Entrada decimoséptima (Reclamo de un futuro que ya es):   

Una borrasca prematuramente desplazada hacia el norte desde el frente ecuatorial, nos ha sustraído la luz de septiembre, que es la luz más bonita del año. Una perturbación que no está permitiendo al verano morir como merece y nos gusta, transformado suavemente en otoño, con la languidez sentida. En las tierras más extremosas de España ha sido una noche complicada de lluvias arremolinadas y vientos desbaratadores que nosotros solo hemos sentido por el descenso de la temperatura, la pérdida de la luz-miel de las tardes de septiembre y una rara transparencia del aire.

Ahora, viajo en un tren rojo de Cercanías casi vacío hacia un destino cotidiano. Es mediodía en Madrid. No más allá de la una. El cielo está azul turquesa, casi verde, y la luz que tamiza pinta bonitos a los arrabales de la capital, casi siempre cenicientos, ralos, con una estética ramplona de escombros, chavolas y perros muertos. Dejo a mi mirada irse hacia fuera de la ventanilla del tren y pienso en esta entrada diecisiete, algo atascada. Se están alejando muy rápidas aquellas vivencias. Pero no importa. Miro hacia el cielo. Entre grandes claros de aguamarina observo unas cuantas nubes enormes que flotan casi inmóviles como icebergs suspendidos. Son de acusado desarrollo vertical. Los penachos, rizos, algodones, olas de espuma blanca de la parte superior, buscan la altura como la materia de un crisol activo. Son alardes preciosos, deíficos. Pero lo que más llama mi atención es la parte inferior de esas nubes. Son de color gris, muy oscuro porque no reflejan el sol, sino a nuestra tierra yerma enfriada de pronto. Y son absolutamente planos, como si las nubes estuvieran posadas sobre una bóveda de cristal que envolviera la tierra. Animales míticos que reposan su odisea dormidos en una capa celeste cercana. Observo a algunos de mis compañeros de viaje. Como yo, se distraen de la realidad del tren, de ese estar viajando, de la conciencia del presente. Alguno lee, canturrea una canción, parlotea o juega por el móvil, dormita. En el fondo, nada es real, nada sucede. Llegaré a mi estación y ese tren no habrá existido, mejor dicho, yo no habré estado en ese tren necesariamente. Lo que quedará en mí serán las nubes yunque, los arrabales iluminados, los distraídos viajeros, la causa por la que yo subí a ese tren, pero no el tren mismo. Aunque también quedan estas líneas en donde puedo reflexionar para concluir que lo que va ocurriendo tiene una importancia subsidiaria, que lo que hemos vivido en ese tren lo habríamos vivido de igual modo, en un parque o asomados a un balcón o, quizás, tumbados en nuestra cama; leer idéntico pasaje, canturrear la misma canción, parlotear o jugar, dormitar, ensoñar esas nubes. Por eso no importa demasiado que el tiempo haya pasado y pueda olvidar algún detalle de lo que queda por contar en esta crónica; porque lo que verdaderamente ocurrió está en mí; y reconozco que soy yo el que quito y pongo, realzo, olvido y deformo la sucesión de hechos cotidianos y los transformo en recuerdos engañosos, y así me hago la ilusión de que estoy viviendo; y ese tren, esas nubes, esos compañeros de viaje me transmiten que me estoy inventando mi vida y que la realidad, la realidad cierta, la vivo… dormido. 

Septiembre img

Peligro detectado: Encuentro una diferencia apreciable entre esta introducción a la entrada diecisiete que usted acaba de leer, con cualquiera de los comienzos de las entradas anteriores. Ha pasado demasiado tiempo desde la publicación de la anterior y una eternidad desde la de la primera, y percibo que están interviniendo fuerzas extrañas a esta crónica. Es evidente que las frases se han acortado y que el presente se revuelve reclamando su protagonismo. Y lo hace con un canto irresistible de sirena pérfida y juega a deslumbrar mis noches con visiones de lejanas hogueras, de las que prometen refugio a un caminante cansado. Y creo saber con qué me provoca. Con poderosas llamadas interiores, con realidades y vivencias nuevas que me exigen atención. Con sensaciones y pensamientos que necesitan expresarse y que me empujan o tiran de mí, y que buscan, por despecho, desasirme sentimentalmente de esta crónica que nos tiene atentos, para verla morir por desamor, por olvido. El mecanismo de consunción también es conocido. Le basta para iniciarse los pequeños rasguños que causan los desapegos o la inercia. Y luego, la herida se abre sola por la desatención y el hastío la mantendrá viva y sangrante. Indefectiblemente, si no hay reacción, triunfará el abandono final que resecará el espíritu de esta crónica hasta convertirla en una flor abrasada sin que su postrer llanto nos pueda ya conmover. Y aunque para mi mente no hay cuidado, porque está inmunizada a este tipo de venenos, sí debo protegerme de sus efectos para que no me alcancen demasiado profundamente, porque existe un riesgo cierto y fatal. Sé que la ponzoña que puede invadirme es indolora, oscura, y afecta en forma de una amnesia silenciosa y paulatina que la hace ser de las más peligrosas por su irreversibilidad, porque afecta directamente en el corazón extrayéndole el entusiasmo y la capacidad de amar… Así que debo darme prisa y continuar esta crónica frotándome la piel hasta enrojecerla para mantenerme alerta.

