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Fragmentos de libros. ESE MALDITO YO de Emil M.Cioran  Fragmentos II:

Acceso/Volver a los FRAGMENTOS I de este libro: MiPieMesaAndrin75
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 De:  Al margen de la existencia

El hombre es libre, salvo en lo que posee de más profundo. En la superficie, hace lo que quiere; en sus capas más oscuras, «voluntad» es un vocablo carente de sentido.    

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Para neutralizar a los envidiosos, deberíamos salir a la calle con muletas. Únicamente el espectáculo de nuestra degradación humaniza algo a nuestros amigos y a nuestros enemigos.

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 Septuagenaria, lady Montague confesaba haber dejado de mirarse en el espejo desde hacía once años. ¿Excentricidad? Quizá, pero únicamente para aquellos que ignoran el calvario del encuentro cotidiano con su propia jeta.

  _  

Quienes prescinden totalmente del Pecado original apenas me interesan. Por lo que a mí respecta, recurro a él en toda circunstancia y no veo cómo podría evitar sin él una consternación ininterrumpida..

Kandinsky AmaRojAzu

Kandinsky afirma que el amarillo es el color de la vida.
    ...Se comprende ahora por qué ese color hace tanto daño a los ojos.

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Cuando se debe tomar una decisión capital, nada hay más peligroso que consultar con los demás, dado que, salvo algunos extraviados, nadie desea sinceramente nuestro bien.

  -; 

Inventar palabras nuevas sería, según Madame de Staël, el «síntoma más seguro de la esterilidad de las ideas». La observación parece más justa hoy que al principio del siglo pasado. Ya en 1649 Vaugelas había decretado: «A nadie le está permitido crear nuevas palabras, ni siquiera al soberano».

    Que los filósofos, más aún que los escritores, mediten sobre esta prohibición antes incluso de ponerse a pensar .

  -; 

Jonathan SwiftLos dolores de oídos que padecía Swift son en parte la causa de su misantropía. Si las enfermedades de los demás me interesan tanto, es para hallarme inmediatamente puntos comunes con ellos. A veces tengo la impresión de haber compartido todos los suplicios de aquellos a quienes he admirado..

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Esta mañana, tras haber oído a un astrónomo hablar de miles de millones de soles, he renunciado a asearme: ¿para qué seguir lavándose? .

  -; 

Todo aquel que ha soportado una adversidad mira por encima del hombro a quienes no la han padecido. La insoportable infatuación de los operados... 

    

RemizovEn la exposición «París-Moscú», sobrecogimiento ante el retrato de Remizov de joven, pintado por Ilya Répine. Cuando le conocí, Remizov tenía ochenta y seis años: vivía en un piso casi vacío que quería para su hija la portera de la casa, la cual hacía todo lo posible para echarlo de él, pretextando que era un foco de infección, un nido de ratas. El escritor que Pasternak consideraba como el mejor estilista ruso había llegado a esos extremos. El contraste entre el anciano ajado, miserable, olvidado por todo el mundo, y la imagen del joven brillante que estaba viendo, me quitó completamente las ganas de visitar el resto de la exposición.

    

Los antiguos desconfiaban del éxito porque temían la envidia de los dioses, pero también el peligro del desequilibrio interior causado por cualquier éxito como tal. ¡Qué superioridad sobre nosotros demuestra el haber comprendido ese peligro!.

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Siendo el gusto por el mal innato, no tenemos ninguna necesidad de fatigarnos para adquirirlo. ¡Con qué habilidad el niño ejerce de entrada sus malos instintos, con qué competencia, con qué furia! Una pedagogía digna de ese nombre debería prever cursillos de camisa de fuerza. Habría quizá que extender, más allá de la infancia, esta medida a todas las edades, por el bien de la comunidad..

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Pobre del escritor que no cultive su megalomanía, que la vea menguar sin reaccionar. Pronto se dará cuenta de que uno no se vuelve normal impunemente..

