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Fragmentos de libros.  BLANCO NOCTURNO de Ricardo Piglia   Fragmentos II

Acceso/Volver a los FRAGMENTOS I de este libro: Arriba FraLib
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... - Lo fundó mí abuelo dijo con desprecio. No había nada aquí cuando él llegó, sólo la tierra pelada, los ingleses levantaron la estación de ferrocarril y lo pusieron a cargo.

Su abuelo había nacido en Italia y había estudiado ingeniería y era técnico en ferrocarriles, y cuando llegó a la Argentina lo trajeron al desierto y lo dejaron al frente de un ramal, una parada -un cruce de vías en realidad- en medio del campo.

- Y ahora a veces pienso -dijo después- que si mi abuelo se hubiera quedado en Turín, Tony no habría muerto, incluso si nosotros no lo hubiéramos cruzado en Atlantic City o si él hubiera seguido viviendo con sus abuelos en Río Piedras, no lo habrían matado. ¿Cómo se llama eso?

-Se llama vida -dijo Renzi.

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Cap.4

Encontraron a Durán muerto en el piso de su cuarto de hotel, con una cuchillada en el pecho. Lo descubrió la chica de la limpieza porque se oía sonar el teléfono del otro lado de la puerta cerrada, sin que nadie lo atendiera, y ella pensó que la pieza estaba vacía. Eran las dos de la tarde…

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... - Lo mataron cuando abrió la puerta.

CuchilloBokerArbolito

- Lo empujaron -dijo Croce-, y ahí nomás lo madrugaron. Primero reconoció al que entraba y luego se sorprendió. -Se acercó al cadáver-. La puñalada fue muy profunda, muy exacta, como quien mala un ternero. Cuchillada criolla. De abajo hacia arriba, con el filo hacia adentro, entre las dos costillas. Cayó seco -dijo como si estuviera contando una película que hubiera visto esa tarde-. No hubo ruíido. Sólo un quejido. Estoy seguro de que el asesino lo sostuvo para que no cayera de golpe. Poca sangre. Lo levantas al otro, como un saco de huesos, y cuando lo dejas en el suelo ya está muerto. Retacón el asesino -concluyó Croce. Por la herida, se veía que era un facón cualquiera, de los que usan los paisanos para comer asado. Un cuchillo arbolito como había miles en la provincia.

- Seguro tiraron el arma en la laguna. -El comisario hablaba, medio extraviado-. Hay muchos cuchillos en el fondo del rio. De chico me zambullía y siempre encontraba alguno...

- ¿Cuchillos?

- Cuchillos y muertos. Un cementerio. Suicidas, borrachos, indios, mujeres. Cadáveres y cadáveres bajo la laguna. Vi un viejo, un día, el pelo largo y blanco, le había seguido creciendo y parecía un tul en el agua transparente. -Se detuvo-. En el agua el cuerpo no se corrompe, la ropa sí, por eso los muertos flotan desnudos entre los yuyos. He visto muertos pálidos, de pie, con los ojos abiertos, como grandes peces blancos en un acuario…

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... - Lo que deja un muerto no es nada -dijo Croce,

Ése es el misterio de los crímenes, la sorpresa del que muere sin estar preparado. ¿Qué ha dejado sin hacer? ¿A quién ha visto por última vez?

Siempre había que empezar la investigación por la victima, era el primer rastro, la luz oscura.

BBenson TheNinthHourEn el baño no había nada especial, un frasco de Actemin, un frasco de Valium, una caja de Tylenol En el canasto de mimbre de la ropa sucia encontraron una novela de Ben Benson, The Ninth Hour, un mapa del Automóvil Club con las rutas de la provincia de Buenos Aires, un corpiño de mujer, una bolsita de nylon con monedas norteamericanas.

Volvieron a la pieza; antes de que el cadáver fuera fotografiado y llevado a la morgue para la autopsia tenían que preparar un informe escrito. Tarea bastante ingrata que el comisario delegaba en su asistente,

Croce se paseaba de un lado a otro, observando a saltos, sin detenerse en ningún lugar, murmurando, como si pensara en voz alta, en una especie de susurro continuo. Está raro el aire, dijo. Coloreado, una especie de arco iris contra la luz del sol, un aire azul. ¿Qué era?...

En el depósito, amontonados sin orden, estaban los restos del pasado de la vida en el hotel. Baúles, canastas de mimbre, valijas, recados, lienzos enrollados, marcos vacíos, relojes de pared, un almanaque de 1962 de la fábrica de los Belladona, un pizarrón, un jaulón para pájaros, máscaras de esgrima, una bicicleta sin la rueda delantera, lámparas, faroles, urnas electorales, una estatua de la Virgen María sin cabeza, un Cristo que seguía con la mirada, colchones arrollados, una máquina de cardar lana.