Cuidémosla, entonces… Allí seguía yo zozobrando por la sala común sin sacar los ojos de aquella pantalla donde el programa avanzaba con una rapidez desesperante. Las pausas eran escasas y menudas; de tres o cuatro minutos; los necesarios para subsanar algún mínimo contratiempo o realizar algún ajuste en la grabación. Por ejemplo, se detenía para recolocar las posiciones de los concursantes, o para comprobar en los libros u ordenadores que la respuesta dada por uno de los protagonistas era ciertamente inválida y para que Juanjo, a continuación, incorporara al cuerpo del programa la explicación del porqué lo era (ya recordará usted haber visto/oído estos incisos); o para limpiar el sudor o retocar el maquillaje corrido de alguno de los tres concursantes –por dos veces a mí, me tuvieron que recomponer el afeite de tanto que me descompuse-. (Espero que la magnanimidad del equipo de Saber y Ganar me alcance y que estos pequeños detalles, imprescindibles para dar consistencia, verisimilitud y color a lo que contamos, no sean considerados como una trasgresión al pacto de no revelación suscrito y que ya hemos mencionado aquí en varias ocasiones porque continuamente tengo presente la duda sobre lo que puedo, o no debo, revelarle a usted). Ah, sí, el desarrollo… 

MonteElbrusChalieWilsonRobertLangdonForrestgmWoodyCaptainJohnHJimLovell

 Recuerde, tras su traspiés en el monte Elbrus, Luisfer acudió a la “Ultima llamada” a la cola de la cordada. Como demasiadas veces ocurre para mi gusto (al considerar como excesiva la valoración con la que se pondera ese tema en comparación con otros más principales y omitidos), de nuevo aquella “Ultima llamada” fue cinematográfica. Esta vez, se trataba de identificar a personajes interpretados por Tom Hanks. Eran éstos: Charlie Wilson, Robert Langdom, Forrest Gump, Woody, Capitán John H. Miller y Jim Lovell. Sin mayor dificultad –eran buenos-, Jorge, Pedro y Luisfer atinaron a relacionar los seis personajes con las afirmaciones que de cada uno de ellos realizó Juanjo, por lo que esta prueba no sirvió para alterar el orden de clasificación ni las cuantías acumuladas… Así que Luisfer se convirtió en el centro de mi atención porque iba a ser de él del que iba a depender mi entrada inmediata al concurso o no. No estaba mal. En aquel momento valoré que, teóricamente, era lo mejor que podía haber ocurrido porque, aunque Luisfer iba a afrontar su primer reto en nueve programas, era evidente que más experiencia que sus dos compañeros sí que tenía, y, lo más esperanzador -un tesoro en estas circunstancias- es que podría utilizar el sonriente comodín Comodín que, para su infortunio, no había utilizado cuando se propiciaba. Esto significaba que podría cambiarlo por una de las palabras del reto y así bastarle con encontrar seis, y no siete, para superarlo, así que…

Pero…, con lo que no contábamos ninguno de los dos, es que Luisfer se encontraba, como yo, en un día calamitoso. No solo lo declaraba su error infantil en “El Duelo”, sino que, ahora, revisando aquel programa, se le nota tenso, desconcentrado, incluso, en algunos momentos, crispado y pasando las de Caín. Quizás no sea así, porque yo no estaba en su pellejo. Pero estaba en el mío y, desde luego, cuando él entró en la sala común después de la eliminación, apareció demacrado, ausente, casi sin voz. Recuerdo que yo le comenté -¡Vaya mala suerte que has tenido con el reto! ¡Qué difícil te lo han puesto!-, él apenas susurró un ¿sí? y yo creo que ni me vio, una sombra molesta, si acaso. Luego se mantuvo unos instantes como perdido, sin saber qué hacer, hasta que se sentó y cerró el ordenador portátil que yo había visto sobre la mesa y que resultó ser el suyo.