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Fragmentos, pensamientos fugitivos, decís. ¿Se les puede llamar fugitivos cuando se trata de obsesiones, es decir, de pensamientos cuya característica principal es justamente no huir?.

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MapaLenguas

No se habita un país, se habita una lengua. Una patria es eso y nada más..

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En el tren, enfrente de mí, una mujer de una fealdad indecente roncaba con la boca abierta: una agonizante inmunda. ¿Qué hacer? ¿Cómo soportar semejante espectáculo? -Stalin vino en mi auxilio. En su juventud, mientras pasaba entre dos filas de esbirros que le azotaban, se absorbió totalmente en la lectura de un libro, de manera que su atención se desvió de los golpes con los que se le gratificaba. Valiéndome de ese ejemplo; me sumergí yo también en un libro, deteniéndome en cada página con una extremada aplicación, hasta el momento en que el monstruo dejó de agonizar..

  -; 

Decía el otro día a un amigo que, a pesar de no creer ya en la escritura, no quería sin embargo renunciar a ella, que trabajar es una ilusión defendible y que tras haber emborronado una página o simplemente escrito una frase me entran siempre ganas de silbar..

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Las religiones, al igual que las ideologías, que han heredado sus vicios, no son en el fondo más que cruzadas contra el humor..

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Tras tantos años, tras toda una vida, volví a verla. «¿Por qué lloras?», le pregunté de entrada. «No lloro», me respondió. Y en efecto no lloraba, me sonreía, pero habiendo la edad deformado sus rasgos la alegría no podía ya acceder a su rostro, en el que se hubiera podido leer: «Quien no muera joven, se arrepentirá tarde o temprano».

  -; 

No deberíamos molestar a nuestros amigos más que para nuestro entierro. Y aún así...

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Quien vive demasiado malogra su... biografía. En resumidas cuentas, sólo pueden considerarse plenamente realizados los destinos rotos

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    «Dios no ha creado nada que odie más que este mundo y tanto lo odia que desde el día en que lo creó no ha vuelto a mirarlo.»
    No sé quién fue el místico musulmán que escribió esto, ignoraré siempre el nombre de ese amigo.

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Innegable ventaja de los agonizantes: poder proferir trivialidades sin comprometerse.

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La puntualidad es una variedad de la «locura del escrúpulo». Por llegar a la hora, yo sería capaz de cometer un crimen..

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CuatroPescadEl hombre olvida con tanta facilidad que es un ser maldito porque lo es desde siempre. .

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Un eminente eclesiástico se burlaba del pecado original. «Ese pecado es su medio de sustento», le dije, «sin él moriría usted de hambre, pues su ministerio no tendría ningún sentido. Si el hombre no está destituido desde su origen, ¿por qué vino el Cristo? ¿Para redimir a quién y qué?» A mis objeciones, no tuvo más respuesta que una sonrisa condescendiente. Una religión está acabada cuando sólo sus adversarios intentan preservar su integridad.

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Una palabra disecada ya no significa nada, ya no es nada. Como un cuerpo, que tras la autopsia es menos que un cadáver.

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Todo deseo suscita en mí un contra-deseo, de manera que, haga lo que haga, sólo cuenta para mí lo que no he hecho.

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No sé qué sed diabólica me impide romper mi pacto con mi aliento.

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«El final de la Humanidad llegará cuando todo el mundo sea como yo», declaré un día en un arrebato que no me corresponde calificar a mí.

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En cuanto salgo a la calle, pienso: «¡Qué perfección en la parodia del infierno!».

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«Son los dioses quienes tiene que venir a mí y no yo quien tiene que ir a ellos», respondió Plotino a su discípulo Amelius, que quería llevarle a una ceremonia religiosa.

¿En quién, dentro del mundo cristiano, encontraríamos un orgullo de semejante calidad?