No había nada que llamara la atención. Salvo un billete de cincuenta dólares tirado en el piso en un costado.

Raro. Un billete nuevo. Croce lo guardó en un sobre transparente con las oirás evidencias. Miró la fecha de emisión. Billete. Serie 1970.

- ¿Y de quién es?

Ulysses-grant- De cualquiera -dijo Croce. Miró el billete de un lado y del otro como si buscara identificar al que se le había caído. ¿Sin querer? Pagaron algo y se les cayó. Quizá, Vio en el billete la cara del general Grant; the butcher, el borracho, un héroe, un criminal, inventó la táctica de la tierra arrasada, iba con el ejército del Norte y quemaba las ciudades, los sembrados, sólo entraba en batalla cuando tenía una superioridad de cinco a uno, después fusilaba a todos los prisioneros-. Ulysses Grant, el carnicero: mira dónde terminó, en un billete tirado en el piso de un hotelito de morondanga, -Se quedó pensando con el sobre transparente en la mano. Se lo mostró a Saldías como si fuera un mapa-, ¿Ves? Ahora entiendo, m'hijo,- Mejor dicho, me parece que ya sé lo que pasa. Vinieron a robarlo, bajaron por el montacargas, se dividieron la plata. ¿O la guardaron? Se les cayó el billete en el apuro.

- ¿Bajaron? -dijo Saldías.

- O subieron -dijo Croce...

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C8 p131/134

En ese momento vieron a Cueto que se les acercaba por el pasillo, con una sonrisita sobradora,

- ¿Qué dicen las conciencias alquiladas de la patria…?

- Siéntese, doctor.

Cueto tenía el físico seco y fibroso, vagamente repulsivo, de los hombres mayores que hacen mucho deporte y se mantienen en una especie de patética juventud perpetua,

- Un minuto nomás -dijo Cueto.

- ¿Conoces a Renzi?

Portada de La Opinión.- ¿Escribís en La Opinión, vos?

- No... -dijo Renzi.

- Ah, entonces sos un fracasado… -Sonrió con aire cómplice y levantó la botella de vino del balde y se sirvió en una copa de agua que vació en el hielo. Después le ofreció a Renzi.

- No, mejor no sigo tomando.

- Nunca dejes de tomar cuando todavía seas capaz de pensar que es mejor que no bebas, como decía mi tía Amanda. -Paladeó el vino-. De primerísima -dijo-. El alcohol es uno de los pocos placeres simples que quedan en nuestra vida moderna. -Miraba todo el tiempo alrededor como buscando a algún conocido. Tenía algo extraño en el ojo izquierdo, una mirada azul y fija, que inquietó a Renzi-. Ayer salió una noticia increíble, claro que ustedes los periodistas, nunca leen los diarios.

Dos guerrilleras habían matado a un conscripto** en una base aérea de Morón. Bajaron de un Peugeot, se acercaron sonriendo a la garita de guardia, llevaban una pistola calibre 45 escondida en la revista Siete Días, y cuando el colimba se resistió a entregarle su arma, lo mataron a tiros.

** («Hoy recibieron sepultura en el cementerio de San Justo los restos de soldado Luis Ángel Medina, que ayer fuera ultimado a balazos por dos mujeres pertenecientes a un comando extremista. Ésa sería la última guardia de Medina dado que, al haber cumplido el servicio militar, saldría licenciado el próximo viernes. Sin embargo, por razones de servicio, fue destinado precisamente el día fatal para cubir el puesto en el que encontró la muerte» (La Razón, 14 de marzo de 1972. )

- Se resistió, mirá si se va a resistir, les habría dicho: Chicas, ¿qué les pasa?. no me saquen el fusil que me mandan en cana… Se llamaba Luis Ángel Medina. Por ahí era correntino, andá a saber, un negrito, peleaban por él, ellas, por los negros del mundo, pero van y lo matan. –Volvió a servirse vino-. Están cocinadas, las dos, van a andar siempre jumas, a partir de ahora, ¿no? -dijo Cueto-, Escondidas, metidas en un embute, tomando mate, las troskas, en una quinta de Temperley...

EstrellaRoja ERP- Bueno -dijo Renzi, tan lurioso que empe a hablar en un tono demasiado alto-, la desigualdad entre Los hombres y las mujeres se termina cuando una mujer empuña un arma. -Y siguió, tratando de ser lo más pedante posible en medio de las brumas del alcohol-. El término nobilis o nobilitas en las sociedades tradicionales definía a la persona libre, ¿no? Y esa definición significa la capacidad de llevar armas. ¿Qué pasa si son las mujeres las que llevan las armas?

- Todos soldados -dijo Bravo-. Mira qué bien. Soldados de Perón.,.

