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Fragmentos de libros. LA CANTANTE CALVA de Eugène Ionesco  Fragmentos II:

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La CC Repre1Ionesco con el grupo teatral que realizó la primera representación de La cantante calva.

...

SR. MARTIN:  ¡Muy curioso!... Pero yo, señora, dejé la ciudad de Manchester hace cinco semanas, más o menos.

SRA. MARTIN:  ¡Qué curioso! ¡Qué extraña coincidencia! Yo también, señor, dejé la ciudad de Manchester hace cinco semanas, más o menos.

SR. MARTIN:  Tomé el tren de las ocho y media de la mañana, que llega a Londres a las cinco menos cuarto, señora.

SRA. MARTIN:  ¡Qué curioso! ¡Qué extraño! ¡Y qué coincidencia! ¡Yo tomé el mismo tren, señor, yo también!

SR. MARTIN: ¡Dios mío, qué curioso! ¿Entonces, tal vez, señora, la vi en el tren?

SRA. MARTIN: Es muy posible, no está excluido, es posible y, después de todo, ¿por qué no?... Pero yo no lo recuerdo, señor.

SR. MARTIN: Yo viajaba en segunda clase, señora. No hay segunda clase en Inglaterra, pero a pesar de ello yo viajo en segunda clase.

SRA. MARTIN: ¡Qué extraño, qué curioso, qué coincidencia! ¡Yo también, señor, viajaba en segunda clase!

SR. MARTIN: ¡Qué curioso! Quizás nos hayamos encontrado en la segunda clase, estimada señora.

SRA. MARTIN: Es muy posible y no queda completamente excluido. Pero lo recuerdo muy bien, estimado señor.

SR. MARTIN: Yo iba en el coche número 8, sexto compartimiento, señora.

SRA. MARTIN: ¡Qué curioso! Yo iba también en el coche número 8, sexto compartimiento, estimado señor.

SR. MARTIN: ¡Qué curioso y qué coincidencia extraña! Quizá nos hayamos encontrado en el sexto compartimiento, estimada señora.

SRA. MARTIN: Es muy posible, después de todo. Pero no lo recuerdo, estimado señor.

La CC AlexeyMakarevich.SR. MARTIN: En verdad, estimada señora, yo tampoco lo recuerdo, pero es posible que nos hayamos visto allí, y si reflexiono sobre ello, me parece incluso muy posible.

SRA. MARTIN: ¡Oh, verdaderamente, verdaderamente, señor!

SR. MARTIN: ¡Qué curioso! Yo ocupaba el asiento número 3, junto a la ventana, estimada señora.

SRA. MARTIN: ¡Oh, Dios mío, qué curioso y extraño! Yo tenía el asiento número 6, junto a la ventana, frente a usted, estimado señor.

SR. MARTIN: ¡Oh, Dios mío, qué curioso y qué coincidencia! ¡Estábamos, por lo tanto, frente a frente, estimada señora! ¡Es allí donde debimos vernos!

SRA. MARTIN:  ¡Qué curioso! Es posible, pero no lo recuerdo, señor.

SR. MARTIN:  Para decir la verdad, estimada señora, tampoco yo lo recuerdo. Sin embargo, es muy posible que nos hayamos visto en esa ocasión.

SRA. MARTIN:  Es cierto, pero no estoy de modo alguno segura de ello, señor.

SR. MARTIN:  ¿No era usted, estimada señora, la dama que me rogó que colocara su valija en la red y que luego me dio las gracias y me permitió fumar?

SRA. MARTIN:  ¡Sí, era yo sin duda, señor! ¡Qué curioso, qué curioso, y qué coincidencia!

SR. MARTIN:  ¡Qué curioso, qué extraño, y qué coincidencia! Pues bien, entonces, ¿tal vez nos hayamos conocido en ese momento, señora?

SRA. MARTIN:  ¡Qué curioso y qué coincidencia! Es muy posible, estimado señor. Sin embargo, no creo recordarlo.