Y ahora, aunque quizás a usted le parezca innecesario, no puedo dar por sentado que todas las personas que hayan llegado hasta este punto conozcan necesariamente la mecánica de la prueba de “El Reto”. Y hasta cabe la posibilidad de que puedan haber transcurrido, no sé, ¿cincuenta años?, desde aquel día de mi concurso hasta que esta entrada esté siendo leída; y puestos a elucubrar, hasta pudiera ser posible también que lo esté haciendo algún usted aún no nacido hoy, cuando esto se escribe. Nunca se sabe. Aunque no nos asombraríamos que, visto lo visto, y por dar carrete a lo que corre por la red sobre Jordi Hurtado, el programa de Saber y Ganar continuara en antena dentro de ese medio siglo y, por supuesto, con incombustible Jordi como presentador, ¿o no?. Pero, por si acaso, voy a explicar esquemáticamente en qué consiste en Saber y Ganar la prueba de “El Reto”. Es muy sencilla de entender. “El Reto” es una prueba definitiva porque se enfrenta a ella aquel de los tres concursantes que ha quedado el último en puntuación al final del programa. Tanto si lo supera como si no, el dinero que haya ganado es suyo, nunca lo pierde. El castigo de la no superación supone la eliminación del programa y ser sustituido por un nuevo concursante –en este caso, yo ocuparía la vacante dejada por Luisfer-. Superar el reto se premia con la continuidad en el concurso, y se logra al encontrar las siete palabras que responden a las siete definiciones enunciadas por Juanjo Cardenal y que están extraídas del DRAE. Para ayudar a conseguirlo, se ofrece como pista una relación con las tres primeras letras de cada palabra buscada. Esta lista de iniciales no guarda necesariamente el orden con el que se van planteando las definiciones. La prueba hay que superarla en un margen de 50 segundos.

 “El Reto” que plantearon a Luisfer, me resulta sencillo de resolver. Eso me parece hoy y creo que no me equivoco. Usted lo podrá juzgar luego. Los plantean mucho más complicados, con algunas palabras nunca oídas, rebuscadas o definidas con sus segundas o terceras acepciones en el diccionario. El comentario que le hice a Luisfer cuando entró en la sala eliminado, sobre que me había parecido un reto difícil de resolver, no demuestra otra cosa que el hecho de que yo tampoco lo hubiera salvado en aquel momento. Pero, ni ése, ni los dos que me plantearon un poco más tarde –sí, dos, ya se lo cuento cuando llegue el momento- ni ninguno de cualquier otro programa que podamos elegir a boleo. Y demuestra también que no estoy cargando las tintas sobre mi estado-piltrafa, y que mi impotencia mental de aquel día, era real. Le comenté que su reto me había resultado complicado porque, para mí, los retos con mayor dificultad son aquellos en los que las iniciales de las palabras son muy genéricas, es decir que son prefijos compartidos por un buen ramillete de ellas. Por ejemplo, PRE, CON o EXP, abren mucho el abanico de palabras que “caben” como respuesta y, además, algunas de ellas nos parecen hasta sinónimas al oído o al habla común; y aunque, casi siempre -sí, digo casi siempre, quédese con las palabras recostar y reclinar-, solo una de ellas responde específicamente a la acepción que ha leído Juanjo, se hace muy dificultoso en ese instante de tensión diferenciar el matiz que las singulariza. Decenas y decenas de buenos concursantes se han caído por ese terraplén. Por ejemplo, en una definición que busque la palabra EXPoner y te obcecas, contra el reloj, en la palabra EXPlicar, pues ya se hace complicado que salgas del hoyo. Y en la lista de Luisfer, aparecieron tres palabras que comenzaban por PRE, FOR y SUP, y a mí estos dos últimos prefijos, también me parecen que podrían enmarcarse en el grupo de los ambiguos, aunque, finalmente, no lo fueran. La PRE resultó bien definida e inequívoca. Y las otras dos, aunque menos, tampoco abocaban en demasía a la confusión. Bueno, es posible que Luisfer no esté de acuerdo con esto y tendrá razón, porque yo desconozco cómo lo vivió él internamente. Será cuando llegue mi turno de fracasar en “El reto” cuando pueda profundizar algo más y, además, enriquecerlo con lo que sepa añadir de lo que se me pasaba por la cabeza o sentía en ese momento. Que quede claro que me voy a detener a detallar la prueba de Luisfer únicamente porque me afectó a mí decididamente, y porque la viví, si no arrodillado salmodiando mis plegarias para que la superara (no fuera a ser que alguien –la azafata, por ejemplo- entrara en la sala en ese momento y me sorprendiera de esa guisa); sí con el aliento contenido y el alma en un puño, como suele decirse; y suplicando, y mucho, para mis adentros, para que Luisfer saliera con bien del atolladero.