- No, ¡del Ejército Revolucionario del Pueblo! -dijo Cueto-, Ésos son los peores, primero matan al voleo y después se mandan un comunicado hablando de los pobres del mundo,

- La ética es como el amor -dijo Renzi-. Se vive en presente, las consecuencias no importan. Si uno piensa en el pasado es porque ya perdió la pasión…

- Tenés que escribir estas grandes verdades nocturnas.

- Claro -dijo Renzi-, El sacrificio más grande es acatar la segunda ética**

EticaLukacs** En relación con el crimen político, G. Lukács, en sus notas para un libro sobre Dostoievski (1916), cita a Bakunin: El asesinato no está permitido, es una culpa absoluta e imperdonable; ciertamente no puede, pero debe ser ejecutado. Como el héroe trágico, el auténtico revolucionario afronta el mal y acepta sus consecuencias. Solo el crimen realizado por el hombre que sabe firmemente y fuera de toda duda que el asesinato no puede ser aprobado bajo ninguna circunstancia, es de naturaleza moral. De ese modo Lukács distingue entre la primera ética –o ética kantiana-, que delimita los deberes según las necesidades inmediatas de la sociedad, y la segunda éltica, centrada en la trascendencia. Y Likács cita Temblor y temblor de Kerkegaard: El contacto directo con la trascendencia en la veda lleva al crimen, a la locura y al absurdo (nota de Renzi. )

- ¿Segunda ética? Demasiado para mí… Disculpen, señores periodistas, pero se me hace tarde… -dijo Cueto, y empezó a levantarse.

- Haría falta un asesino seríal femenino -siguió Renzi-. No hay mujeres que maten hombres en serie, sin motivo, porque sí. Tendrían que aparecer.

- Por ahora, las mujeres solo matan a un marido por vez… -Dijo Cueto, mirando la sala.

Ya se había desentendido de ellos, harto de esa sarta de abstracciones ridículas. Ellos dos seguían ahí, pero Cueto ya no estaba.

- Me voy, che -dijo entonces Renzi-, viajé de noche, estoy fundido.

Bravo lo acompañó unas cuadras por el pueblo en sombras y se detuvo en el borde de la plaza.

- Se estaba haciendo ver con Ada Belladona. No entiendo -dijo Renzi.

- La pretende, como se dice por acá... Fue el abogado do la fábrica, el abogado de la familia Belladona, en realidad... Cuando se armó e! lío entre los hermanos se abrió y ahora es fiscal… va a llegar lejos.

- Mira de un modo raro.

- Tiene un ojo de vidrio, lo perdió jugando al polo -Bravo subió al auto y se asomó por la ventanilla-. ¿Querías hacerlo picar? Mirá que es un tipo peligroso.

- Me vengo pasando tipos peligrosos por las pelotas desde que tengo memoria…

Bravo tocó la bocina en signo de saludo o de desaprobación, y arrancó hacia la ruta. Vivía en las afuera, en un barrio residencial, en lo alto de los cerros…

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C10 p158

… Se quedaron en silencio, mirando el caballo, que pastoreaba en el potrero. En una aguada, al costado, entre los yuyos, apareció una luz mala, una fosforescencia luminosa que parecía arder como una llama blanca sobre la llanura. Era un alma en pena, la presencia triste de los aparecidos que tiraban esa claridad lívida; la miraron con un silencio respetuoso.

  -Debe ser él -dijo Huergo.

  - La osamenta de un gaucho -dijo respetuoso, desde lejos, el gendarme.

  - Nomás los huesos de un animal -dijo Croce.

CircoHnosRiveroSubieron al auto y se despidieron. Renzi supo años después que el paisano Hilario Huergo, el domador, en el ocaso de su vida había terminado con Tácito conchabado en el circo de los Hermanos Rivero. Recorrían el interior de la provincia y el Tape Huergo, como le decían ahora, había inventado un número extraordinario. Montaba en el alazán y se hacía subir hasta lo alto de la carpa con un sistema de aparejos y poleas. Parecía que flotaba en el aire, porque las patas del animal se apoyaban en cuatro discos de fierro que le cubrían justo el redondel de los vasos, como los alambres y las roldanas estaban pintados de negro la impresión que se tenía era que el hombre se subía al cielo montado en el alazán. Y cuando estaba arriba, con toda la gente en silencio, el Tape Huergo le hablaba al caballo y miraba la oscuridad abajo, el círculo claro de la arena como una moneda, y entonces prendía unos fuegos de artificio de todos colores y allá en lo alto, vestido de negro, con sombrero de ala fina y barba en punta, parecía el mismo Lucifer. Hacía siempre ese número fantástico, él, que había sido un gran domador, inmóvil ahora en el caballo, arriba de todo, sintiendo el viento contra la lona de la carpa, hasta esa noche en que una chispa de fuego le entró en un ojo al caballo y el animal, asustado, se paró en dos patas y Huergo lo sostuvo de la rienda, alzado, sabiendo que no iba a poder asentar otra vez las manos del animal justo en los redondeles de fierro y ahí, como si todo formara parte del número, se sacó el sombrero y saludó con el brazo en alto y después se vino abajo y se estrelló contra la pista. Pero eso pasó -o se lo contaron- muchos años después... 

