que mi trabajo era asunto de seguridad nacional y además prometía gran rentabilidad para MAIN. 

OPEPYo había comprendido, por supuesto, que en este caso la finalidad primaria no era la acostumbrada —echar sobre el país un fardo de deuda que nunca pudiese reembolsar—, sino encontrar procedimientos para conseguir que una gran parte de los petrodólares emprendiesen el camino de regreso a Estados Unidos, de tal manera que Arabia Saudí quedase comprometida, su economía cada vez más entrelazada con la nuestra y dependiente de ella. Al mismo tiempo era de suponer que el país iría occidentalizándose y, por tanto, simpatizaría más con el sistema en que se integraba... [...] También sabía que los economistas de la OPEP recomendaban la adquisición de más productos de alto valor añadido por parte de los países productores, a cambio del petróleo de éstos. En vez de limitarse a exportar el crudo, decían los economistas, esos países debían desarrollar industrias propias. Es decir, utilizar el petróleo para producir derivados que se venderían al resto del mundo a precios superiores a los obtenidos con la venta del crudo. [...] Las rentas del petróleo se emplearían en contratar compañías estadounidenses que sustituirían a aquéllas por sistemas modernos de recogida y tratamiento de residuos, los mejores que se encontrasen en el mundo, para que los saudíes pudiesen enorgullecerse de su progreso técnico...

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De 16   Ejerciendo de proxeneta y financiando a Osama bin Laden.

...El «caso del blanqueo de dinero árabe saudí» y la Comisión conjunta sentaron también nuevos precedentes de jurisprudencia internacional, como quedó bien claro con el caso de Idi Amin. En 1979, cuando el célebre dictador ugandés pasó al exilio, solicitó y obtuvo IdiAminasilo en Arabia Saudí. Aunque todos le considerasen un déspota asesino causante de entre cien mil y trescientas mil víctimas, pudo jubilarse rodeado de lujos, sin exceptuar los coches y el servicio doméstico puestos a su disposición por la Casa de Saud. Desde Estados Unidos se oyeron discretas protestas, pero no se quiso insistir para no comprometer el entendimiento con los saudíes. Amin pasó los últimos años de su vida pescando y paseando por la playa, hasta que en 2003 murió de un fallo renal en Yiddah, a la edad de ochenta años.[**Henry Wasswa, «Idi Amin, Murderous Ugandan Dictator, Dies», Associated Press, 17 de agosto de 2003.]

Más sutil, y en último término mucho más pernicioso, fue el papel que desempeñó Arabia Saudí al tolerársele la financiación del terrorismo internacional. Estados Unidos no hizo ningún secreto de su deseo de que la Casa de Saud apoyase económicamente la guerra afgana de Osama bin Laden contra la Unión Soviética durante la década de 1980. Riad y Washington contribuyeron juntos con unos 3.500 millones de dólares a la causa de los muyahidín. Pero no quedó sólo en eso la participación estadounidense y saudí.

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A finales de 2003 la U. S. News & World Report publicó un exhaustivo estudio titulado «La Conexión saudí». La revista había revisado miles de páginas de actas judiciales e informes de la inteligencia estadounidense y de otros países, entre otros documentos, y entrevistado a docenas de funcionarios públicos y expertos en terrorismo y en el Oriente Próximo. Entre sus resultados figura lo siguiente:

 Las pruebas eran innegables. Arabia Saudí, veterano aliado de Estados Unidos y primer país productor de petróleo del mundo, se había convertido de algún modo, como ha dicho un alto funcionario del departamento del Tesoro, en «el epicentro» de la financiación terrorista […]

A partir de finales de la década de 1980 —después del doble trauma de la revolución iraní y de la guerra de los soviéticos en Afganistán— las organizaciones benéficas cuasioficiales de Arabia Saudí se convirtieron en fuente principal de fondos para el rápido crecimiento de la yihad. En una veintena de países, ese dinero se invirtió en montar campos de instrucción paramilitar, adquirir armamento y reclutar nuevos miembros […] Seducidos por la generosidad saudí, los funcionarios estadounidenses miraron para otro lado, según declaran algunos oficiales de inteligencia. Miles de millones de dólares en contratos, subvenciones y salarios han beneficiado a un amplio grupo de ex funcionarios estadounidenses en tratos con los saudíes: embajadores, jefes locales de la CIA e incluso secretarios de Estado […] Las conversaciones intervenidas por vía electrónica implican a miembros de la familia real en la financiación de otros grupos terroristas además de a Al-Qaeda.[** «The Saudi Connection», U. S. News & World Report, 15 de diciembre de 2003, pp. 19, 20, 26.].

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Después de los atentados de 2001 contra el World Trade Center y el Pentágono han ido apareciendo más pruebas de la relación oculta entre Washington y Riad. En octubre de 2003 la revista Vanity Fair publicó informaciones no reveladas con anterioridad en un trabajo de investigación titulado «Salvando a los saudíes». Lo que decían sobre las relaciones entre la familia Bush, la Casa de Saud y la familia Bin Laden no me sorprendió especialmente. Yo sabía que dichas relaciones databan por lo menos de la época del «caso del blanqueo de dinero árabe saudí», iniciado en 1974, y de la actividad de George H. W. Bush como embajador ante Naciones Unidas (1971-1973) y como director de la CIA (1976-1977). Lo sorprendente era que la prensa se hubiese enterado por fin. Vanity Fair concluía::

 La familia Bush y la Casa de Saud, que son las dos dinastías más poderosas del mundo, mantienen estrechos vínculos personales, de negocios y políticos desde hace más de veinte años […] En el sector privado, los saudíes sacaron de dificultades a Harken Energy, la petrolera en que participaba George W. Bush. Más recientemente, el ex presidente H. W. Bush y su veterano aliado el ex secretario de estado James A. Baker III intervinieron cerca de los saudíes a fin de allegar fondos para el Carlyle Group, probablemente el fondo de inversiones privado más grande del mundo. En la actualidad, el presidente Bush sigue siendo consejero de esa compañía, entre cuyos inversores figura, según se asegura, un saudí acusado de estar relacionado con grupos de apoyo a actividades terroristas […] Días antes del 11-S, numerosos saudíes adinerados entre los que se encontraban varios miembros de la familia Bin Laden fueron sacados de Estados Unidos en aviones privados. Nadie dice haber autorizado esos vuelos y los pasajeros no fueron interrogados. ¿Tuvo eso algo que ver con las viejas relaciones entre la familia Bush y los saudíes?[** Craig Unger, «Saving the Saudies», Vanity Fair, octubre de 2003. Más sobre la implicación de la familia Bush, de Bechtel, etc., en «Zapata Petroleum Corp.», Fortune, abril de 1958, p. 248; Darwin Payne, Initiative in Energy: Dresser Industries, Inc. 1880-1978, Simon and Schuster, Nueva York, 1979; Nathan Vardi, «Desert Storm: Bechtel Group is Leading the Charge» y «Contacts for Contracts», ambos en Forbes de 23 de junio de 2003, pp. 63-66; Graydon Carter, «Editor’s Letter: Fly the Friendly Skies…», Vanity Fair, octubre de 2003; Richard A. Oppel y Diana B. Henriques, «A Nation at War: The Contractor. Company has ties in Washington, and to Iraq», New York Times, 18 de abril de 2003.]

