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Fragmentos de libros. TRES PISADAS DE HOMBRE de Antonio Prieto   Fragmentos II

Acceso/Volver a los FRAGMENTOS I de este libro: Arriba FraLib
Continúa, de GAD...     (Se muestra alguna información de las imágenes al sobreponer el ratón sobre ellas)

p73  .... Y no importaba el tiovivo de caballitos blancos. No, amigo, no importaba eso. Los tipos como Maxim son difíciles. Acostumbran a pensar sin mover un músculo del rostro. ¡Cualquiera sabe, amigo! Usted debe de conocerlos. Pueden ser buena gente, magnífica gente. Y no, pueden ser unos… ¡Bah!, es igual, amigo; hay que conocerlos en el camino. Los consejos no valen, los consejos nunca sirven. ¡Vaya usted a saber lo que pensaba Maxim Golfo! Y seguíamos bebiendo. Agarraba bien aquel whisky . Demasiado bien para ser americano. Ya sabe, amigo, el whisky americano tiene más OldScotchWhiskyalcohol, menos refinado. Yo no había bebido de aquello en mi vida y era whisky. Miré la etiqueta y traía pintado un fulano muy gracioso.  Special. Old Scotch Whisky — John Walker & sons Ltd., Kilmarnock — Produce of Scotland. Se notaba en seguida; un whisky más elegante, más de sociedad. Y nosotros estábamos allí con media botella vacía. Se notaba el sabor en la garganta, amigo. Ya estaba mi corazón pidiendo pelea. ¡Ah! Si encontrara a ese Luis Fernández… No, las fanfarronadas están bien para esos señoritos marqueses que montan a caballo y se perfuman. Para ellos, amigo, que saben llorar tan dulcemente como las mujeres. Para mí, no; para Gad Rodríguez o Martínez sólo cuentan los HuellaGad55hechos. Una cruz vale mucho más que un millón de palabras. Debe comprenderlo, amigo. El hombre que ladra, no sirve, es un mulengue cualquiera. Por ella nosotros no decíamos sí o no. Nada. Miré al viejo Maxim y sus ojos brillaban. De vez en cuando miraba al techo del tambo y se quedaba ensimismado como si escuchara la música de su tiovivo. Era imposible calcular su pensamiento. Así estuvimos bastante tiempo y mi única distracción era aquel tipo del sombrero alto y la chaqueta roja que había en la botella. ¿Quién sería? Tenía aspecto de ser uno de esos rubios y colorados ingleses que entienden todo al contrario. Se alegran por cualquier tontería. También la alegría puede ser artificial y ellos son tan artificiales que JhonnyFelizquizá sean realmente felices. No sé, amigo. Son distintos a nosotros. Y este tipo de la etiqueta parecía feliz. Yo lo comprendería si estuviera dentro de la botella, pero fuera… no sé, no sé. Creo que ya está muy sonado eso de afirmar que yo soy el mejor torero, yo el mejor novelista, yo el mejor… Ya sabe, casi siempre son los mayores tontos. El primero tuvo gracia, los otros… No, no voy a decirle a nadie que yo soy el mejor fulano que ha tratado en prófugos y escapados de la justicia. El mejor fue el viejo Pancho. Yo aprendí de él y luego hice otras cosas hasta llegar a Luigi. Ahora, amigo, no hago nada. No me incomodo, no. Luigi vale y hay que saber valorar. Si no fuese por Luigi, estaría por ahí con alguna. Pero Luigi es Luigi y tiene un negocio de esmeraldas muy bonito. Me hace falta. Fue cuando recordé que el viejo Maxim estaba sentado frente a mí. Le dije:

—Oiga, paisano, ¿por qué montó esto?

—Por corazón —me dijo.

—¿Por corazón?

—Eso es, señor Gad,...

 _ 

p77  ... La calle del Santo Cielo es larga como un río. Es la calle de los herreros, de las viudas que andan con más de un hombre y de las muchachas que nacen sin saber quiénes fueron sus padres. Desemboca en la plaza del general Antunes. Nadie sabe en Caramago quién fue el general Antunes, y es una linda plaza con su balsa llenita de peces y palomas campesinas. La calle del Santo Cielo.

HuellaGad55—¿Dónde te metiste, Luigi?

