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Fragmentos de libros. LA SÉPTIMA CRUZ de Anna Seghers  Comienzo II :

Acceso/Volver al COMIENZO I de este libro: Cruz2Celeste177

Continúa.   (Se muestra alguna información de las imágenes al sobreponer el ratón sobre ellas) 

       ... De todo esto nos enteramos mucho después. Si el primer comandante fue un loco, con accesos terribles, imprevisibles, de crueldad, el nuevo era un hombre tímido que permitía prever todas sus reacciones. Fahrenberg era capaz de hacernos fusilar a todos en un instante, y Sommerfeld era capaz de ponernos en fila india y liquidar a uno de cada cuatro. Esto no lo sabíamos aún. Pero daba igual. Nada hubiera quebrantado el sentimiento que nos embargaba cuando talaron los seis árboles y luego el séptimo. Un minúsculo triunfo, sin duda, en medio de nuestra impotencia de prisioneros uniformados. Pero un triunfo al fin, que nos hizo tomar conciencia de nuestra propia fuerza, esa fuerza que nosotros mismos habíamos considerado como una de tantas fuerzas de la tierra, siendo en realidad la única que puede agigantarse de pronto hasta lo inconmensurable.

TheSeventhCrossAquella noche encendieron la calefacción en nuestra barraca. El tiempo había dado un cambio brusco. Hoy no estoy tan seguro de que la escasa leña que alimentó nuestra estufita de hierro colado procediera de aquella tala. Así lo creímos entonces. 

     Nos apretamos alrededor de la estufa para secar nuestra ropa y porque la vista insólita del fuego reanimaba nuestros corazones. El SA nos dio la espalda y se asomó automáticamente a la ventana enrejada. La fina llovizna, pura niebla, se había trocado en un fuerte aguacero que las ráfagas de viento lanzaban contra la barraca. Al fin y al cabo un SA sólo oye y ve una vez al año la entrada del otoño.

   _ 

     CruzArdiendoPiLas astillas crepitaban al fuego. Dos llamitas azules nos hicieron adivinar los carbones encendidos. Nos concedieron cinco paletadas de carbón, que sólo pudieron calentar durante algunos minutos la aireada  barraca, sin llegar a secar nuestra ropa. Pero entonces no pensamos en eso. Pensamos sólo en la leña que ardía a nuestra vista. Hans dijo en voz baja, mirando de reojo al guardia y sin mover los labios:

      -  Cómo cruje.

     Edwin comentó:

      -  El séptimo.

        Todos los rostros florecieron en extraña sonrisa, mezcla de cosas incongruentes, de esperanzas y burla, de impotencia y valor. Contuvimos la respiración. La lluvia azotaba unas veces las tablas y otras el tejado de hojalata de la barraca. El más joven, Erich, dijo mirando con el rabillo del ojo, que concentraba en aquel momento todo su interior y también el nuestro:

     - ¿Dónde estará ahora?

  ...

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CurzHormigaYNaranja177 Los fragmentos

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