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De la TERCERA PARTE: 1975-1981.

De 17. Las negociaciones del Canal de Panamá y Graham Greene.

... Cierto que mi matrimonio había fracasado, pero amenizaba mi tiempo con bellas y fascinantes mujeres de varios continentes.

Bruno me propuso sus ideas para un planteamiento innovador en predicciones, un modelo econométrico basado en la obra de un matemático ruso de comienzos del siglo XX. El modelo consistía en asignar probabilidades subjetivas a las predicciones de crecimiento de determinados sectores específicos de cualquier economía. Parecía un instrumento ideal para justificar los exagerados índices de crecimiento que solíamos presentar en apoyo de nuestros inflados créditos. Así que Bruno me pidió que estudiase el concepto, a ver si me servía de algo.

MétodoMarkov2Fiché para mi departamento a un joven matemático del MIT, el doctor Nadipuram Prasad, y le asigné un presupuesto. A los seis meses tenía a punto un desarrollo del método de Markov aplicado a los modelos econométricos. Juntos elaboramos una serie de artículos técnicos destinados a presentar el método de Markov como un sistema revolucionario para predecir cómo repercuten sobre el desarrollo económico las inversiones en infraestructuras. 

Era exactamente lo que necesitábamos: un instrumento que «demostrase» científicamente que estábamos haciéndoles un gran favor a los países cuando los ayudábamos a cargarse de préstamos que jamás estarían en condiciones de devolver. Por otra parte, incluso un economista altamente cualificado necesitaría mucho tiempo y dinero para comprender los intríngulis del método de Markov o cuestionar sus conclusiones. Los artículos fueron publicados por varias instituciones prestigiosas y presentados formalmente por nosotros en conferencias y universidades de varios países. Estos trabajos cobraron mucho prestigio en el sector —y nosotros, sus autores, también.[** Para ejemplos de comunicaciones enviadas por John Perkins a revistas técnicas, véase: John M. Perkins y otros, «A Markov Process Applied to Forecasting, Part I - Economic Development», y «A Markov Process Applied to Forecasting, Part II - The Demand for Electricity», The Institute of Electrical and Electronics Engineers, Conference Papers C 73 475-1 (julio de 1973) y C 74 146-7 (enero de 1974) respectivamente; John M. Perkins y Nadipuram R. Prasad, «A Model for Describing Direct and Indirect Interrelationships Between the Economy and the Environment», Consulting Engineer, abril de 1973; Edwin Vennard, John M. Perkins y Robert C. Ender, «Electric Demand from Interconnected Systems», TAPPI Journal, Technical Association of the Pulp and Paper Industry, 28th Conference Edition 1974; John M. Perkins y otros, «Iranian Steel: Implications for the Economy and the Demand for Electricity», y «Markov Method Applied to Planning», presentados ante la Fourth Iranian Conference on Engineering, Universidad Pahlavi, Shiraz, Irán, 12 a 16 de mayo de 1974; y Economic Theories and Applications: A Collection of Technical Papers con prólogo por John M. Perkins, Chas. T. Main, Inc., Boston, 1975.]

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Omar Torrijos y yo hicimos honor a nuestro acuerdo secreto. Me aseguré de que nuestros estudios fuesen correctos y de que nuestras recomendaciones tuvieran presentes las necesidades de los pobres. Aunque llegaron a mis oídos algunas quejas porque mis previsiones para Panamá no aparecían tan infladas como de costumbre, y además se olfateaba en todo ello un recio relente a socialismo, la realidad fue que la administración de Torrijos iba adjudicando contratos a MAIN. En ellos se incluía una novedad: la elaboración de planes maestros innovadores que incluyesen a la agricultura junto con los sectores de infraestructura más tradicionales. Y fui testigo de los contactos entre Torrijos y Jimmy Carter para la renegociación del tratado del Canal.

Carter TorrijosEstas negociaciones sobre el Canal generaron mucho interés y mucho apasionamiento en todo el mundo. La opinión pública en todas partes estaba expectante sobre si Estados Unidos iba a hacer lo que parecía justo al resto del mundo —es decir, permitir que los panameños asumieran el control— o si, por el contrario, trataríamos de restablecer nuestra versión global del Destino Manifiesto, algo maltrecha tras el desastre de Vietnam. A muchos les pareció que se había elegido para la presidencia de Estados Unidos a un hombre razonable y compasivo justo en el momento más oportuno. En cambio, los bastiones del conservadurismo en Washington y los púlpitos religiosos retumbaron de indignación. ¿Cómo era posible abandonar aquel baluarte de la defensa nacional, aquel símbolo del ingenio estadounidense, aquella franja de agua que ataba los destinos de Suramérica a los caprichos del interés comercial estadounidense?... [...] Estábamos ya en 1977, con Carter en la Casa Blanca, y las negociaciones sobre el Canal iban en serio. Muchas competidoras de MAIN se habían equivocado de alianzas y no tenían nada que hacer en Panamá, mientras nosotros teníamos trabajo a manos llenas. Y yo estaba sentado en la recepción del hotel Panamá y había acabado de leer el artículo publicado por Graham Greene en la New York Review of Books.

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El artículo, «El país con cinco fronteras», era un texto atrevido que incluía un comentario sobre los casos de corrupción entre la oficialidad superior de la Guardia Nacional panameña. El autor señalaba que el mismo general había confesado la concesión de privilegios especiales a muchos de sus colaboradores, por ejemplo mejores viviendas, diciendo «si no los pago yo, lo hará la CIA». La implicación evidente era que las organizaciones de inteligencia estadounidenses se hallaban decididas a contrariar los designios del presidente Carter, y que si fuese necesario no titubearían en sobornar a los jefes militares panameños a fin de sabotear las negociaciones del tratado.[** Graham Greene, Getting to Know the General, Pocket Books, Nueva York 1984, pp. 88-90.] No pude dejar de preguntarme si los chacales estarían rondando ya a Torrijos...

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De 20. La caída de un rey.