SR. MARTIN:  Yo tampoco, señora.

Un momento de silencio. El reloj toca 2–1.

SR. MARTIN:  Desde que llegué a Londres vivo en la calle Bromfield, estimada señora.

SRA. MARTIN:  ¡Qué curioso, qué extraño! Yo también, desde mi llegada a Londres, vivo en la calle Bromfield, estimado señor.

SR. MARTIN:  Es curioso, pero entonces, entonces tal vez nos hayamos encontrado en la calle Bromfield, estimada señora.

SRA. MARTIN:  ¡Qué curioso, qué extraño! ¡Es muy posible, después de todo! Pero no lo recuerdo, estimado señor.

SR. MARTIN: Yo vivo en el número 19, estimada señora.

SRA. MARTIN:  ¡Qué curioso! Yo también vivo en el número 19, estimado señor.

SR. MARTIN:  Pero entonces, entonces, entonces, entonces quizá nos hayamos visto en esa casa, estimada señora.

SRA. MARTIN: – Es muy posible, pero no lo recuerdo, estimado señor.

BaldSoprano1SR. MARTIN: Mi departamento está en el quinto piso, es el número 8, estimada señora.

SRA. MARTIN: – ¡Qué curioso, Dios mío, y qué extraño! ¡Y qué coincidencia! ¡Yo también vivo en el quinto piso, en el departamento número 8, estimado señor!

SR. MARTIN (pensativo): – ¡Qué curioso, qué curioso, qué curioso y qué coincidencia! Sepa usted que en mi dormitorio tengo una cama. Mi cama está cubierta con un edredón verde. Esa habitación, con esa cama y su edredón verde, se halla en el fondo del pasillo, entre los retretes y la biblioteca, estimada señora.

SRA. MARTIN: – ¡Qué coincidencia, Dios mío, qué coincidencia! Mi dormitorio tiene también una cama con un edredón verde y se encuentra en el fondo del pasillo, entre los retretes y la biblioteca, mi estimado señor.

Sr. MARTIN: – ¡Es extraño, curioso, extraño! Entonces, señora, vivimos en la misma habitación y dormimos en la misma cama, estimada señora. ¡Quizá sea en ella donde nos hemos visto!

SRA. MARTIN: – ¡Qué curioso y qué coincidencia! Es muy posible que nos hayamos encontrado allí y tal vez anoche. ¡Pero no lo recuerdo, estimado señor!

SR. MARTIN: – Yo tengo una niña, mi hijita, que vive conmigo, estimada señora. Tiene dos años, es rubia, con un ojo blanco y un ojo rojo, es muy linda y se llama Alicia, mi estimada señora.

SRA. MARTIN: – ¡Qué extraña coincidencia! Yo también tengo una hijita de dos años con un ojo blanco y un ojo rojo, es muy linda y se llama también Alicia, estimado señor.

SR. MARTIN (con la misma voz lánguida y monótona):  ¡Qué curioso y qué coincidencia! ¡Y qué extraño! ¡Es quizá la misma, estimada señora!

SRA. MARTIN: – ¡Qué curioso! Es muy posible, estimado señor.

 Un momento de silencio bastante largo. . . El reloj suena veintinueve veces.

 SR. MARTIN (después de haber reflexionado largamente, se levanta con lentitud y, sin apresurarse, se dirige hacia la señora Martin, quien, sorprendida por el aire solemne del señor Martin, se levanta también, muy suavemente; el señor Martin habla con la misma voz rara, monótona, vagamente cantante):  Entonces, estimada señora, creo que ya no cabe duda, nos hemos visto ya y usted es mi propia esposa. . . ¡Isabel, te he vuelto a encontrar!

SRA. MARTIN (se acerca al señor Martin sin apresurarse. Se abrazan sin expresión. El reloj suena una vez, muy fuertemente. El sonido del reloj debe ser tan fuerte que sobresalte a los espectadores. Los esposos Martin no lo oyen): ¡Donald, eres tú, darling!

