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Fragmentos de libros. HELENA O EL MAR DEL VERANO de Julián Ayesta  Comienzo II:

Acceso/Volver al COMIENZO I de este libro: HelenaAndrin177

Continúa...   (Se muestra alguna información de las imágenes al sobreponer el ratón sobre ellas)

        ... Y por las tardes había corrida y los hombres tenían la cara y las mejillas y las narices brillantes. Y también brillaba el café, tan negro con cenizas de puro rodeando la taza. Y los hombres se reían de medio lado porque tenían petalo de rosa de lipaun puro en la boca y hablaban y se reían como los viejos sin dientes, sacando la punta de la lengua llena de saliva y todo entre una nube azulada de humo. Y era muy bonito ver cómo el color del humo iba cambiando según le diera el sol. Y como era el Día de la Asunción de Nuestra Señora los niños habíamos ido a tirar pétalos de rosas a la Virgen y sonaban las gaitas, y los voladores, y los violines y la voz de los cantores ya dentro de la iglesia. Y olía todo a incienso, y a flores, y a rosquillas, y a churros, y a la sidra que estaban echando los hombres en el Campo de la Iglesia y al vestido nuevo. Y después todos corrimos a los automóviles y todo empezó a oler a gasolina y vinieron con nosotros los curas (que no se dice «curas» se dice «señores sacerdotes») que habían dicho la misa cantada a comer. Y antes de empezar la comida nos apretaban los carrillos y nos preguntaban cómo nos llamábamos y si sabíamos que día caía nuestro santo y si HMarVeranoera un santo Confesor o un santo Obispo o una Santa Virgen o un Santo Eremita (¿qué es eremita?) y los paganos los echaban a los leones del Circo Romano. Y los sacerdotes olían muy suave, muy diferente a las demás personas mayores porque eran Ministros de Dios y discutían porque los querían hacer servirse los primeros, y decían «No faltaba más», y tío Arturo decía «Ande, ande, sírvase usted, don José, que ya sabemos todos que tenemos la mitra en casa.» (¿Qué es la mitra? «Los niños a callarse») Y todos se reían y don José empezaba a hablar tartamudeando: «Home, por Dios; home, por Dios…»pero todos seguían riéndose y los niños también, pero la cara tapada con la servilleta. Y después don José se levantó a dar las gracias y todos rezamos:

Jesucristo Rey de Vida,
aquel que nació en Belén
bendigamos esta comida
por su gracia, amén.

      Cuando íbamos en «Belén» a la abuela se le saltó la dentadura y cayó en el lavafrutas y chiscó toda la mesa de agua y todos nos reímos, don José también. Y hubo que empezar otra vez:

Jesucristo Rey de Vida,
aquel que nació en Belén
bendigamos esta comida
por su gracia, amén.

       Y tío Arturo decía siempre «¿Hay otro Jesucristo que no haya nacido en Belén?» y tía Honorina decía «Ya salió el volterianote», y los sacerdotes se reían Sirmio2y todos nos desperdigamos: las mujeres a arreglarse para la corrida, los niños al estanque a seguir la Gran Batalla Naval de Lepanto y los hombres volvían a sentarse bajo los robles y tomaban más café y más licores, y de vez en cuando se reían porque debían están contándose chistes. Y de repente todos los hombres se arremolinaron porque la butaca de don José se rompió y él cayó para atrás y se clavó en la cabeza un clavo que los niños habíamos pinchado en el tronco de un roble lleno de hiedra. Y era una cosa rara, una cosa horrible que no se podía pensar ver un sacerdote todo sangrando, con todo el pescuezo lleno de sangre muy brillante y muy roja y Tartanatoda cayendo por la espalda un hilo rojo, rojo, sobre la sotana negra. Y era tan horroroso y tan pecado que los niños teníamos miedo de verlo porque creíamos que los sacerdotes no tenían sangre, sino solo alma por dentro y huesos. Y cuando todas las personas mayores gritaban y corrían trayendo y llevando jarras de agua y medicinas y vendas y algodones los niños fuimos al fondo de la cochera y nos escondimos en la tartana vieja que olía tan bién, como a cosas antiguas, y estaba allí en los oscuro porque ya no se usaba hacía mucho tiempo y a los niños no nos dejaban subirnos a ella porque le último caballo que le enganchaban había muerto de tétanos...

...

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