—Por ahí; Caramago es una ciudad interesante.

Juan y yo estuvimos preocupados.

—¿Por qué, Gad?

—Temimos que hubiera algún hombre que te interesara.

—Y lo hay. Todos los hombres pueden interesarme.

—¿Se llama Luis Fernández?

Luigi sonrió y miraba hacia una de las ventanas. Había asomada una guaricha y aún llevaba su pelo suelto de recién levantada. Era linda y Luigi dijo:

—Es la mejor hora de cogerlas. Recién levantadas, Gad. Son más cariñosas y todavía sueñan si tú sabes no despertarlas con el dinero.

GuarichaVolví la cara y la guaricha nos seguía con sus ojos dormidos. En la calle del Santo Cielo aún no había mucha gente levantada. Puede que únicamente los que calzaban a las bestias y aquella guaricha que no debió de tener mucho trabajo la noche anterior. Volví a insistir:

—¿Está en Caramago ese Luis Fernández?

—No sé, Gad. ¿Tú lo has visto?

—No lo conozco.

—Entonces, ¿por qué te preocupas?

—Creo que no sois buenos amigos y tienes una deuda con él desde hace tiempo.

—Todos los hombres tenemos deudas, Gad, todos. Hasta los animales tienen deudas. El hombre es siempre una deuda de otro hombre.

—¿Y tu deuda es muy grande, Luigi?

—Un poco, pero no te preocupes; me gusta hacer las cosas bien y no pueden hacerse dos cosas bien al mismo tiempo. Además, mi deuda con Luis Fernández es…

PPlaneta55Lo que iba a decir, yo no lo sé. No terminó la frase. Seguíamos descendiendo por la calle y Juan no había dicho una sola palabra. ¿En qué pensaría? Teníamos un par de caballos atravesados y tuvimos que apartarlos un poco para poder pasar. Alguien abrió una ventana y tiró el agua de una zafa sobre el empedrado. Por poco no nos baña con esa agua sucia que huele a hombres. Uno ya conoce a Luigi y, sin embargo, tenía que decirlo. Dije:

—¿Quieres que Juan y yo nos encarguemos de ese tipo?

Luigi me dio unos golpes en la espalda y sonrió. Era su sonrisa de amigos.

—No, Gad, es un asunto mío que no tiene nada que ver con vosotros.

—Somos socios, Luigi.

—Se trata de algo personal y los asuntos personales sólo deben resolverlos las personas interesadas. Únicamente yo, Gad. Los amigos están para otras cosas, pero no para esto. Maxim debió decírtelo.

Maxim te aprecia mucho.

—Sí, también él quiso encargarse de Luis Fernández cuando me encarcelaron y yo no lo permití.

—No me lo dijo.

—Ya lo sé. Maxim nunca dice las cosas buenas que hizo, y fueron muchas.

—¿Entonces?

Siempre sonreía.

HuellaGad55—Entonces, Gad, un hombre y una mujer tienen todas las soluciones y respuestas en ellos mismos, no en los demás. Sería largo de explicar y nada interesante para nuestro negocio. Pero estáte tranquilo. Luis Fernández no me debe nada ni me interesa; ya pagó su deuda.

—¿Lo has ma…?

—No, socio —me interrumpió—. Hay muchas maneras de matar a un hombre sin necesidad de disparos o de cuchillo. Se puede matar sin ver al individuo, sin rozarle la piel.

No entendí lo que dijo y me callé. Desde luego, amigo, Luigi es un tipo demasiado extraño. Era asunto terminado y no insistí...

 _ 

p82  ... La carretera de Caramago a Baroa está en construcción. Lleva así muchos años y debe de haber alguien muy listo e interesado en que el trabajo no avance. Son cosas de arriba, de los que mandan. Puede que usted, amigo, o alguno de sus nietos, si vienen por estas tierras, la vea terminada. Yo no, yo no la veré. El autobús que nos llevaba no hacía otra cosa que tragar polvo. El polvo de aquí parece harina. O más bien barita molida, porque es suave y resbaladizo. Es un polvo HuellaGad55que se mete por todos los huecos, y la boca es un lindo hueco. Se gasta saliva inútilmente y si a uno se le ocurre hablar tiene que echar frecuentes tragos para no ahogarse. Ni Luigi ni Juan son unos charlatanes. Más bien lo contrario. Iban mirando al paisaje desnudo de tierras sin cultivo. De vez en cuando una familia de palmeras enanas, y ya está. A mí me agarró una vieja que llevaba un saco de almendras y me hizo hablar. Era una vieja sin dentadura y que escupía cuando hablaba. No me interesó la idea de llegar a Baroa cubierto de saliva y preferí contarle una historia triste de amores muertos. De esa forma la vieja calló. Se enternecen, amigo. Cuando llegamos, la vieja había llorado lo menos seis veces y yo tenía mucha sed... 

