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La Semana Santa - fragmentos de libros

La Semana Santa.

Publicado en el periódico NHU   (Lavapiés, Latina y Embajadores)

 

         Todas las Semanas Santas tienen una luna llena propia que pone la luz a sus noches insomnes. Para quien no lo conozca, decirle que la semana del año que se sublima como Santa es aquella en donde va a producirse la primera luna llena tras el equinoccio de primavera y suele ser muy grande y muy blanca. Se ritualiza que Jesucristo –un simbólico sol- ha muerto y, entonces, la luz predominante es la lunar, un puro reflejo, y el hombre prende sus velas. Las procesiones con más carga emocional, las más sobrecogedoras, sentidas, y contrarias a la razón, se producen en la noche. Las tradiciones más aparentemente salvajes e inverosímiles para el hombre occidental actual, también. Pero, recuerden lo que se celebra, la luz, aunque resucitará el domingo, está muerta y la luz, en tantas creencias y arquetipos, representa la conciencia y aquello que define: el ego, la lógica, lo razonable, lo útil… y estos valores, durante esos días y esas noches, en muchos pueblos de España, quedan en suspenso, postergados.

 

La Ruta del Bombo y el Tambor en el Bajo Aragón. La Rompida de la hora, en Calanda, es ya un acontecimiento de alcance internacional seguramente porque es el pueblo de Luis Buñuel. Hoy, como tantas otras manifestaciones de Semana Santa, está instrumentalizada por los intereses políticos y económicos y, aunque nunca ocurre por completo, ya sí hay algo puro que se ha perdido, como pasa con todo donde ese monstruo mete el hocico. Pero nosotros no habíamos ido solo a Calanda. La noche del Viernes Santo aguardábamos el paso de una procesión en un pueblo cercano. Era una calle estrecha que con una suave curva descendía hacia la vega. Por fin, vimos bajar la gente en procesión y me puse de puntillas porque no veía nada. Ni nazarenos, ni crucifijos, ni pasos, ni estandartes de cofradías, ni banda musical, ni señoras con peineta y velo negro. Solo un silencio sideral bajo la luna y la luz temblorosa de los velones. Y no lo podía ver sencillamente porque no lo había. Al frente iban cuatro o cinco hombres mayores y siguiéndoles, el resto de los procesionarios. Uno de esos hombres llevaba en la mano un simple candil encendido. Cada cuánto, veinte o treinta metros quizá, la procesión se detenía y el hombre que portaba el candil lo dejaba en el suelo y se ponía a cantarle durante medio minuto. Luego, lo tomaba otro de ellos y un poco más adelante se repetía el rito. Así de arcano era. Allí estaba. Ni la Iglesia Católica había aún usurpado con su parafernalia y sus rituales el culto al fuego, a la luz que nos da la vida y que, en Semana Santa, se representa ausente. Después, en vez de continuar el descenso, la procesión toma un camino hacía la derecha y sale del pueblo por trochas empinadas y se aleja de nosotros, los turistas, sin necesidad de público, diciéndole cosas hermosas a su candil.

EmpalaoEmpalao. fuente:http://florianbachmeier.blogspot.com.es

 

Valverde de la Vera, Cáceres. Noche de Jueves Santo. Un Vía Crucis que traspasa fronteras: Son Los Empalaos. Declarada «fiesta» de Interés Turístico Nacional, se convierte en una aglomeración de laicos en parranda llenando plazas y calles, con sus móviles y cámaras « flasheando» el pueblo. Cosas de la modernidad. Risotadas, algarabía, vasos llenos. ¡Ahí va uno! –se oye gritar-. Un empalao sale de su casa. Va descalzo seguido de dos o tres familiares cubiertos con mantas oscuras. Sobre sus hombros lleva un timón de arado atado a su cuerpo con una soga de esparto y cubre su cara con un velo blanco que sujeta una corona de espinas. Y avanza por las calles del pueblo hasta completar las catorce estaciones que componen su vía crucis prometido. Una persona que llaman el Cirineo, alumbra su paso con un farolillo y, el empalao, debe arrodillarse cuando se cruza con otro. Tampoco se le ve un crucifijo y son espadas lo que lleva, dos en forma de aspa por detrás de su cabeza.  Desde tiempos inmemoriales, dicen. Unos salen en pleno bullicio y cumplen su manda a la vista de las cámaras y la curiosidad. Otros no, otros salen a las cinco, a las seis de la mañana, cuando ya las calles están medio vacías, la luna alta y, nosotros, ya nos hemos ido hastiados de todo aquello porque hay poca variedad. Estos últimos son los que viven el vía crucis oyendo sus pasos desnudos y su respiración agitada, a solas con lo que piensan y sienten y con su empeño. Seguramente es un señor –o señora- que como usted o como yo, le contraría una simple reunión de vecinos pero que se entrega con pasión a un sufrido rito de teóricos enajenados… ¿por qué?

