La chaquetilla de luces.

       Perfecto, nuestro sitio ya tiene su blog y nos libera bastante de lo debido.

     Fragmentos de libros es aún muy joven y en él abundan los colorines, cuando lo remiro me recuerda a esas imágenes que se ruedan en las habitaciones de los hoteles donde se visten los toreros. Claro, que no los muestran en el momento en el que se están enfundando esas medias de color chicle que llevan; ya me gustaría a mí saber hasta dónde le cubren esas medias. Si sólamente le llegaran hasta debajo de la rodilla, sería desolador que los filmaran en calzoncillos con ellas puestas -si es que llevan calzoncillos, que me parece a mí que no. Más me cuadraría un tanga o, mejor, nada y entonces la imagen resultaría más viril-. Desde luego, lo peor sería que las medias rosas le llegaran hasta los muslos y se las sujetaran con ligas, pero no parece probable. Hasta la cintura, como los leotardos, seguro que no porque cuando vemos en la televisión que alguno tiene la mala suerte de que le empitone el toro por la taleguilla y le deje casi en cueros, lo que se ven son unos jirones blancos que parecen de algodón, y al aire y liberadas, las partes más genuinas que han de suponerse de un torero; pero no aparece por ningún lado el rosa de las medias.  ¿Entonces?... Casi siempre, en el hotel, lo que mejor ruedan es cómo el ayudante tiene al torero en vilo medio metro, mientras que, situado tras él, tira hacia arriba de la parte superior de la CHAQUETILLAtaleguilla, por lo que más bien que vestirle, parece que le está enfundando. Esta toma siempre la graban y la muestran porque es una imagen muy plástica y llamativa y seguramente internacional. Y, luego, continúan vistiéndole con todo lo demás, la camisa, la coleta postiza, los machos bien atados, los tirantes, el corbatín, la imagen de la Virgen… todo eso. Pero si le miramos bien ¿qué vemos? Pues sí, un señor, incluso elegante, bien afeitado, con una camisa impecablemente blanca, su corbata, con unos pantalones un poco estrafalarios, pero que así, al primer vistazo, bien podría acudir a una fiesta “bussines casual” –quizás le sobraría la coleta postiza-, o si le pones un sombrero del tamaño adecuado, una chaqueta campera y una trompeta en la mano, haría excelentemente el papel de mariachi. Pero ¿un torero? No, un torero no. El torero solo aparece pleno de imagen y significado cuando le pones la chaquetilla de luces, con sus borlas doradas, los festones churriguerescos, los bordados, ¡ah! y esas increíbles hombreras…  Entonces, sí, ahí está el torero. Incluso sin la montera puesta, ahí tienen ustedes a un torero.

     ¿Y por qué digo que los escrutadores paseos que hacía por fragmentos de libros me llevaban a recordar esos reportajes de horas cansadas? Pues, eso, por lo mismo, que si mucha responsabilidad con la selección de los títulos, que si mucho adornito, que si mucha dedicación para la selección de imágenes, que si exigentes con los textos, el formateo, el acceso intuitivo y todo eso. Nada de nada, una tarea inútil seguir empeñado en dar cera a los estantes y depositar y mostrar los libros. Porque… ¿Resultaba, acaso, fragmentos de libros un torero? No y no. Es verdad que ya podíamos irnos con él a una fiesta o andar aceptablemente vestidos por la red, para eso sí podía servir, pero le faltaba lo más importante: la chaquetilla de luces, es decir, un blog vivo. Y aquí está. Bien hallados sean ustedes.