p94  ... Caminábamos por la calle y cada uno sentía sus pasos y los del otro. Fue cuando encontramos a Pancho. Venía en camiseta y con su pantalón de pana negra. Se acercó.

—¿Qué hay? —dijo mi exsocio.

—Ya ves, Pancho, mucho calor. ¿Y tú?

—Ya ves, Gad, mucho calor.

 HuellaGad55Como en Baroa no hace nunca frío, ése es siempre nuestro saludo. Ya sé, amigo, ya sé que podríamos no decir nada. Pero sería peor. La civilización debe saludarse todas las mañanas y todos los días. Cuando las personas dejan de saludarse, es que la ciudad se ha impuesto y ha esclavizado a los hombres. Es triste y pasa en muchos lugares. Si usted y su vecino dejan de saludarse, es que la ciudad los ha dominado y ya son muñecos. En Baroa no, aquí nos seguimos saludando y somos personas. Bueno, seguíamos caminando por la misma calle...

 _ 

De  Dos: Juan

HuellaJuánp125  ... Para él, la mujer no es más que un animal hermoso que le produce más placer que una vaca. Sólo eso. Yo no le presentaría a ninguna, señor. A ninguna. Las mira de una forma que hiere y su risa parece cortarles la piel y penetrar más allá de la carne. No sabe lo que es vivir y reacciona como un salvaje. Así es Gad, y yo empecé a odiarlo.

Estamos en una tierra hermosa. Hace tiempo que llegué de la Argentina y Baroa es más hermosa. Los seres de aquí tienen mucho de España, se pelean y riñen como en mi patria. A veces, se juegan toda su vida a una carta y son felices porque algo muy antiguo los impulsó. Pero Baroa es un poco como esa isla de Las Tortugas que servía de refugio a los piratas. Nadie confía en la justicia, y la policía es demasiado ingenua o demasiado perezosa. Siempre llega tarde, y yo había pensado en ella cuando Gad hizo aquello con Mercedes. Baroa es una tierra que arde, que permanece todas las horas encendida y, sin embargo, cuando siento mi pisada en el suelo, creo que es una tierra estéril que nació sin historia y que permanecerá sin ella. El alma de Baroa está en sus gentes, y sus gentes son seres que no creen en el Guatapealma. La vida empieza en ellos cuando tienen hambre y termina cuando han comido hasta saciarse. El whisky, las mujeres, el ron, el contrabando, la ginebra, el robo, el tabaco y las riñas son el sueño de las gentes de aquí. Y Baroa es una tierra hermosa y estéril, que jamás tendrá historia. La gente la ama tanto que la tiene ahogada y sin fruto. Es donde estamos, señor. Y no le recomiendo que venga, salvo que guste de conocer las acciones extrañas y locas del mundo. Así, sabiendo que mañana será totalmente distinto a hoy, es como duerme Baroa... 

 _ 

p131  ... Le conté todo, todo cuanto había visto y sentido. Y otra vez supe que Gad era un canalla y que yo no iba a tener miedo. Nunca fui valiente y ahora no tenía miedo. Entonces pienso que las personas no son cobardes ni valientes, no son nada de eso. Simplemente son circunstancias, diversas formas de estar. Hay veces en las que uno grita o se calla. Frente al mismo motivo se reacciona distinto. Yo nunca luché por nada así. Creo que luchar por intereses, por algo que nos afecta particularmente, no es luchar con valentía. Y ahora, ahora estaba descubriendo, y me alegraba, que es hermoso luchar por lo que nos es ajeno, por lo que no nos reportará otro bien que el de sabernos fCubierta TPHuertes y sanos y nobles. Luigi debía de comprenderlo y se alegraba de oírme. Sé que se alegraba porque sus ojos parecían animarme a que siguiera. No decía nada y me estaba escuchando y sé que cada palabra mía le sonaba a nueva. Y Luigi estaba contento de saberme así. Lo leía en sus ojos. Mi amigo Luigi, señor.