Se sientan en el mismo sillón, se mantienen abrazados y se duermen. El reloj sigue sonando muchas veces. Mary, de puntillas y con un dedo en los labios, entra lentamente en escena, y se dirige al público...

  _  

 ESCENA V

 Los mismos y Mary

LysaSpiewazkaMARY:  Isabel y Donald son ahora demasiado dichosos para que puedan oírme. Por lo tanto, puedo revelarles a ustedes un secreto. Isabel no es Isabel y Donald no es Donald. He aquí la prueba: la niña de que habla Donald no es la hija de Isabel, no se trata de la misma persona. La hijita de Donald tiene un ojo blanco y otro rojo, exactamente como la hijita de Isabel. Pero en tanto que la hija de Donald tiene el ojo blanco a la derecha y el ojo rojo a la izquierda, la hija de Isabel tiene el ojo rojo a la derecha y el blanco a la izquierda. En consecuencia, todo el sistema de argumentación de Donald se derrumba al tropezar con ese último obstáculo que aniquila toda su teoría. A pesar de las coincidencias extraordinarias que parecen ser pruebas definitivas, Donald e Isabel, al no ser padres de la misma criatura, no son Donald e Isabel. Es inútil que él crea que ella es Isabel, es inútil que ella crea que él es Donald: se equivocan amargamente. Pero ¿quién es el verdadero Donald? ¿Quién es la verdadera Isabel? ¿Quién tiene interés en que dure esa confusión? No lo sé. No tratemos de saberlo. Dejemos las cosas como están. (Da algunos pasos hacia la puerta y luego vuelve y se dirige al público.) Mi verdadero nombre es Sherlock Holmes.

Sale.

   _  

De la Escena VII  (Sr. y Sra. Martin y Sr. y Sra. Smith).

SR. SMITH (a los esposos Martin):  Ustedes que viajan mucho deberían tener, no obstante, cosas interesantes que relatarnos.

SR. MARTIN (a su esposa): –Diles, querida, lo que has visto hoy.

SRA. MARTIN: No merece la pena, no me creerían.

SR. SMITH: ¡No vamos a poner en duda su buena fe!

SRA. SMITH: Nos ofenderían si pensaran eso.

SR. MARTIN (a su esposa): Les ofenderías, querida, si lo pensaras.

SRA. MARTIN (graciosa): Pues bien, hoy he presenciado algo extraordinario, algo increíble.

SR. MARTIN: Apresúrate a decirlo, querida.

SR. SMITH: Nos vamos a divertir.

SRA. SMITH: Por fin.

SRA. MARTIN: Pues bien, hoy, cuando iba al mercado para comprar legumbres, que son cada vez más caras...

SRA. SMITH:  ¡Adonde va a ir a parar eso!

SR. SMITH: – No debes interrumpir, querida, malvada

SRA. MARTIN: – Vi en la calle, junto a un café, a un señor, convenientemente vestido, de unos cincuenta años de edad, o ni siquiera eso, que...

Scenes00225SR. SMITH: – ¿Quién? ¿Cuál?

SRA. SMITH: ¿Quién? ¿Cuál?

SR. SMITH (a su esposa): – No hay que interrumpir, querida; eres fastidiosa.

SRA, SMITH: – Querido, eres tú el primero que ha interrumpido, grosero.

SR. MARTIN: – ¡Chitón! (A su esposa.) ¿Qué hacía ese señor?

SRA. MARTIN: – Pues bien, van a decir ustedes que invento, pero había puesto una rodilla en tierra y estaba inclinado.

SR. MARTIN. SR. SMITH, SRA. SMITH: – ¡Oh!

SRA. MARTIN: – Sí, inclinado.

SR. SMITH: – No es posible.

SRA. MARTIN: – Sí, inclinado. Me acerqué a él para ver lo que hacía.. .

SR. SMITH:  ¿Y?

SRA. MARTIN: –Se anudaba las cintas de los zapatos que se le habían soltado.

Los otros tres:  ¡Fantástico!