ConfessionsOfAn1... Llegados a Roma, cenamos en casa de los padres de Farhad. Su padre, un general iraní retirado que en una ocasión se interpuso en la trayectoria de una bala para evitar que el sha muriese en un atentado, estaba muy desengañado con su ex jefe. Dijo que en los últimos años el soberano había revelado su auténtica manera de ser, su arrogancia y su codicia. Según el general, la política estadounidense —en especial el apoyo incondicional a Israel, a los líderes corruptos y a los gobiernos despóticos— era la causa del odio que inundaba Oriente Próximo. Predijo que la caída del sha era cuestión de meses.

— Ustedes sembraron la semilla de esta rebelión a comienzos de los años cincuenta, ¿sabe? Cuando derribaron a Mosaddeq. Eso les pareció muy hábil entonces… y a mí también. Pero ahora las consecuencias caerán sobre ustedes, mejor dicho sobre todos nosotros.[** Para más detalles sobre el acceso del sha al poder, véase H. D. S. Greenway, «The Irán Conspiracy», New York Review of Books, 23 de septiembre de 2003; Stephen Kinzer, All the Shah’s Men: An American Coup and the Roots of Middle East Terror, John Wiley & Sons, Inc., Hoboken (New Jersey), 2003.]

Quedé atónito ante estos pronunciamientos. Algo parecido me habían dicho Yamin y Doc, pero viniendo de aquel hombre cobraban otro significado nuevo para mí. En esa época todo el mundo conocía la existencia de un movimiento fundamentalista islámico en la clandestinidad, pero nos habíamos convencido de que el sha gozaba de inmensa popularidad entre la mayoría de su pueblo y de que, por tanto, era políticamente invencible. Pero el general era categórico.

—Recuerde lo que voy a decirle —dijo en tono solemne—. La caída del sha no será más que el comienzo. Será un anticipo del rumbo que va a tomar todo el mundo musulmán. La cólera ha hervido demasiado tiempo oculta bajo la arena. No tardará en hacer erupción.

Durante esa cena se habló mucho del ayatolá Ruhollah Jomeini...

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De 21. Colombia, la clave de Latinoamérica.

... Pese a los conflictos y a las paradojas, históricamente tanto Washington como Wall Street han visto siempre en Colombia un factor esencial para la promoción de sus intereses políticos y comerciales panamericanos. Lo cual se debe a varios factores, además de a la crucial situación geográfica del país. Entre ellos, la percepción de que todos los dirigentes del hemisferio miran a Bogotá en busca de inspiración y guía, y el hecho de que el país es al mismo tiempo un proveedor de muchos artículos que compra Estados Unidos —el café, los plátanos, los productos textiles, las esmeraldas, las flores, el petróleo y la cocaína— y un mercado para los bienes y los servicios que ofrecemos. 

ConfessionsOfAn arabeUno de los servicios más importantes que hemos vendido a Colombia durante la última parte del siglo XX es nuestra experiencia en ingeniería y construcción. Colombia fue un caso típico, entre los muchos lugares donde he trabajado. Resultaba relativamente fácil demostrar que el país era capaz de soportar ingentes volúmenes de deuda, y de amortizarla con los beneficios que aportasen tanto los proyectos mismos como los grandes recursos naturales de su territorio. Mediante fuertes inversiones en redes eléctricas, autovías y sistemas de telecomunicación, Colombia quedaría en condiciones de emprender la explotación de sus cuantiosos recursos gasísticos y petrolíferos y de sus regiones amazónicas apenas utilizadas todavía. Estos proyectos, a su vez, generarían las rentas necesarias para pagar los intereses y devolver los préstamos. 

Todo esto, según la teoría. En la práctica, y en coherencia con nuestro verdadero propósito en el mundo, se trataba de someter a Bogotá y ampliar el imperio global. Mi misión, lo mismo que en tantas otras ocasiones, consistía en argumentar la necesidad de unos créditos abultadísimos. En Colombia no se contaba con ningún Torrijos. Por consiguiente, consideré que no me quedaba más salida que presentar predicciones exageradas de crecimiento de la economía y de la carga eléctrica...

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De 22. La república americana contra el imperio global.

...Voy a hablarte con franqueza —dijo Paula, sentados los dos en una cafetería—. Los indios y los granjeros cuyas fincas se hallan a orillas del río donde estáis construyendo vuestro pantano os odian a muerte. Hasta los habitantes de las ciudades, aun sin estar directamente afectados, simpatizan con la guerrilla que ha empezado a atacar la obra. Vuestro gobierno dice que son unos comunistas, unos terroristas y unos narcotraficantes, pero la verdad es que no son más que personas que tienen familia y que vivían en las tierras que tu compañía está destruyendo.

IntervenciónUSA2Yo acababa de mencionarle lo de Manuel Torres. Era éste un ingeniero empleado de MAIN y uno de los que habían sufrido recientemente el ataque de la guerrilla en los lugares donde levantábamos la presa. Manuel era colombiano y lo empleábamos porque el Departamento de Estado había promulgado una norma que prohibía enviar ciudadanos estadounidenses a esa obra. Nosotros llamábamos a esto «la doctrina de los colombianos prescindibles», lo que simbolizaba para mí una actitud que había acabado por aborrecer. Y mis sentimientos hacia esas políticas estaban empezando a complicarme la vida demasiado. 

—Según Manuel, dispararon con sus AK-47, primero al aire y luego a sus pies —le conté a Paula—. Parecía tranquilo cuando me lo contó pero yo sé que estaba casi histérico. No mataron a nadie.

Se limitaron a darles ese mensaje y luego los enviaron río abajo en sus barcas.

—¡Dios mío! —exclamó Paula—. Estaría aterrorizado el pobre.
       —Sí que lo estaba. —Y luego recordé que le había preguntado a Manuel si le habían parecido de las FARC o del M-19, refiriéndome a los dos grupos guerrilleros colombianos más temidos.
        —¿Y qué?

—El dice que ni de lo uno ni de lo otro. Pero que cree lo que anuncian en esta carta.