—… la acompañé a su hotel y era una mujer distinta, una mujer que no volvería a pisar en la tierra como había pisado. Aquí guardé silencio. Había terminado de contarle todo y esperaba. Luigi bajó la vista y yo lo sentía estar recordando todas mis palabras una por una. Era Luigi quien tenía que hablar, era él quien debía empezar. Dijo:

—¿Y qué quieres, Juan? ¿Qué piensas hacer?

Luigi es así, y yo lo entiendo. No es que mi asunto le tuviera sin cuidado, no; es que Luigi quiere que el hombre tenga iniciativa, que no se acobarde ante su problema y encuentre por sí mismo la solución. Por eso había dicho aquello. Luego no me dejaría solo, discutiría conmigo; pero ahora deseaba que yo propusiera una solución, que fuera yo quien decidiera. Y yo lo sabía y estaba pensando. Dije:

GuiseppePenone—Quiero que Gad se arrodille delante de esa chica y le pida perdón; quiero que se arrepienta de lo que hizo, y pienso hacer lo preciso para que Gad se arrodille. Tengo que hacer eso, Luigi, tengo que hacerlo, o seré toda mi vida un cobarde que se perseguirá a sí mismo.

Ignoro si fueron exactamente esas palabras las que dije o unas muy parecidas. No puedo precisarlo porque hablé tan aprisa que parecía haber estado toda mi vida esperando esta ocasión. Usted también debe comprenderlo, señor. No se trataba de una frase cualquiera, sino del renacer de un hombre. Aquellas palabras eran mucho más importantes que todos los triunfos que obtuve en mi carrera. ¡Mi amigo Luigi! Supe que a partir de aquel instante ya no volvería a decirme «oye, tú, futbolista»... 

 _ 

p144  ... Las butacas de nuestro alrededor se fueron ocupando. El teatro debía de estar casi lleno. Las banderas de España y de Baroa se encontraban enlazadas en uno de los laterales. Se apagaron las luces de la sala y la gente del escenario empezó a hablar. Eran un padre y varias hijas.

HuellaJuán55La verdad, señor, es que no me gustó la obra de teatro. Ni tan siquiera me reí porque seguía pensando en Gad, en Mercedes y en aquellos otros a quienes íbamos a ver. Durante la representación estuve mirando varias veces a Luigi. No parecía inquietarle nada. Sonreía con las frases de los personajes y una vez se dirigió a mí para decirme que mirase al escenario. Y así, sin que yo pudiera enterarme de lo que allí ocurría, terminó la obra. La gente empezó a aplaudir y yo también lo hice. Debe de ser lo que siempre se hace. Luigi añadió que al público le gusta que los autores estén muertos, que es cuando más los aplauden, porque saben que ya no necesitan comer. A mí, eso no me importaba lo más mínimo...

 _ 

p181  ... Cruzó sus brazos sobre el estómago y observé cómo situaba una mano en la cintura, junto al revólver. Había cerrado los ojos y podría dormir. Otro no, y Luigi podría dormir.