SR. SMITH: Si no lo dijera usted, no lo creería.

SR. MARTIN: ¿Por qué no? Se ven cosas todavía más extraordinarias cuando se circula. Por ejemplo, hoy he visto yo mismo en el subterráneo, sentado en una banqueta, a un señor que leía tranquilamente el diario.

SRA. SMITH: ¡Qué extravagante!

SR. SMITH: ¡Era quizás el mismo!

Llaman en la puerta de entrada.

DieKahleSangerinSR. SMITH: Llaman.

SRA. SMITH: Debe de ser alguien. Voy a ver. (Va a ver. Abre y vuelve.) Nadie.

Se sienta otra vez.

SR. MARTIN: Voy a citarles otro ejemplo...

Suena la campanilla.

SR. SMITH: Llaman otra vez.

SRA. SMITH: Debe de ser alguien. Voy a ver. (Va a ver. Abre y vuelve.) Nadie.

Vuelve a su asiento.

SR. MARTIN (que ha olvidado dónde está) ¡Eh!...

SRA. MARTTN: Decías que ibas a citar otro ejemplo.

SR. MARTIN: Ah, sí...

Suena la campanilla.

SR. SMITH: Llaman.

SRA. SMITH: Yo no voy más a abrir.

SR. SMITH: Sí, pero debe de ser alguien.

SRA. SMITH: La primera vez no había nadie. La segunda vez, tampoco. ¿Por qué crees que habrá alguien ahora?

SR. MARTIN: ¡Porque han llamado!

SRA. MARTIN: Ésa no es una razón.

SR. MARTIN: ¿Cómo? Cuando se oye llamar a la puerta es porque hay alguien en la puerta que llama para que le abran la puerta.

SRA. MARTIN: No siempre. ¡Lo acaban de ver ustedes!

SR. MARTIN: La mayoría de las veces, sí.

SR. SMITH: Cuando yo voy a casa de alguien llamo para entrar. Creo que todo el mundo hace lo mismo y que cada vez que llaman es porque hay alguien.

SRA. SMITH: Eso es cierto en teoría, pero en la realidad las cosas suceden de otro modo. Lo has visto hace un momento.

SRA. MARTIN: Su esposa tiene razón.

CarcajadasMecanicasSR. SMITH: ¡Oh, ustedes, las mujeres, se defienden siempre mutuamente!

SRA. SMITH: Bueno, voy a ver. No dirás que soy obstinada, pero verás que no hay nadie. (Va a ver. Abre la puerta y la cierra de nuevo.) Ya ves que no hay nadie.

Vuelve a su sitio.

SRA. SMITH: ¡Ah, estos hombres quieren tener siempre razón y siempre se equivocan!

Se oye llamar otra vez.

SR. SMITH: Llaman de nuevo. Tiene que ser alguien.

SRA. SMITH (con un ataque de ira): No me mandes a abrir la puerta. Has visto que era inútil. La experiencia nos enseña que cuando se oye llamar a la puerta es que nunca está nadie en ella.

SRA. MARTIN: Nunca.

SR. MARTIN: Eso no es seguro.

SR. SMITH: Incluso es falso. La mayoría de las veces, cuando se oye llamar a la puerta es que hay alguien en ella.

SRA. SMITH: No quiere desistir.

SRA. MARTIN: También mi marido es muy testarudo.

SR. SMITH: Hay alguien.

SR. MARTIN: No es imposible.

Sello pareceSRA. SMITH (a su marido): No.

SR. SMITH: Sí.

SRA. SMITH: Te digo que no. En todo caso, ya no me molestarás inútilmente. ¡Si quieres ver quién es, vete tú mismo!

SR. SMITH: Voy.

La señora Smith se encoge de hombros. La señora Martin menea la cabeza.

SR. SMITH (va a abrir): ¡Ah! ¿How do you do? (Lanza una mirada a la señora Smith y a los esposos Martin, quienes manifiestan su sorpresa.) ¡Es el capitán de los bomberos! ...

...

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