Y ahora, a por él. Les radio el reto que nos causo el dañó.

La lista de iniciales era esta:

PanelCompleto

Juanjo comienza con las definiciones, 50 segundos para resolver:

  1. Que tiene ansia o deseo vehemente de algo.

    AMBICIOSO.  Correcto. Comenzamos bien.

  1. Cosa o accidente que se añade a otra cosa para hacerla íntegra o perfecta.  

    Luisfer, sorprendentemente pronto, es decir, sin agobios de tiempo ni bloqueo ante una palabra torcida, solicita gastar el comodín.

     SUPLEMENTO, contesta por nosotros, Juanjo.

  1. Poner derecho lo que está torcido.

    ENDEREZAR. Correcto.  Bien, ya no tenemos comodín, pero solo restan 4 para completar el reto y… aún contamos con 37 segundos. El panel se encuentra así:

Panel A4palabras

  1. Concisión y exactitud rigurosa en el lenguaje y estilo.

La respuesta parece evidente. ¡Venga, Luisfer! -Paso, contesta sin detenerse demasiado.

  1. Dar la primera forma con el martillo a cualquier pieza de metal.

Aquí perdemos mucho tiempo. Luisfer no encuentra la respuesta exacta, aunque sí localiza las tres iniciales con las que se corresponde. Intenta hasta tres palabras que comienzan por FOR, pero no da con ella. ‘Formonear’, una de ellas, se la ha ofrecido un cerebro exigido y confuso. Finalmente, pasa y restan 21 segundos. Estamos en el límite. No puede haber más errores.

  1. Que no se puede quemar.

   Luisfer, vuelve a encontrar el prefijo correcto, INC, pero el control ya parece perdido porque la respuesta que da, incandescente, es casi un antónimo de la correcta.

  1. Corredor descubierto o con vidrieras.

GALERIA. Correcto.

 Pero solo faltan 9 segundos para el fin de la prueba… y tres palabras aún son incógnitas… Casi estamos apañados.

        Acabada la ronda de las siete definiciones, Juanjo, reinicia la rueda:

  1. Concisión y exactitud rigurosa en el lenguaje y estilo.

Un “palabro” intentado, y sanseacabó.

Ojo, todo lo escrito sobre este reto se ha hecho con el mayor de los respetos del mundo. Le adelanto, para que no haya tergiversaciones, que en mi reto, con la desesperación final ante una palabra sencilla que no afloraba a la conciencia, yo balbuceé, ante las iniciales en el panel LUC, la palabra LUCIERNAGA para la definición ‘Astro de los que parecen más grandes y brillantes’ así que, aquí, cualquier cosa menos regodeo por mi parte…

Es claro que ahora, para usted, le resultará cómodo decirnos que las definiciones que se quedaron sin respuesta en ese reto con las iniciales FOR, PRE e INC, no son muy complicadas. Y tendrá razón porque no lo parecen, pero allí, créame, se vuelven de imposible solución. Evidentemente, las respuestas correctas eran FORJAR, PRECISO e INCOMBUSTIBLE. Una pena.

La consumación de la infeliz eliminación de Luisfer supuso un cambio radical en mis procesos físicos-psíquicos. Que iba a entrar a concurso ya era inevitable desde que yo tomé la decisión y el programa me admitió como concursante, pero fueron su inminencia y la desaparición de cualquier posibilidad de escape racional, las que me dispararon la adrenalina hasta el límite en el que desaparecieron de mi foco de conciencia todos los átomos del Universo que no formaran parte de aquello y yo mismo, mis pasos, lo que veía, lo que intercambié con mis compañeros, la breve visita que me hizo K. para darme ánimos, para apoyarme con su familiaridad; lo vivía –ya está escrito en otra entrada, pero era en ese instante cuando comenzó lo mejor del baile- como si me movieran con hilos, sin autocontrol ninguno. Y desde luego que Queen, estaba tan lejos de aparecer en mi conciencia como el vigésimo planeta de la estrella 1.898.759 de la galaxia Abell 1835 IR1916(*), si es que existiera. 

 Abell 1835 IR1916     (*) Busqué una galaxia lejana y finalmente he elegido esta, Abell 1835 IR1916, porque era la galaxia conocida más lejana a la Tierra hasta el año 2007. Está a una distancia de cerca de 13.000.000.000 de años luz, es decir. que se la puede observar como era hace esos 13.000 millones de años. Por lo que, su observación, nos permitiría el estudio de cómo ¿evolucionaba? el Universo tan "solo" unos 1000 millones de años despues del Big Bang.

  

 

 

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