Estaba oscureciendo. Aquí, en la selva, los días son mucho más largos que en la ciudad, tienen más horas. Esto es seguro que ya lo habrá dicho mucha gente, pero yo lo descubrí en la selva. Como Luigi dice, todas las palabras de todos los hombres han sido dichas varias veces. Y es natural, señor, PlanetaBolsilloporque los hombres llevamos muchos siglos hablando de idénticos problemas. Todo cuanto usted piense ha sido pensando. Sin embargo, yo pienso en mí como hombre. El silencio de la selva me hacía pensar en mí. Y eran cosas extrañas y raras en las que nunca hubiera reparado. Por ejemplo: lo complicados que somos, lo poco que nos conocemos. Creo que la mayoría de los seres llegan a los años de viejo y no han encontrado un momento libre para interrogarse por ellos. No, señor. Han jugado de pequeños, han trabajado de mayores y fueron envejeciendo. Si usted les pregunta, podrán decirle que se diferencian de otros en que están solteros, en que han tenido esta enfermedad o en que son menos ricos que fulano y viven peor. Los hombres piensan que esos estados son la diferencia del género humano. De veras que lo creen, señor. Y no. Precisamente son iguales en lo que creen ser diferentes. No han odiado, sino que les han hecho odiar. Nada es de ellos, sino del ambiente, de la circunstancia en que estuvieron. Miré a Luigi y a Gad, me miré yo. Aquí, en esta circunstancia, sé que los tres somos totalmente distintos, que no tenemos otro nexo de unión que el de estar vivos. No hay más, señor. Cada uno de nosotros escucha al silencio de una forma distinta y presiente al peligro de una manera no común. Ante una misma palabra, cada uno de nosotros miraría al que habló con una ansiedad particularísima. El ambiente. El ambiente no es lo que nos distingue, sino lo que llevamos dentro, lo que la vida social nos impide conocer con su doctrina de igualdad. Cada uno es distinto a otro. Fue HuellaJuán55cuando Gad me sorprendió. Había encendido el farol y empezó a cantar. Hasta Luigi se sorprendería. Su voz parecía salir del fondo viejísimo de un mundo primitivo, y yo no seré capaz de afirmar si cantaba bien o mal. Por veces que escuchara aquella canción que ahora cantaba Gad, no sabría decir jamás si era buena o mala la interpretación. Supongo que abriría la boca de sorpresa. Lo he visto en las películas y yo tendría la boca abierta. Sé que Gad cantaba algo triste, una letra que se parecía a otras muchas y que él estaba improvisando. Y sentí ganas de ir a su encuentro y abrazarle. Era una voz que gritaba vida en la muerta oscuridad de la selva. Sí, señor, el hombre nunca se conoce...

 _ 

p216  ... Me acerqué a Luigi. El tiovivo giraba con velocidad y estuve buscando a Maxim.

—Me gustaría, Juan.

—¿El qué?

2CaballitosBlancos—Poder darme unas vueltas sobre esos caballitos blancos de madera.

—Puedes hacerlo.

—No, hay que tener ganas. Para hacer la más pequeña cosa y que resulte buena, es necesario tener ganas al hacerla. Y yo estoy muy cansado.

—¿No estarás enfermo, Luigi?

Sonrió. Quería decir que un hombre como él jamás está enfermo, que no puede estarlo porque no hay nada que traspase su piel. Pero a mí me pareció que sí estaba enfermo, que tenía una de esas enfermedades que los médicos no pueden curar. Pienso que Luigi había sido engendrado por la soledad y que su grito y su dolor se metían hacia adentro e iban corrompiendo poco a poco su naturaleza hasta que llegara un día y, al ser zarandeado por algo, quedara toda su vida convertida en EnLaSelvaCiudadespolvo. Lo imaginé, señor, semejante a esos esbeltos y clásicos muebles de caoba que nunca se quejan. Les entra la polilla y no se quejan, y un mal día, al sentir el más débil peso, se desploman con toda su hermosa estructura. Miraba a Luigi y lo veía abrazado a su soledad. Un hombre así termina totalmente roto por dentro y sólo la idea de lo que pudo ser le mantiene en pie, le hace aparecer ante los ojos del mundo como ser completo y únicamente les queda lo externo, la piel. Sí, es difícil comprender a un hombre como Luigi. Ahora recordaba una frase suya, una frase que entonces no entendí y cuyas palabras tenían tanta amargura como el llanto por todos los muertos que existieron. «Los padres, Juan, son las personas que menos entienden a sus hijos, que más lejos se encuentran de ellos». Y es cierto, señor, totalmente cierto. Yo nunca fui muy inteligente pero esas palabras son ciertas. Los padres jamás entienden a sus hijos, al menos que sean un calco de ellos. Entendí la frase de Luigi y quizás allí estuviera la causa de todo, de aquella imperturbable soledad en que Luigi estaba. Y yo quise ayudarle, quería intentarlo aunque fuera inútil...

 _ 

... Me miró y supe que serían las últimas palabras sobre aquello. Las últimas.

—Escucha, Juan; es muy difícil que tú pudieras explicarte en unos minutos lo que yo estuve tratando de explicarme toda mi vida. Déjalo. Además, estoy muy cansado.