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Paula recogió el periódico que yo había traído y leyó en voz alta el comunicado.
«Nosotros, los que trabajamos a diario para sobrevivir, juramos por la sangre de nuestros antepasados que jamás permitiremos embalses sobre nuestros ríos. No somos más que sencillos indios y mestizos, pero preferimos morir antes que contemplar cómo inundan nuestras tierras. Una advertencia para nuestros hermanos colombianos: no trabajéis más para las constructoras»...[...] 243 ... Más allá de mi propio dilema personal, la estancia en Colombia me sirvió para comprender la diferencia entre la vieja república norteamericana y el nuevo imperio global. La República ofrecía una esperanza al mundo. Sus fundamentos eran morales y filosóficos antes que materialistas. Se basaban en los conceptos de igualdad y justicia para todos. Pero también supo ser pragmática, no un mero sueño utópico sino una entidad viva, activa y magnánima. Abría los brazos a los perseguidos y les concedía asilo. Fue una inspiración y, al mismo tiempo, una fuerza con la que era preciso contar: en caso necesario, podía pasar a la acción, como lo hizo durante la Segunda Guerra Mundial para defender los principios que representaba. Las mismas instituciones que amenazan la República, las grandes empresas, la banca y las burocracias gubernamentales, podrían servir para instituir cambios fundamentales en el mundo. Ellas tienen las redes de comunicaciones y los sistemas de transporte necesarios para acabar con el hambre, la enfermedad e incluso las guerras… si fuese posible convencerlas para que tomaran ese rumbo.

El imperio global, por otra parte, es la ruina de la República. Es un sistema egocéntrico, egoísta, codicioso y materialista, basado en el mercantilismo. Como todos los imperios anteriores, sólo abre los brazos para acumular recursos, para apoderarse de todo y llenar sus insaciables tripas. Y sus dirigentes recurrirán siempre a todos los medios que consideren útiles para hacerse cada vez más ricos y poderosos...

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De 23. Un curriculum engañoso.

...El ejemplo de la delincuencia organizada me parecía ofrecer una metáfora. Los jefes de la mafia con frecuencia empiezan haciendo de matones callejeros. Pero, con el tiempo, los que consiguen escalar las posiciones más altas cambian de aspecto. Adoptan la costumbre de vestir impecables trajes a medida, regentan empresas legales y se rodean de todos los atributos de la buena sociedad. Contribuyen a las organizaciones benéficas y son miembros respetados de sus comunidades. No tienen inconveniente en prestar dinero a las personas en apuros. Como el V descrito en el currículum de MAIN, aparentan ser ciudadanos modélicos. Cuando los deudores no pueden pagar, aparecen los representantes del gangsterismo exigiendo su parte. Si no la consiguen, intervienen los chacales con sus bates de béisbol. Y finalmente, como último recurso, hablan las pistolas. 

ConfessionsOfAnComprendía que mi relumbrón de economista jefe y director de Estudios Económicos y Planificación Regional no era un simple engaño de vendedor de alfombras, frente al cual puede prevenirse el comprador. Formaba parte de un siniestro sistema encaminado no a burlar al desprevenido cliente sino, más bien, a impulsar la forma de imperialismo más eficaz y más sutil que el mundo haya conocido nunca. Todos los empleados de mi departamento eran titulados superiores: analistas financieros, sociólogos, economistas, jefes de estudios económicos, especialistas en econometría, expertos en formación de precios y así sucesivamente. Sin embargo, ninguno de esos títulos expresaba que cada uno de ellos fuera, a su manera, un gángster económico al servicio de los intereses del imperio global.

Tampoco ninguno de esos títulos informaba de que todos nosotros no éramos más que la punta del iceberg. Todas las grandes multinacionales —desde las que venden zapatillas y otras prendas deportivas hasta las fabricantes de maquinaria pesada— poseía sus EHM equivalentes. La marcha había comenzado y estaba acorralando rápidamente al planeta. Los bandidos prescindían de sus cazadoras de cuero, se ponían trajes de financieros y adoptaban un aire de respetabilidad. Hombres y mujeres salían de los cuarteles generales de sus empresas en Nueva York, Chicago, San FranciscoLondres y Tokio para desplegarse por todos los continentes y convencer a los políticos corruptos de consentir que la corporatocracia cargase de cadenas a sus países —forzando con ello a sus desesperados habitantes a vender sus cuerpos a los talleres clandestinos, a las maquiladoras y a las líneas de montaje.

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Era inquietante llegar a la deducción de que los detalles omitidos en las palabras de mi currículum y del artículo definían un mundo de señales ficticias, destinadas a encadenarnos a un sistema moralmente repugnante y, en último término, autodestructivo. Al obligarme a leer entre líneas, Paula me había empujado un paso más, haciéndome adentrar en la senda que con el tiempo transformó mi vida.

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De 24. El presidente de Ecuador contra las grandes Petroleras.

...Ecuador había sufrido una larga serie de dictaduras y de oligarquías de extrema derecha manipuladas por los intereses políticos y comerciales de Estados Unidos. En cierto modo, el país era la república bananera quintaesencial, y allí la corporatocracia tenía mucho terreno conquistado.

La explotación petrolera de la Amazonia ecuatoriana comenzó en serio hacia finales de la década de 1960 y produjo una fiebre compradora. De resultas de ella, el reducido club de las familias dueñas del país quedó en manos de la banca internacional. Habían arrojado sobre Ecuador un endeudamiento enorme, confiando en la promesa de los beneficios del petróleo... [...] Un hombre cuya estrella empezaba a ascender sobre el país andino constituía una excepción a esa regla de la corrupción política y la complicidad con la corporatocracia. Cerca de cumplir los cuarenta años, abogado y profesor universitario, Jaime Roldós tenía carisma y don de gentes... [...] Se había ganado la reputación de populista y nacionalista. Creía firmemente en los derechos de los pobres y en la responsabilidad, por parte de los políticos, de administrar con prudencia los recursos naturales del país. Cuando emprendió su campaña para las presidenciales de 1978 llamó la atención de sus compatriotas y de los ciudadanos de todos los países cuyo petróleo estuviera siendo explotado por intereses extranjeros, o donde existiera un fuerte deseo de librarse de la influencia de fuerzas exteriores poderosas. Como político, Roldós pertenecía al género no muy abundante de los que no temen oponerse al status quo. Por eso se enfrentó a las compañías petroleras y al sistema no excesivamente sutil en que éstas se apoyan... [...] Denunció, SILpor ejemplo, una siniestra complicidad del Summer Institute of Linguistics (SIL, un grupo misionero evangelista estadounidense) con las petroleras. Su organización se había presentado en Ecuador, lo mismo que en tantos otros países, con el pretexto de estudiar, inventariar y traducir las lenguas indígenas... Cada vez que los sismólogos transmitían a las oficinas centrales que las características de determinada región indicaban gran probabilidad de contener un yacimiento en el subsuelo, aparecían los del SIL para sugerir a los indígenas que dejaran sus tierras y pasaran a alojarse en las reservas de los misioneros, donde se les daría gratis alimento, cobijo, ropas, cuidados médicos y educación religiosa. Eso sí, a condición de donar las tierras a las compañías petroleras.