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c11 p173

... - Hasta que terminamos el secundario casi ni los veíamos porque en ese entonces mis hermanos ya habían inaugurado la fábrica lejos del pueblo y nosotras nos fuimos a estudiar a La Plata. Eso fue en 1962. Mi abuelo usó parte de su fortuna para comprar los terrenos, cerca de la ruta provincial, una zona que no era nada y ahora vale un dineral. Mi abuelo murió sin ver la fábrica terminada y mi hermano la construyó como quien cumple la promesa hecha a un muerto.

BN HolandaEnseguida empezaron a hacer plata y a crecer y al final tenían cerca de cien obreros trabajando en la planta, pagaban los mejores sueldos de la provincia, Belladona Hermanos. Viajaron a Cincinatti a comprar unas maquinarias carísimas, lo último de lo último. Y ése fue el principio del fin, de golpe todo se empezó a venir abajo, el gobierno devaluó el peso, la política económica pegó un viraje. Los costos de los créditos en dólares se hicieron imposibles, entonces mi padre, para salvarlo, como decía, hizo trampa, le hizo trampa a su hijo, quiero decir, convenció a Lucio de que armara una sociedad anónima para rescatar la inversión y empezó a negociar las acciones preferenciales y mi hermano perdió el control de la empresa. Una noche Luca salió con un revólver a buscar a mi padre en su casa... para matarlo.

- Sí, ya sé, ya me contaron.

- Se encegueció -dijo Sofía-. Lo buscó para matarlo -repitió, y volvió a levantarse y a caminar nerviosa por la galería-. Aullaba como un lobo hambriento, pobrecito... **

Hay algunos hombres -dijo después- que sobreviven a todas las catástrofes, a todos los tormentos, digamos, porque tienen una convicción absoluta y una simpatía que los hace admirables. Un resplandor en el fondo de los ojos que alumbra la luz de los demás, una capacidad de inspirar afecto, no, no, no es afecto, es comprensión, y Luca es así. Cualquiera que enfrente todo lo que mi hermano tuvo que enfrentar habría capitulado, pero él no. Imposible, él es un obsesionado, capaz de borrar el mundo y seguir adelante persiguiendo la luz de la perfección hasta que al final, claro, choca con la realidad. Porque es la realidad lo que te hace hocicar -dijo ella-. La realidad te espera y te manea. Luca se endeudó, hipotecó la planta, pero no dejó que le vendieran la fábrica. Levantó la quiebra, empezó a hacer lo que podía hacer...

- Se encerró en la fábrica.

- Se fue a vivir a la fábrica, era el esplendor de la ilusión, la esperanza de sobrevivir... y ya no salió más.

** Croce había encontrado a Luca arrinconado junto a la reja cerrada de la casona de los Belladona esperando que llegara el día para matar a su padre. El Viejo había encendido las luces del jardín, clausurado las puertas y había llamado a la policía. El comisario se acercó a Luca, tranquilo, como si lo hubiera encontrado por casualidad. A pesar de que estaba muy exaltado, Luca era tan respetuoso y tan cortés que lo saludó y empezó a hablar de bueyes perdidos, con la mano del revólver escondida en la espalda. Vas a seguir discutiendo con él, lo mates o no lo mates, le dijo de pronto Croce, y al rato lo había convencido. Luca quiso darle el revólver, pero el comisario le dijo que no hacía falta. Le diera o no el revólver, podía matarlo igual. Las dos disyuntivas y la muestra de confianza terminaron de calmarlo. Así que Luca se subió al auto y arrancó marcha atrás, muy nervioso. Al pasar por la laguna tiró el revólver al agua, «para que no lo tentara el demonio».

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      De la Segunda parte.

c15 p222

… Había puesto dos avisos en la X10 Radio Rural dos días continuos solicitando un secretario privado y se habían presentado varios paisanos con el sombrero en la mano, tranquilos, chuecos, hombres de a caballo, con la cara tostada y la frente blanca marcada por la línea donde la cubría el ala del sombrero. Eran arrieros, troperos, domadores, todos sin trabajo por el proceso de concentración de las grandes estancias que liquidaba a los chacareros, a los arrendatarios y a los trabajadores temporarios que siguen la ruta de las cosechas, hombres de honor, según decían, que habían entendido la palabra secretario como la profesión de alguien capaz de guardar un secreto, y todos se presentaron para jurar «si hace falta» que ellos eran una tumba, porque desde luego, dijo Luca, «conocían nuestra historia y nuestras desdichas» y se arriesgaban a venir hasta las casas porque estaban dispuestos a no decir ni una palabra que no les fuera autorizada a decir y además, desde luego, podían hacer también su trabajo y miraban al costado de los muros a ver dónde estaba el corral de los animales o el terreno que debían cultivar.