Volvió nuevamente a seguir con la mirada las vueltas del tiovivo. Indudablemente estaba triste, muy triste, con esa tristeza a la que no se puede llegar si no se está abrazado a la soledad, si no tristesseHommehemos sido engendrados por ella. Es una tristeza mucho más inmensa que la sentida por la madre en la muerte del hijo. Mucho más, señor, porque es tristeza del cerebro y no del corazón, porque es tristeza de un siempre eterno y no de un siempre temporal. Una tristeza tan intensa que, incluso a los que estamos cerca de ella, aunque no sea nuestra, nos envuelve en la angustiosa indiferencia. Es posible, señor, que yo jamás pensara una cosa o supiera expresarla, es posible que no vuelva a tener una idea exacta, pero esto, señor, la tristeza de Luigi, su soledad, su continuo ir rompiéndose, es algo que he sentido tan mío que pude comprenderlo exactamente y expresarlo. Y Luigi seguía girando sus ojos conforme giraba el tiovivo de Maxim. Así, señor, poco a poco muriendo...

 _ 

De  Tres: Luigi

HuellaLuigip269  ... —¡Balbino! —grito.

Mi voz permanece en el silencio y se aleja. ¡Se aleja! Todas las voces retumban en la selva, se multiplican en un eco impresionable. Sin embargo…

—¡Balbino! —vuelvo a gritar.

Escucho mi voz. Sí, no hay duda, ésta es una zona que debe de encerrar árboles-llamada. Es seguro. La figura del hombre fiel aparece corriendo y me distrae. Me mira fijamente, quiere saber.

—Abre los ojos y mira —le ordeno—, creo que podremos pasar la noche aquí sin peligro.

Comenzamos a pisar el ramaje. No es muy grande la vegetación en esta parte y yo busco, estoy buscando un árbol-llamada que tiene que haber. El hombre fiel me sigue y sé que lleva sus ojos abiertos, tan abiertos como si esperase ver un fantasma. Posiblemente sea el momento de separarnos. Si no tuviese sus manos, si no hubiese adivinado de dónde proviene, quizá fuéramos amigos tal como la sociedad entiende la amistad. Pero no podríamos serlo y en algún momento el Riesenmammutbaum200hombre fiel lloraría a su amigo asesinado. Tengo que dejarlo, no puedo continuar con él. Miro y… ¡Ya lo veo! Es grande, inmenso, tan inmenso que se enlaza con sus hermanos que distan tal vez cuatro kilómetros. Corro hacia él, corro separando las ramas. Ya. Estoy frente a la gruta altísima, fuerte, como un palacio, que forman sus raíces. ¡El árbol-llamada! Balbino se acerca a mí y también lo mira, también contempla la exuberancia de sus grandes raíces. Le pregunto:

—¿Lo conoces?

—No —me contesta sin dejar de mirarlo.

—¿Viste alguna vez una sapopema?

—No, nunca.

—¿No hablaste con los siringueros?

—No.

Siringuero—Yo fui siringuero en el Guainía y logré escapar. Este árbol me salvó la vida.

—¿Éste? —se extraña.

—Sí —le aseguro—, es un árbol-llamada y puedes vivir en él y defenderte de la muerte.

Pero Balbino ya no aparta sus ojos del árbol y le habla. Entonces le digo:

—Por aquí cerca debe de haber una tribu india. —Y luego—: Son indios tranquilos que buscan caza para el invierno, indios merihuanos. Este árbol los ayuda como la sapopema ayuda a los siringueros. 

Y él continúa mirando al árbol. Me fijo en sus rostro inexpresivo, que solicita vida; en sus ojos, que buscan. Creo que en estos momentos puede retener todas las palabras y guardarlas en su cerebro de rata hasta que el tiempo se las explique. Le digo:

—Si algún día te pierdes, da un golpe en el árbol y alguien vendrá en tu ayuda. Es una señal.

HuellaLuigi55Saco el machete de mi cinturón y Balbino desvía su mirada del árbol, hacia mí. No teme, no piensa que voy a atacarle. Me dirijo a la gruta y Balbino viene detrás. Es como si pretendiera asegurarse de que todo cuanto hago él también puede hacerlo. Levanto el machete y lo dejo caer sobre una de las gruesas raíces que forman pared. El sonido se produce increíblemente poderoso y se va extendiendo en un eco sordo, perenne, que llegará hasta otro árbol hermano y recorrerá la selva. Y el sonido aún seguirá viviendo en las raíces cuando yo me halle lejos de aquí.