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Según rumores asiduos, los misioneros del SIL practicaban varias técnicas turbias a fin de persuadir a los indígenas y conseguir que dejaran sus poblados para residir en las misiones. Una versión muy repetida era que les daban alimentos mezclados con laxantes… y luego les ofrecían medicinas para curar la supuesta epidemia de diarrea. Y que en todo el territorio huaorani lanzaban con paracaídas cestas de comida provistas de doble fondo, conteniendo transmisores de radio miniaturizados, cuyas emisiones eran sintonizadas por los militares de la base estadounidense de Shell con ayuda de avanzados receptores de comunicaciones. De esta manera, cuando a alguno de la tribu le mordía una serpiente venenosa, o caía gravemente enfermo, no tardaban en hacer acto de presencia los representantes del SIL provistos del antídoto o de los fármacos adecuados —a menudo, transportados por los helicópteros de las mismas compañías del petróleo.

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Las organizaciones humanitarias de los Rockefeller subvencionaban al SIL. Por eso Jaime Roldós señalaba estas conexiones con los Rockefeller y sostenía que el SIL era en realidad un escaparate que disimulaba el expolio de las tierras indígenas y la extensión de las prospecciones. Hay que recordar que el patriarca de la familia, John D. Rockefeller, fue el fundador de la Standard Oil, más tarde escindida en las grandes del petróleo, entre ellas Chevron, Exxon y Mobil.[** Para extensos detalles sobre el SIL, su historia, sus actividades y su asociación con las petroleras y los Rockefeller, véase Gerard Colby y Charlotte Dennet, Thy Will Be Done, The Conquest of the Amazon: Nelson Rockefeller and Evangelism in the Age of Oil, Harper Collins, Nueva York, 1995; Joe Kane, Savages, Alfred A. Knopf, Nueva York, 1995. Para información acerca de Rachel Saint, pp. 85, 156, 227.].

A mí me pareció que Roldós seguía la senda inaugurada por Torrijos. Ambos estaban enfrentados a la superpotencia más fuerte del mundo. Torrijos deseaba recuperar el Canal, mientras que la acritud enérgicamente nacionalista de Roldós amenazaba a las compañías más influyentes del mundo. Como Torrijos, Roldós tampoco era comunista, pero defendía el derecho de su país a decidir su futuro. Y también como en el caso de Torrijos, los expertos pronosticaron que los grandes de los negocios y Washington jamás tolerarían la presidencia de Roldós, y que caso de salir elegido tendría un final parecido al de Arbenz en Guatemala o al de Allende en Chile...

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De la CUARTA PARTE: DE 1981 AL PRESENTE.

De 26. Ecuador: muere un presidente.

...En noviembre de 1980 Carter perdió las elecciones presidenciales frente a Ronald Reagan. En esto tuvieron mucho que ver el tratado del Canal negociado con Ecuador y la situación en Irán, especialmente el caso de los rehenes retenidos en la embajada estadounidense y el desastroso intento de rescate. Al mismo tiempo estaba ocurriendo algo más sutil. Un presidente cuyo principal objetivo había sido la paz mundial, y que se había empeñado en reducir la dependencia de Estados Unidos con respecto al petróleo, estaba siendo reemplazado por un hombre convencido de que el lugar que correspondía a Ronald reaganEstados Unidos era la cúspide de una pirámide mundial mantenida mediante el poder militar, y de que el control de los yacimientos petrolíferos dondequiera que se hallasen formaba parte de nuestro «Destino Manifiesto». Un presidente que había instalado paneles solares en los tejados de la Casa Blanca estaba siendo reemplazado por otro que mandó desmontarlos tan pronto como pasó a ocupar el despacho oval. Carter quizás fuera un político ineficaz, pero tenía una visión de su país coherente con las definiciones de nuestra declaración de independencia. En retrospectiva, ahora puede parecemos un político ingenuamente arcaico, una vuelta a los ideales que dieron forma a la nación y llevaron a sus orillas a muchos de nuestros antepasados. En efecto, fue una anomalía si lo comparamos con sus antecesores y sucesores más inmediatos. Su filosofía no era compatible con el gangsterismo económico.

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En cambio Reagan fue desde luego un constructor del imperio global y un sirviente de la corporatocracia. En la época de su elección, ésta me pareció de lo más coherente con su pasado de actor de Hollywood, de hombre acostumbrado a obedecer las órdenes de los magnates, de quienes sabían cómo dirigir la película. Ése iba a ser su rasgo más característico: estar al servicio de los que transitaban entre las direcciones generales de las grandes empresas, los consejos de administración de la banca y los pasillos gubernamentales. Al servicio de los que fingían servirle a él pero eran los verdaderos amos del gobierno, hombres como el vicepresidente George H.W. Bush, el secretario de Estado George Shultz, el secretario de Defensa Caspar Weinberger o Richard Cheney, Richard Helms y Robert McNamara. Él AguilaImperiopropugnaría todo cuanto estos hombres quisieran: Estados Unidos dueño del mundo y de todos sus recursos, y un mundo obediente a las órdenes de Estados Unidos. Unas fuerzas armadas que impondrían la obediencia a las normas emanadas de Estados Unidos y unas organizaciones del comercio internacional y de la banca mundial que apoyarían a Estados Unidos como director general del imperio planetario.

Al considerar el porvenir, me pareció que entrábamos en una época sumamente favorable para el gangsterismo económico. Paradojas de la vida, en ese mismo momento histórico se me ocurría a mí dejarlo. Cuanto más lo pensaba, más seguro estaba. Me daba cuenta de que había elegido el momento idóneo...[...] A comienzos de 1981 la administración Roldós presentó formalmente al parlamento ecuatoriano la ley de hidrocarburos. De ser aprobada, reformaría las relaciones entre el país y las compañías petroleras. Por diversas razones, muchos la consideraron revolucionaria e incluso radical. Ciertamente iba encaminada a cambiar la conducción de los negocios en el sector, y su influencia saltaría las fronteras de Ecuador para irradiar a toda Latinoamérica y al resto del mundo.[**John D. Martz, Politics and Petroleum in Ecuador, Transaction Books, New Brunswick y Oxford 1987, p. 272.]

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Pocas semanas después de enviar al Parlamento este paquete legislativo, y un par de días después de la expulsión de los misioneros del SIL, Roldós advirtió no sólo a las compañías petroleras sino a todos los intereses extranjeros que debían poner en marcha proyectos de utilidad para el pueblo ecuatoriano, o serían expulsados a su vez. Después de pronunciar un gran discurso en el Estadio Olímpico Atahualpa de Quito, emprendió viaje hacia una pequeña comunidad de la parte meridional del país.