CazadoresDePumasDos de ellos se habían presentado como tigreros, es decir, cazadores de pumas, primero un hombre alto con cicatrices en la cara y en las manos y después otro bajito y gordo, de mirada clara, muy marcado por la viruela, la piel como cuero seco y encima manco. Los dos dijeron ser hombres capaces de campear y de matar un puma sin armas de fuego, con un poncho y el cuchillo -incluso el manco, al que llamaban el Zurdo porque había perdido el brazo izquierdo-, si es que quedan pumas a los que se pueda matar con las manos, como habían hecho desde siempre estos cazadores que salían al amanecer a campear en los pajonales a los tigres cebados que atacaban a los terneros. Andaban por las estancias y por las chacras ofreciendo sus servicios, y habían terminado buscando trabajo en la fábrica, desconfiados y recelosos igual que un puma que se hubiera perdido en la noche y apareciera al amanecer por la calle central del pueblo, arisco y receloso, pisando el empedrado.

Pero no era eso, no, no buscaba un cazador de pumas, ni un capataz, ni un hachero, nada de lo que se necesita en una estancia, sino un secretario técnico que conociera los secretos de la palabra escrita y que le permitiera afrontar los avatares de la lucha en la que se había visto implicado en la larga guerra que llevaba librando contra las fuerzas atrabiliarias de la región.

- Porque en nuestro caso -decía Luca- se trata de una verdadera campaña militar en la que hemos obtenido victorias y derrotas; Napoleón ha sido siempre nuestra referencia central, básicamente por su capacidad para reaccionar ante la adversidad, hemos estudiado sus campañas en Rusia y hemos visto ahí más genio militar que en sus victorias. Hay más genio militar en Waterloo que en Austerlitz, porque en Waterloo el ejército no quiso retroceder, no quiso retroceder –repitió-, abrió el frente de batalla hacia la izquierda y sus tropas de refresco llegaron diez minutos tarde y esa maniobra, fracasada por causas naturales (grandes lluvias), fue su mayor acto de genio, todas las academias militares estudiaban esa derrota, que vale más que todas las victorias.

Albert Dieudonné NapoleonSe detuvo a preguntar por qué creían ellos que los locos del mundo entero se creían Napoleón Bonaparte. Por qué creían que cuando hay que dibujar un loco se lo dibuja con la mano en el pecho y el bicornio y ya sabe todo el mundo que se trata de un loco. ¿Alguien había pensado en eso?, preguntó. Soy Napoleón, el locus classicus del loco clásico. ¿Por qué?...

… - Por eso lo contratamos, porque entendimos que Schultz era, o sería, el hombre indicado para nuestro trabajo jurídico. ¿O no se funda la justicia en la creencia y en el verbo, igual que la religión? Hay una ficción judicial como hay una historia sagrada y en los dos casos creemos sólo en lo que está bien contado…

   

p227 - Que fue lo que nosotros no hicimos cuando organizamos el directorio (doce miembros) que pasó a dirigir nuestra fábrica. Habíamos dejado de ser una empresa familiar para convertirnos en una sociedad anónima con un directorio y ése fue el primer error. Al dejar de funcionar en la red de la familia, mi hermano y mi padre comenzaron a vacilar y perdieron la confianza, y ante las sucesivas crisis económicas y los embates de los acreedores se dejaron ganar por los cantos de sirena del Buitre Cueto, con su sonrisita perpetua y su ojo de vidrio; porque los cantos de sirena son siempre anuncios de que hay riesgos que deben evitarse, los cantos de sirena son siempre precauciones que invitan a no actuar, por eso Ulises se tapó con cera los oídos para no escuchar los cantos maternos que nos previenen sobre los riesgos y los peligros de la vida y nos inmovilizan y anulan. Nadie haría nada si tuviera que cuidarse de todos los riesgos no previstos de sus acciones. Por eso Napoleón es el ídolo de todos los locos y de todos los fracasados, porque tomaba riesgos, como un jugador que se juega todo a una carta y pierde pero vuelve a entrar en la partida siguiente con el mismo coraje y el mismo ímpetu. No hay contingencia ni azar, hay riesgos y hay conspiraciones. La suerte es manejada desde las sombras: antes atribuíamos las desgracias a la ira de los dioses, luego a la fatalidad del destino, pero ahora sabemos que en realidad se trata de conspiraciones y manejos ocultos.