SantoEntierroBercianosProcesión de Santo Entierro. fuente: http://www.diputaciondezamora.es/

 

Bercianos de Aliste, Zamora. La procesión del Santo Entierro. También tenemos que decir que su origen está perdido en el tiempo aunque, por esta vez, es una procesión que se realiza de día y es muy sobria, lejísimos de la espectacularidad de las procesiones grandes sevillanas o cordobesas. Los cofrades simplemente portan un crucifijo y una urna de cristal con una imagen de Cristo yacente dentro hasta un montículo que representa el Calvario. Pero tiene una peculiaridad que, si yo participara en ella, me daría para ensimismarme mucho y conseguiría que dejara para el domingo de Resurrección mis asuntos de conciencia mundana. Pasa que los cofrades van vestidos de blanco desde los pies hasta la cabeza: Son las mortajas con las que serán enterrados algún día.

Podríamos continuar, si tuviéramos más espacio, con otro buen puñado de ejemplos en los que quedaría también patente que la Semana Santa, su teatralidad, sus símbolos, la energía que remueve, sus profundas y arcanas raíces; es una conmemoración que no puede juzgarse con la razón. Usted, yo, sea el que sea nuestro grado de laicismo, agnosticismo o lo muy anticlericales que nos declaremos -por razones, a veces, muy justificadas-, sabemos y hemos sentido la fuerza de instinto, el poder atávico del rito de la Semana Santa en nuestros nervios y nuestro corazón. Todos, con extrañas excepciones, nos hemos estremecido en algún momento porque nos toca nuestras fibras más profundas. «Se corta el aire» oímos el otro día reconocer a un compañero no muy creyente refiriéndose a una procesión sevillana. Yo, en Cuenca, donde, en Semana Santa, tres cruces iluminadas en lo alto de un monte presiden la vida de la ciudad, en el silencio más absoluto y con el corazón en un puño, reconozco haberme arrodillado al paso de una procesión cuando me sorprendió que todos a mi alrededor lo hacían transidos… algo que no había hecho desde niño.

 

Cierto es que la Iglesia Católica ha impuesto su liturgia sobre una celebración preexistente y claramente panteísta. Y eso nos empuja al rechazo. Pero, considere que lo que ha ocurrido es que no son tontos e instauraron sus ritos y templos sobre fiestas y enclaves que ya eran sagrados con anterioridad. Pero aún esa usurpación, lo que se conmemora en Semana Santa, las fuerzas que se convocan, les trascienden también a ellos. Son nuestras raíces y nuestra forma hispana de sentir la vida y la muerte. Y como muchas otras cosas nuestras que aún tenemos la suerte de poseer, y que tienen la capacidad de profundizar y dejar en evidencia la superficialidad uniforme e inercial de nuestras vidas muelle, consumistas, contaminadas por falsos mitos e ídolos de barro, deberíamos apreciarlas en lo que significan y defenderlas contra la manipulación.

Este mes, la próxima luna llena, celebraremos nuestra Semana Santa. Cuando llegue, mire usted si tiene algún momento para intentar «sintonizar» con su significado y parándose un instante, recabar en su interior y tener la suerte de poder vislumbrar en un fogonazo, las cosas que, posiblemente, sean las únicas importantes –vida, muerte, luz, aire, flujo, entrega, amor, búsqueda…-. Aunque nos vayamos a tomar el sol a una playa. La Semana Santa es un buen momento para ello porque aún es un periodo en el que se abre alguna puerta que, el resto del año, está cerrada.

¡Ah!, y, si puede, entregue algo a cambio, una manda, impóngase alguna renuncia o sacrificio consciente, porque le puede ser útil. Que la disfrute.

 

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