Allí pereció el 24 de mayo de 1981 al incendiarse y caer el helicóptero en que viajaba.[** John D. Martz, Politics and Petroleum in Ecuador, Transaction Books, New Brunswick y Oxford, 1987, p. 303.

El mundo quedó consternado. En Latinoamérica el escándalo fue enorme. «¡Asesinado por la CIA!», proclamaron los periódicos de todo el hemisferio. Además de la inquina que le tenían Washington y las compañías del petróleo, otras muchas circunstancias parecían apoyar la acusación. Las sospechas crecían conforme fueron descubriéndose más detalles. Nunca se demostró nada, pero los testigos presenciales afirmaron que Roldós, advertido de la posibilidad de un atentado, había tomado sus precauciones. Entre ellas, la de viajar con dos helicópteros. En el último momento, uno de sus funcionarios de seguridad le convenció para que viajara en el aparato de escolta. Y ése fue el que estalló.

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Pese a la reacción mundial, el suceso apenas tuvo eco en la prensa estadounidense. Osvaldo Hurtado asumió la presidencia del país. El Summer Institute of Linguistics y sus patrocinadoras, las compañías del petróleo, pudieron regresar. A finales del mismo año, Hurtado lanzó un ambicioso programa de perforaciones a cargo de Texaco y otras compañías extranjeras en el golfo de Guayaquil y en la cuenca amazónica.[** John D. Martz, Politics and Petroleum in Ecuador, Transaction Books, New Brunswick y Oxford, 1987, pp. 381, 400.]. 

Omar Torrijos, en su elogio póstumo a Roldós, le llamó «hermano». También confesó que temía por su propia vida y que tenía pesadillas. En una de ellas se había visto cayendo del cielo, envuelto en una gran bola de fuego. Fue un sueño premonitorio...

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De 27.  Panamá: muere otro presidente.

MurioRoldós... La muerte de Roldós fue un duro golpe para mí. Pero quizá no debería haberlo sido. Puesto que yo era cualquier cosa menos ingenuo y estaba al tanto de lo ocurrido con Arbenz, Mosaddeq, Allende. Y con otros muchos cuyos nombres nunca aparecerán en los periódicos ni en los libros de historia, pero cuyas vidas también fueron destruidas y en ocasiones abreviadas por haberse enemistado con la corporatocracia. Sin embargo, me sorprendió mucho. Era demasiado flagrante.

Yo creía, después de nuestro fenomenal éxito en Arabia Saudí, que la intervención descarada era cosa de otros tiempos y que los chacales habían quedado relegados a los zoológicos. Luego me di cuenta de que estaba equivocado. Sin duda la muerte de Roldós no había sido un accidente. Tenía todos los rasgos de un atentado orquestado por la CIA Si la ejecución fue tan flagrante, comprendía yo ahora, era porque se deseaba enviar un mensaje. La nueva administración Reagan, con su imagen hollywoodiense de vaqueros de gatillo fácil, iba a ser el vehículo ideal para transmitir tal mensaje. Los chacales habían regresado y convenía que tomaran nota lo mismo Omar Torrijos como cualquier otro que sintiese veleidades de unirse a una cruzada contra la corporatocracia.

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Pero Torrijos no iba a echarse atrás. Al igual que Roldós, no se dejó intimidar. Él también expulsó a los del Summer Institute of Linguistics y se negó en redondo a la renegociación del tratado del Canal que le demandaba la administración Reagan. Dos meses después de la muerte de Roldós, la pesadilla de Omar Torrijos se vio cumplida. Murió en un accidente de aviación. Era el 31 de julio de 1981.

La estupefacción recorrió Latinoamérica y el resto del mundo. Torrijos no había sido ningún desconocido. Se le respetaba como el hombre que había forzado la devolución del Canal a sus legítimos dueños, y que seguía manteniendo el tipo frente a Ronald Reagan. Era el defensor de los derechos humanos, el jefe de Estado que abrió las puertas a los refugiados de todo el espectro político sin exceptuar al sha de Irán, la voz carismática que reclamaba la justicia social y, según creían muchos entonces, un posible candidato al premio Nobel de la paz. Y había muerto. «¡Asesinado por la CIA!», proclamaron una vez más los titulares y los artículos de opinión...

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De 30.  Estados Unidos invade Panamá.

 InvasionPanama... Yo también fui un soldado profesional. Al admitirlo así, quedó abierta la puerta a una mejor comprensión del proceso por el cual se perpetran crímenes y se construyen imperios. Ahora comprendía cómo era posible que se cometiesen tantas atrocidades. Cómo, por ejemplo, unos buenos padres de familia iraníes entraron a trabajar en la brutal policía secreta del sha, cómo unos buenos alemanes obedecieron las órdenes de Hitler o cómo unos honrados estadounidenses bombardearon la capital de Panamá

En tanto que gángster económico, yo jamás había cobrado directamente de la NSA ni de ningún otro organismo estatal. Mi salario me lo pagaba MAIN. Yo era un ciudadano particular, empleado de una corporación privada. Al entenderlo así pude ver clara la figura emergente del «ejecutivo corporativo convertido en gángster económico». Un nuevo tipo de soldado aparecía en el escenario mundial y se insensibilizaba, con la práctica, ante sus propios actos. Escribí entonces:

.       Hoy esos hombres y mujeres van a Tailandia, a Filipinas, a Botswana, a Bolivia y a cualquier parte donde esperan encontrar gentes que necesitan con desesperación un trabajo. Van a esos países con la intención deliberada de explotar a los desdichados, a seres que tienen hijos desnutridos o famélicos, que viven en barrios de chabolas y que han perdido toda esperanza de una vida mejor; que incluso han dejado de soñar en un futuro. Esos hombres y mujeres salen de sus fastuosos despachos de Manhattan, de San Francisco o de Chicago, se desplazan entre los continentes y los océanos en lujosos jets, se alojan en hoteles de primera categoría y se agasajan en los mejores restaurantes que esos países puedan ofrecer. Luego salen a buscar gente desesperada.
       Son los negreros de nuestra época. Pero ya no tienen necesidad de aventurarse en las selvas de África en busca de ejemplares robustos para venderlos al mejor postor en las subastas de Charleston, Cartagena o La Habana. Simplemente reclutan a esos desesperados y construyen una fábrica que confeccione las cazadoras, los pantalones vaqueros, las zapatillas deportivas, las piezas de automoción, los componentes para ordenadores y los demás miles de artículos que aquéllos saben colocar en los mercados de su elección. O tal vez prefieren no ser los dueños de esas fabricas, sino que se limitan a contratar con los negociantes locales, que harán el trabajo sucio por ellos.  