Izdaja04»Hay un traidor entre nosotros -les dijo, sonriendo, el Industrial—, ésa debe ser la consigna básica de todas las organizaciones. —Y con un gesto señaló hacia la calle, hacia las paredes y las pintadas de los muros exteriores de la fábrica-. Y eso fue lo que nos sucedió a nosotros -dijo Luca-, porque en el interior de nuestra empresa familiar había un traidor que aprovechó el bien de familia para pegar el vizcachazo -dijo, usando como era habitual en él metáforas campestres que delataban su origen o al menos su lugar de nacimiento.

Luca contó que, según el seminarista, había dos tendencias contradictorias en la enseñanza de Cristo, que chocaban y se enfrentaban entre sí, por un lado los analfabetos y los tristes del mundo, pescadores, artesanos, prostitutas, campesinos pobres que recibían del Señor largas parábolas clarísimas, relatos y no conceptos, anécdotas y no ideas abstractas. En esa enseñanza se argumenta con narraciones, con ejemplos prácticos de la vida común, y de ese modo se oponen a las generalizaciones intelectuales y las abstracciones de los letrados y los filisteos, eternos lectores de textos sagrados, descifradores del Libro, los sacerdotes y rabinos y los hombres ilustrados a los que el Cristo -¿era analfabeto?, ¿qué fue lo que escribió una vez en la arena?, ¿un trazo indescifrable o una sola palabra? ¿Y si tenía el saber absoluto de Dios y conocía todas las bibliotecas y todos los escritos y su memoria era infinita?- despreciaba y no les anunciaba un buen fin, mientras que a los pobres de espíritu, a los desgraciados de la tierra, a los humillados y a los ofendidos les estaba destinado el reino de los cielos.

La otra enseñanza era inversa, sólo un pequeño grupo de iniciados, una extrema minoría, puede guiarnos a las altas verdades ocultas. Pero ese círculo iniciático de conspiradores -que comparten el gran secreto- actúa con la convicción de que hay un traidor entre ellos y por lo tanto dice lo que dice y hace lo que hace sabiendo que va a ser traicionado. Lo que dice puede ser descifrado de múltiples formas, e incluso el traidor desconfía del sentido expreso y no sabe bien qué decir o qué delatar. Así se puede entender que de pronto ese joven predicador palestino -un poco trasnochado, medio raro, que ha abandonado a su familia y habla solo y predica en el desierto, curador, adivino y manosanta-, que en su oposición al ejército romano de ocupación anunciaba un reino futuro, proclama que él es el Cristo y el Hijo de Dios (Tú lo has dicho, había dicho). Esa versión teológico-política de la comunidad excéntrica, decía el seminarista, según Luca, era clásica en una secta secreta que sabe que hay un traidor en sus filas y recurre a las instancias ocultas para protegerse. Por otro lado, posiblemente eran una secta de comedores de hongos. Por eso se retira Cristo al desierto y recibe a Satanás. Esas sectas palestinas -por ejemplo los esenios- comían hongos alucinógenos que son la base de todas las religiones antiguas, andaban por el desierto alucinados, hablando con Dios y escuchando a los ángeles y la hostia consagrada no era más que una imagen de esa comunión mística que ataba entre sí a los iniciados del pequeño grupo, había añadido el seminarista en un aparte, contaba Luca. Comed, ésta es mi carne.

LaRefalosa2¿O cómo se explica la poesía gaucheca,   La Refalosa

El secretario Schultz se mostraba inclinado a depositar su confianza en la segunda enseñanza, la tradición de las «minorías convencidas», un núcleo de activistas decididos y formados, capaces de resistir la persecución y unidos entre sí por una sustancia prohibida —imaginaria o no— hecha de alusiones secretas, de palabras herméticas, opuesta al populismo campesino que habla en criollo con las sentencias conservadoras de la llamada sabiduría popular. Todos toman droga en estos pueblos de campo, aquí en la pampa de la provincia de Buenos Aires o en los campos de pastoreo y labranza de Palestina. Es imposible sobrevivir de otro modo en esta intemperie, dijo el seminarista, según Luca, y añadió que lo sabía porque eran verdades aprendidas en la confesión, a la larga todos confesaban que en el campo no se podía vivir sin consumir alguna poción mágica: hongos, alcanfor destilado, rapé, cannabis, cocaína, mate curado con ginebra, yagué, jarabe con codeína, seconal, opio, té de ortigas, láudano, éter, heroína, picadura de tabaco negro con ruda, lo que se pudiera conseguir en las provincias. ¿O cómo se explica la poesía gaucheca, La Refalosa, los diálogos de Chano y Contreras, Anastasio el Pollo? Todos esos gauchos volados, hablando en verso rimado por la pampa... En su ley está el de arriba si hace lo que le aproveche. / Siempre es dañosa la sombra del árbol que tiene leche. Para eso están los farmacéuticos de pueblo con sus recetas y sus preparados. ¿O no eran los boticarios las figuras clave de la vida rural? Una suerte de consultores generales de todas las dolencias, siempre dispuestos, a la noche por los zaguanes, a traficar con la leche de los árboles y los productos prohibidos.

