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Fragmentos de libros. UNA HABITACIÓN PROPIA de Virginia Woolf Fragmentos I:

Nuestra portada:

TEXTO DE PORTADA: Entiendo que Virgina Wolf considerara su habitación propia como un Santuario que no podía ser mancillado ni con un desagradable suicidio. Esta es una parte de la mía, mi "pulguero", le llamo. Es donde leo y dormito; veo cine enlatado y dormito; me indigno de lo que nos espetan los voceros a sueldo; me sorprendo de su depravación, de la deplorable consideración que nos tienen esos sicarios de la mentira. A veces, casi siempre en la caída de la tarde, me desolo al reconocer que quizás sea Tan solo un sencillo sistema complejo de ARN envuelto en proteínas que se deshilachará con la muerte... y dormito o me embriago. O me pierdo en nebulosas lejanísimas que nada tienen que ver con mi vida, con lo que sea que sea yo; o me ensueño con lo que pudo ser y no fue, con lo que podría ser y no será. A veces, también, vengo aquí y escribo un poco o me dejo tiranizar por este fragmentosdelibros, esta criatura exigente y desvalida. Mi propia habitación, donde me aislo con solo la llave de la orfandad, sin esperar a nadie que la ventile, la limpie, desordene su desorden. Así que, sí, entiendo a V.Wolf, que considerara su habitación propia como un Santuario que no podía ser mancillado ni con un desagradable suicidio.

Una habitación propia: Mi "pulguero" Madrid. © LCJ 2020

Editorial: EdAustral

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Fragmentos de libros.

[1]: Este ensayo está basado en dos conferencias dadas en octubre de 1928 en la
Sociedad Literaria de Newham y la Odtaa de Girton. Los textos eran demasiado
largos para ser leídos en su totalidad y posteriormente fueron alterados y ampliados.

Cap.1 p26

… Puesto que he dicho ya que era un día de octubre, no me atrevo a arriesgar vuestro respeto y poner en peligro la límpida fama de la novela cambiando de estación y describiendo lilas colgando por encima de las paredes de los jardines, azafranes, tulipanes y otras flores de primavera. La obra de imaginación debe atenerse a los hechos y cuanto más ciertos los hechos, mejor la obra de imaginación. Eso dicen, por lo menos. Seguía, pues, siendo otoño y las hojas seguían siendo amarillas y cayendo, si acaso un poco más aprisa que antes, porque atardecía (eran las siete y veintitrés, para ser exactos) y se había levantado una brisa (del Sudoeste, para ser exactos). A pesar de todo, algo extraño ocurría...

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