       Esos hombres y mujeres se consideran gente honrada. Regresan a sus países con fotografías de lugares pintorescos y de antiguas ruinas, para enseñárselas a sus hijos. Asisten a seminarios en donde se dan mutuas palmadas en las espaldas e intercambian consejos sobre cómo burlar las arbitrariedades aduaneras de aquellos exóticos países. Sus jefes contratan abogados que les aseguran la perfecta legalidad de lo que ellos y ellas están haciendo. Y tienen a su disposición un cuadro de psicoterapeutas y otros expertos en recursos humanos, para que les ayuden a persuadirse de que, en realidad, están ayudando a esas gentes desesperadas. El esclavista a la antigua usanza se decía a sí mismo que su comercio trataba con una especie no del todo humana, a cuyos individuos ofrecía la oportunidad de convertirse al cristianismo. Al mismo tiempo, entendía que los esclavos eran indispensables para la supervivencia de su propia sociedad, de cuya economía constituían el fundamento. El esclavista moderno se convence a sí mismo (o a sí misma) de que es mejor para los desesperados ganar un dólar al día que no ganar absolutamente nada. Y además se les ofrece la oportunidad de integrarse en la más amplia comunidad global. Él o ella también comprenden que esos desesperados son esenciales para la supervivencia de sus compañías, y que son los fundamentos del nivel de vida que sus explotadores disfrutan. Nunca se detienen a reflexionar sobre las consecuencias más amplias de lo que ellos y ellas, su nivel de vida y el sistema económico en que todo eso se asienta están haciéndole al planeta […] ni sobre cómo, finalmente, todo eso repercutirá en el porvenir de sus propios hijos.

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De 31. Un fracaso del gangsterismo económico en Iraq.

... Las administraciones Reagan y Bush tenían la intención de convertir a Iraq en una nueva Arabia Saudí. Era de prever que Saddam Hussein seguiría el ejemplo de la Casa de Saud, por muchas razones poderosas. No tenía más que fijarse en los beneficios acaparados por ésta en el «caso del blanqueo de dinero». Desde que se cerró ese acuerdo habían brotado ciudades modernas en medio del desierto saudí. En Riad, las cabras consumidoras de desperdicios habían sido reemplazadas por eficientes camiones de recogida, y en aquellos momentos los saudíes disfrutaban de algunas de las tecnologías más avanzadas del mundo: ultramodernas plantas desalinizadoras, sistemas de tratamiento de residuos, redes de comunicaciones y de distribución eléctrica.

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Sin duda Saddam Hussein también se daría cuenta de que los saudíes gozaban de un trato privilegiado en materia de derecho internacional. El amigo americano hacía la vista gorda ante muchas actividades de los saudíes, como por ejemplo financiar grupos fanáticos —muchos de ellos considerados en todo el mundo unos radicales sospechosos de terrorismo— y dar asilo a proscritos internacionales. O para ser más exactos, Washington incluso instó y consiguió que sus aliados saudíes apoyasen económicamente la campaña de Osama bin Laden en Afganistán contra la Unión Soviética. Las administraciones Reagan y Bush no sólo incentivaron a los saudíes en ese aspecto, sino que además presionaron a otros muchos países para que hicieran lo mismo… o para que hicieran también la vista gorda. La presencia de los EHM en Bagdad fue muy numerosa en la década de 1980. Creían que Saddam acabaría por ver la luz, y yo no podía por menos que darles la razón. Al fin y al cabo, si Iraq alcanzaba un acuerdo con Washington similar al de los saudíes, Saddam quedaba en condiciones de gobernar su país como se le antojase, e incluso podía pensar en ir ampliando su círculo de influencia en esa región del mundo.

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 Poco importaba que fuese un tirano patológico, ni que tuviese las manos ensangrentadas por matanzas masivas, ni que sus maneras y la brutalidad de sus actos evocasen el recuerdo de Adolf Hitler. No sería la primera vez que Estados Unidos toleraba e incluso apoyaba a gentes de tal especie. Nosotros le ofreceríamos con mucho gusto los títulos de la deuda pública estadounidense a cambio de sus petrodólares, siempre que garantizase la continuidad de los suministros de petróleo y aceptase un acuerdo en virtud del cual los intereses devengados por esos títulos se invirtiesen en contratar a compañías estadounidenses para modernizar las infraestructuras iraquíes, crear nuevas ciudades, y convertir los desiertos en vergeles. Con mucho gusto le venderíamos también tanques, y aviones de caza, y le construiríamos plantas químicas y nucleares, tal como habíamos hecho en tantos otros países, y aunque esas tecnologías pudieran ser aplicadas igualmente a la fabricación de armamento avanzado.

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Para nosotros Iraq era de suma importancia, de una importancia mucho más grande de lo que pareciese a primera vista. En contra de lo que se cree comúnmente, el petróleo no era el único tema. Intervenían asimismo el agua y las consideraciones geopolíticas. Los ríos Tigris y Eufrates pasan por Iraq. De entre todos los países de esa región del mundo, Iraq controla las fuentes principales de esos recursos hídricos cada vez más escasos. Fue en la década de 1980 cuando la trascendencia tanto política como económica del agua empezó a destacar con claridad para los que andábamos interesados en el sector energético y de ingeniería. En la carrera de la privatización, muchas de las compañías principales que habían puesto sus miras en absorber las pequeñas eléctricas independientes pasaron a plantearse la privatización de los sistemas de abastecimiento del agua en África, Latinoamérica y el Oriente Próximo

OPróximoAdemás de petróleo y agua, Iraq posee una situación estratégica muy valiosa. Tiene fronteras con Irán, Kuwait, Arabia Saudí, Jordania, Siria y Turquía, y salida al mar en el golfo Pérsico. Tiene en el radio de acción de sus misiles a Israel y a la ex Unión Soviética. Los estrategas militares comparan la posición del Iraq moderno con la del valle del Hudson durante nuestras guerras contra los franceses y los indios, y contra Inglaterra en la de Independencia. Hoy día es del dominio público que quien controla Iraq tiene la llave de todo el Oriente Próximo

Sobre todo esto, Iraq supone un mercado inmenso para la tecnología y el conocimiento experto estadounidenses. El hecho de estar asentado sobre algunos de los yacimientos petrolíferos más extensos del mundo (más importantes incluso que los de Arabia Saudí, según algunas estimaciones) le garantiza la posibilidad de financiar grandes programas de infraestructura y de ndustrialización... [...] A finales de la década de 1980, sin embargo, quedó claro que Saddam «no tragaba» con el guión de los EHM: gran decepción y no pequeño apuro para la primera administración Bush. Junto con Panamá, Iraq contribuyó a la reputación de «flojo» de George H. W. Bush. Precisamente cuando éste andaba buscando nuevas maneras de lavar su imagen, Saddam le dio la partida hecha. En agosto de 1990 invadió Kuwait, rico territorio de jeques petroleros. Bush reaccionó denunciando la vulneración del derecho internacional perpetrada por Saddam, y eso que aún no había transcurrido un año desde la invasión no menos ilegal y unilateral de Panamá, dispuesta por el mismo Bush.