Se había entendido inmediatamente con el seminarista…

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C16 p236

Durante su crisis nerviosa, hacía ya casi un año, encerrado en esa casa de campo, había pasado las noches -en la galería abierta, alumbrado con un sol de noche, escuchando a los grillos y a los perros lejanos hasta que empezaba a clarear y se oía ProcIndividualizacióncantar a los gallos- leyendo a Carl Jung, y había concluido que los procesos de individuación, en su vida, encarnaban o expresaban un universo que intentaba develar. Era alguien que había perdido la ruta y andaba a los saltos buscando el camino por el campo arado y su coche iba tan rápido que no alcanzaba a salir de la huella y parecía que nunca alcanzaría a llegar a destino por los desvíos, las zanjas, los pinares abiertos y el río Bermejo.

Cuando su hermano lo traicionó, Luca había empezado a deambular, perdido, como mosca sin cabeza, por los caminos. Había llegado sin anunciarse, esa tarde, a la oficina de la empresa en el pueblo y había sorprendido a su hermano en una reunión no anunciada con los nuevos accionistas y con Cueto, el abogado de la fábrica. Querían darle la mayoría y la decisión en el directorio a los intrusos, porque temía, su hermano, que la suba del dólar y la política cambiaria del gobierno les impidiera levantar las deudas que habían contraído en Cincinatti al comprar las grandes máquinas herramientas -una guillotina gigante y una plegadora gigante- que podían ver allí abajo si se asomaban al balcón.

Cuando vio a Luca aparecer en la oficina, Lucio sonrió con esa sonrisa que los había unido durante décadas, un gesto de intimidad entre dos hermanos que son inseparables. Habían trabajado juntos la vida entera, se entendían sin mirarse y de pronto todo había cambiado. Luca IKA Logohabía salido de viaje a Córdoba para pedir un adelanto en la central de la IKA-Renault pero se olvidó unos papeles y pasó por la oficina y ahí los encontró. Ah, viles. De inmediato comprendió lo que estaba pasando. No les habló a los intrusos, ni los miró. Estaban sentados a lo largo de la mesa de reuniones; Luca entró, sereno, ellos lo miraron en silencio; sintió que tenía la garganta seca, un ardor por el polvo del camino. «Dejame que te explique», le dijo Lucio. «Es para bien», como si hubiera perdido la cabeza su hermano o hubiera sufrido un embrujo. Al costado, Cueto, la hiena, sonreía pero Luca recién perdió la calma cuando vio que su hermano también sonreía beatíficamente. No hay nada peor que un inocente, un idiota que hace el mal por el bien y sonríe, angélico, satisfecho de sí mismo y de sus buenas acciones. «Vi todo rojo», dijo Luca. Se había ido encima de su hermano, que era alto como una torre, y lo tiró de la silla con una trompada y Lucio no se defendió, y eso enfureció más a Luca, que al final se contuvo, para no desgraciarse, y lo dejó tirado en el piso y, mareado como estaba, salió, la conciencia perturbada. Y entonces comprendió que había sido su padre quien había convencido a Lucio, lo había asustado primero y lo obligó después a que escuchara -y aceptara- los consejos de Cueto

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p244

... Por ejemplo, el mirador, que era el hueco desde el que se podían ver las luces del puente de mando y oír las voces lejanas de los tripulantes. Quería transcribirlas. Por eso necesitaba un secretario que lo ayudara a copiar. Y por eso su tabla de interpretar había sido construida para poder leer todos los sueños al mismo tiempo.

- Vengan a verla- ordenó...

... Luca los llevó a un pequeño cuarto al costado de su escritorio -la sala de trabajo, [31] como la llamaba- que tenía el aspecto de un laboratorio con lupas y reglas y compases y tableros de arquitecto y fotos de los distintos momentos de construcción de múltiples aparatos. CuneiformeEn un costado sobre una mesa, se veía un cilindro con tablitas de madera marrón, parecido a una persiana con visillos, o al montaje mecánico de una serie de tablitas egipcias escritas con letra minúscula como patas de mosca que cubrían toda la superficie. Las usaba como diminutos pizarrones donde con lápiz de distinto color escribía palabras y dibujaba las imágenes que se relacionaban con sus sueños. «Son los sueños ya contados los que entran en las tablas», dijo. Una serie de engranajes niquelados hacía mover las láminas, como si aleteara un pájaro, y las palabras cambiaban de lugar permitiendo distintas lecturas de las frases, a la vez simultáneas y sucesivas... Mi madre en el río, con el pelo rojo cubierto por una gorra de goma...