—¿Vendrán? —me pregunta.

—Sí, vendrán los merihuanos.

—¿Y qué hacemos?

—Nada, llegarán cuando nosotros ya no estemos aquí.

Me vuelvo y digo:

—Vamos, hay que dormir.

Y empezamos a caminar.

 HuellaLuigi55Estoy tranquilo. Ya no pueden preocuparme sus manos duras ni su suerte. Hasta es posible que los indios siembren la vida en su rostro inexpresivo. Sí, estoy seguro de que el hombre fiel conservará en su mente todas mis palabras hasta que el tiempo, mañana, se las explique una a una.

La oscuridad se ha cerrado sobre nosotros y el mismo silencio parece dormir. A mi lado escucho por última vez el sueño, pesado, de Balbino. Es aún pronto para dejarlo y espero. Es posible que nadie logre saber esperar con la perfección que yo lo hago. Lo aprendí desde pequeño y tuve alamy HitYMusocasión de practicar cuando Mussolini estrechaba la mano de Hitler. ¡Siempre esperando! Esperar que mi ser-fiera se convierta en ser-hombre. Y no me quejo, como no se queja el jaburú de su aspecto triste ni el chacal de su alimento de carroña. Y seguiré esperando un poco más y otro poco hasta cerrar los ojos.

Me incorporo lentamente. Balbino continúa guardando mis palabras en su cerebro y el sueño no se las explicará. Estoy de pie. El suelo cubierto y húmedo hace imperceptibles las pisadas. Miro hacia atrás y no puedo distinguir el rostro del hombre fiel, del amigo que hubiera dejado sin esperar a mi existencia. Sigo caminando y enciendo la linterna. La curiara se halla cerca. Mañana, dentro de unas horas, cuando Balbino despierte, él y yo ya estaremos solos, sin ojos a los que mirar....

 _ 

Homme1 Giacomp287  ... A la izquierda: debo caminar ligeramente a la izquierda y todo derecho hacia donde el sol se pone. Me inclino sobre la tierra y clavo en ella el machete. Sobre él coloco un pequeño tronco. Tengo que orientarme. El sol proyecta sus rayos sobre el triángulo tierra, machete y tronco y lo prolonga en el suelo con un vértice hacia delante. Ésa es mi ruta, el camino que llevará mis pisadas hacia las llanuras de Tehuani. Desclavo el machete, me incorporo y levanto mi frente. La selva me hará sufrir, pero ya la amo. El hombre debe aprender a amar el sufrimiento. Estoy a las puertas del corazón de la selva y mi pisada va a posarse sobre terrenos que jamás fueron pisados. Cada pisada, cada contacto de mis pulmones con el aire, serán los primeros. Es como un nacer continuo de mi sangre. Y no miro atrás, no puedo mirar atrás porque la debilidad humana sería conmigo. Delante de mí, la Naturaleza virgen me mira y espera. La Naturaleza espera comprobar hasta dónde llega el valor del hombre. Sonrío y muevo mi pie hacia delante. Voy.

El machete corta ramas que volverán a nacer rápidamente, que ningún hombre verá cortadas. Mi mirada no puede ir más allá de un par de metros. La Naturaleza es compacta, se abraza en un deseo loco de nuevo parto, de continuo coito. Siempre naciendo, siempre brotando, hasta forjar en cada Vaquiropartícula de su enjambre la partícula vida. Todo aquí se llama vida, exuberante vida. Únicamente el hombre diferencia a las partículas y las llama rama, jabé, boa o liana. Pero sus nombres son vida. Aquí la muerte no puede concebirse más que como un alimento para nueva vida. La muerte del váquiro es la vida de la boa, la muerte de la boa es la vida de las sanguijuelas y así en un engranaje perfecto de existencias que iguala todo, absolutamente todo, en la palabra vida. No existe la rama o el jabé o la boa o la liana; no, existe la vida. Y yo, mi ser Luigi, soy vida, siempre seré vida en la selva porque nada puede morir aquí, porque no existe la muerte...

...

También, de "Tres pisadas de hombre":

TresPisadasDeHombre   El Final

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