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De modo que, al fin, el presidente no sorprendió a nadie cuando lanzó la orden de ataque por tierra, mar y aire. Quinientos mil soldados estadounidenses fueron enviados formando parte de la expedición internacional. En los primeros meses de 1991 la aviación se lanzó a bombardear objetivos militares y civiles en Iraq. A esto le siguieron cien horas de operaciones terrestres y la desbandada del ejército iraquí, desmoralizado y muy inferior en potencia de fuego. Era la salvación de Kuwait y el escarmiento para un auténtico déspota, que sin embargo no fue conducido ante la justicia. La popularidad de Bush ante la opinión pública estadounidense alcanzó el 90 por ciento...

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De 34.  Retorno a Ecuador.

... En los años transcurridos desde esa estancia mía de 1968, el pequeño país se había convertido en la víctima quintaesencial de la corporatocracia. Mis contemporáneos y yo, seguidos de nuestros equivalentes y sucesores corporativos, conseguimos llevarlo al borde de la bancarrota. Le prestamos miles de millones de dólares con el fin de que pudiera contratar a nuestras compañías de ingeniería y construcción para la realización de los proyectos que interesaban a las familias ecuatorianas más adineradas. La consecuencia fue que en tres decenios, el nivel oficial de pobreza pasó del 50 al 70 por ciento de la población. El número de desempleados o subempleados creció del 15 al 70 por ciento, la deuda pública aumentó de 240 millones de dólares a 16.000 millones, y la participación de las clases humildes en la renta nacional decayó del 20 al 6 por ciento. Hoy día, Ecuador debe dedicar a pagar deudas casi el 50 por ciento del presupuesto nacional, en vez de auxiliar a los millones de ciudadanos suyos oficialmente clasificados como cercanos al nivel de indigencia.[** Chris Jochnick, «Perilous Prosperity», New Internationalist, junio de 2001, http://www.nevvint.org/issue335/perilous.htm.

IndiceEcuadorLa situación de Ecuador demuestra con claridad que todo eso no ha sido el resultado de una conspiración. El proceso continuó bajo las administraciones demócratas y bajo las republicanas, y ha sido un proceso en el que intervinieron todos los grandes bancos multinacionales, muchas corporaciones y las delegaciones de ayuda al exterior de numerosos países. Estados Unidos desempeñó el papel protagonista pero no ha sido el único actor. 

Durante estos tres decenios, miles de hombres y mujeres han participado en la tarea de llevar a Ecuador hasta la endeble posición en que se halla a comienzos del milenio. Algunos de ellos, como yo, sabían lo que estaban haciendo. Pero la gran mayoría se limitó a aplicar lo que se les había enseñado durante sus estudios de administración de empresas, ingeniería o derecho, o se limitaron a emular el ejemplo de los jefes que, como yo, ejemplificaban el funcionamiento del sistema mediante su propia avidez y aplicaban el sistema de premios y castigos dirigido a perpetuar dicho sistema. Estos participantes se veían a sí mismos llenos de buenas intenciones, como poco, y los más optimistas consideraban que estaban ayudando a un país... [...] El éxito del sistema había sido espectacular.

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A la entrada del nuevo milenio, Ecuador era una nación totalmente entrampada. Lo teníamos agarrado como el padrino de la Mafia tiene agarrado a un seguidor después de ayudarle a pagar la boda de su hija y la puesta en marcha de su pequeño negocio. Como buenos mafiosos, habíamos procedido cautelosamente. Podíamos permitirnos el lujo de ser pacientes sabiendo que debajo de la selva amazónica ecuatoriana yacía un mar de petróleo. 

Cada cosa a su debido tiempo. 

LoTenemosEse tiempo llegó a comienzos del 2003, mientras yo enfilaba en mi Subaru Outback el serpenteante camino desde Quito hasta Shell, en medio de la selva. Chávez, restablecido en Venezuela, había desafiado a George W. Bush y había salido vencedor. Saddam plantaba cara y se disponía a ser invadido. Las reservas de petróleo alcanzaban el nivel más bajo de los últimos tres decenios, casi, y no parecía que fuese posible pedir más a nuestros principales proveedores. Peligraban, por tanto, las cuentas de pérdidas y ganancias de la corporatocracia. Necesitábamos un as en la manga. Había llegado el momento de reclamar nuestra libra de carne ecuatoriana.

Mientras dejaba atrás el descomunal embalse sobre el río Pastaza, iba comprendiendo que allí en Ecuador la batalla no se limitaría a la clásica lucha entre los ricos del mundo y los menesterosos, entre los explotadores y los explotados. En ese frente quedaría definido, en el fondo, lo que éramos en tanto que civilización. Un pequeño país sería obligado a abrir sus selvas amazónicas a nuestras compañías petroleras, pero la devastación que resultaría de ello iba a ser indescriptible.

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Si nos empeñábamos en cobrarnos la deuda, las consecuencias llegarían mucho más lejos de lo que nadie puede cuantificar. No se trataba sólo de la destrucción de unas culturas indígenas, de vidas humanas y de cientos de miles de especies de animales, reptiles, peces, insectos, y plantas, algunas de las cuales encierran tal vez el secreto de la curación de una infinidad de enfermedades. No se trataba sólo del bosque tropical húmedo que absorbe los mortíferos gases de invernadero expulsados por nuestras industrias, que suministra el oxígeno esencial para la vida de todos, y que alimenta las nubes de las que depende una elevada proporción del agua potable que necesita el mundo. La trascendencia de la cuestión iba más allá de estas cuestiones que agitan los ecologistas deseosos de salvar esos lugares. Afectaba a lo más profundo de las conciencias. 

Si continuábamos con esa estrategia estaríamos prolongando un esquema imperialista que viene desde mucho antes del Imperio romano. Aunque vituperamos la esclavitud, nuestro imperio global esclaviza a mayor número de gentes que los romanos y todas las demás potencias coloniales que nos han precedido. Me pareció dudoso que fuese posible ejecutar tan miope política en el Ecuador, dejando a salvo nuestra conciencia colectiva...

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También, de este libro, acceder a:

ConfesionesDeUnGánsterEconómico El Final

 

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