... Ése era el otro cuarto de los archivadores, y había decidido quitar esos archivadores como había quitado también los archivadores de la sala de arriba para colocar -en lugar de los archivadores- su catre de campaña. Este nuevo lugar de descanso era exactamente igual al que estaba en la planta superior y Luca agregó que no sólo era exactamente igual sino que ocupaba exactamente el mismo espacio, uno encima del otro siguiendo un eje vertical perfecto.

- Acá dormimos en cierta dirección, siempre en la misma dirección, como los gauchos, que al internarse en el desierto ponían la montura en la dirección de la marcha y así dormían, para no extraviarse en el campo. No perder el sentido, el fiel del rumbo. -Luego de muchos meses de experimentación había entendido que era no sólo necesario sino imprescindible que al dormir todo fuera exactamente igual una noche tras otra, aunque durmiera en lugares distintos de la fábrica según lo sorprendiera su actividad, para que los sueños siguieran repitiéndose sin cambios espaciales…

[31] «Trabajaba de forma regular, muchas horas, durante la noche y la tarde, sin permitirse ninguna irregularidad, con gran esfuerzo y gran fatiga. Manifestaba una confianza inquebrantable en el “inconmensurable valor” de su obra. Nunca se ha dejado abatir por las dificultades, y jamás admite que el fracaso de su empresa sea posible, no acepta la menor crítica, tiene una confianza absoluta en el destinoque le está reservado. Por eso no le importa que lo reconozcan o no. “Nos preocupamos del elogio y de los honores en la exacta medida en que no estamos seguros de lo que hemos hecho. Pero aquel que como nosotros está seguro, absolutamente seguro, de haber producido una obra de gran valor, no tiene por qué dar importancia a los honores y se siente indiferente ante la gloria mundana”» (informe de Schultz).

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RuthBerlausBriefeMe-Ti 

Bertold Brecht-16

- Mi madre dice que leer es pensar -dijo Sofía-. No es que leemos y luego pensamos, sino que pensamos algo y lo leemos en un libro que parece escrito por nosotros pero que no ha sido escrito por nosotros, sino que alguien en otro país, en otro lugar, en el pasado, lo ha escrito como un pensamiento todavía no pensado, hasta que por azar, siempre por azar, descubrimos el libro donde está claramente expresado lo que había estado, confusamente, nopensado aún por nosotros. No todos los libros, desde luego, sino ciertos libros que parecen objetos de nuestro pensamiento y nos están destinados. Un libro para cada uno de nosotros, Hace falta, para encontrarlo, una serie de acontecimientos encadenados accidentalmente para que al final uno vea la luz que, sin saber, está buscando. En mi caso fue el Me-ti o libro de las transformaciones. Un libro de máximas. Amo la verdad porque soy una mujer. Me formé con Grete Berlau, la gran fotógrafa alemana que estudió en la Bahaus, ella usaba el Meti como un manual de fotografía. Vino a la Facultad porque el decano pensaba que un ingeniero agrónomo tenía que aprender, para distinguir los pastos de las estancias, los distintos modos milimétricos de ver. «En el campo nadie verr nada, no hay borrde... [33] hay que recorrtar para verr. Fotogrrafiar es igual a rrastrear y rrastrillar.» Así hablaba Grete, con un acento fuertísimo. Me acuerdo que una vez nos puso juntas a mí y a mi hermana y nos sacó una serie de fotos y por primera vez se vio lo distintas que somos. «Sólo se ve lo que se ha fotografiado», decía. Fue amiga de Brecht y había vivido con él en Dinamarca. Decían que ella era la Lai-Tu del Me-ti. [34]

[33] «La pampa es un medio privilegiado para la fotografía por su distancia, su efecto de repliegue y su plenitud intensa que se pierde en el no-espacio de la privación visual» (apunte de Grete Berlau).

[34]Dos años después de los acontecimientos que se registran en esta crónica, el 15 de enero de 1974, Grete Berlau bebió una o dos copas de vino antes de acostarse y luego, ya en la cama, encendió un cigarrillo. Posiblemente se adormeció mientras fumaba y se asfixió en la pieza incendiada. «Hay que quitarse la costumbre de hablar sobre asuntos que no se pueden decidir hablando» era uno de los dichos de Lai-Tu que Brecht consignó en el Me-ti o libro de las transformaciones.

 

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