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Iglesia Gótica SaintSeverin    En la iglesia de Saint-Séverin, escuchando al órgano El Arte de la Fuga, me repetía: «He aquí la refutación de todos mis anatemas».

 

 

De:  Taras

 

Cuando se ha salido del círculo de errores y de ilusiones en el interior del cual se desarrollan los actos, tomar posición es casi imposible. Se necesita un mínimo de estupidez para todo, para afirmar e incluso para negar.

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Todo lo que me opone al mundo me es consustancial. La expriencia me ha enseñado pocas cosas. Mis decepciones me han precedido siempre.

  -; 

Para poder vislumbrar lo esencial no debe ejercerse ningún oficio. Hay que permanecer tumbado todo el día, y gemir.

  -; 

No son los males violentos los que nos marcan, sino los males sordos, los insistentes, los tolerables, aquellos que forman parte de nuestra rutina y nos minan tan meticulosamente como el Tiempo.

  -; 

Lo que aún me apega a las cosas es una sed heredada de antepasados que llevaron la curiosidad de existir hasta la ignominia.

  -; 

Cuánto debían de detestarse los trogloditas en la oscuridad y la pestilencia de las cavernas. Es normal que los pintores que malvivían en ellas no hayan querido inmortalizar el rostro de sus semejantes y hayan preferido el de los animales.

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Podemos estar orgullosos de lo que hemos hecho, pero deberíamos estarlo mucho más de lo que no hemos hecho. Ese orgullo está por inventar.

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CruzCaidosSi yo hubiera nacido budista, lo sería aún; pero nací cristiano y dejé de serlo en la adolescencia, en una época en que mucho más que hoy hubiera podido exagerar, de haberla conocido, la blasfemia que Goethe escribió el mismo año de su muerte en una carta a Zelter: «La cruz es la imagen más odiosa que existe bajo el cielo».

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He conocido a escritores obtusos e incluso tontos. Por el contrario, los traductores con los que he tratado eran más inteligentes e interesantes que los autores a quienes traducían. Es lógico: se necesita más reflexión para traducir que para «crear».

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Se ha señalado acertadamente que la jerga filosófica cambia tan rápidamente corno el argot: ¿Las razones? La primera es demasiado artificial, el segundo demasiado vivo. Dos excesos desastrosos.

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Vive sus últimos días desde hace meses, o desde hace años, y habla de su final en pasado. Una existencia póstuma. Como me extraño de que logre mantenerse en vida sin comer apenas, me dice: «Mi cuerpo y mi alma han tardado tantos años en soldarse que ya no logran separarse».

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Deicida es el insulto más halagador que se le puede dirigir a un individuo o a un pueblo.

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Esos transeúntes idiotizados... -¿Pero cómo hemos podido caer tan bajo? ¿Y cómo imaginar un espectáculo así en la Antigüedad, en Atenas por ejemplo? Basta un minuto de lucidez aguda en medio de esos condenados para que todas las ilusiones se derrumben.

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¿Es imaginable un ciudadano que no posea un alma de asesino?

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La naturaleza, buscando una fórmula que pudiera satisfacer a todo el mundo, escogió finalmente la muerte, la cual, como era de esperar, no ha satisfecho a nadie.

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He condenado con tanta frecuencia toda forma de acto, que manifestarme, de la manera que sea, me parece una impostura, por no decir una traición. -Sin embargo continúa usted respirando. -Sí, hago como todo el mundo. Pero...

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¡Qué juicio sobre los seres vivos si es verdad, como alguien ha sostenido, que lo que perece nunca ha existido!

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Cuando supe que él era totalmente impermeable a Dostoievsky y a la Música, me negué, a pesar de sus grandes méritos, a conocerlo. Prefiero conversar con un retrasado mental sensible a cualquiera de los dos.

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Cioran FriedgardThoma Paris 1985     La mujer fue importante mientras simuló pudor y reserva. ¡Qué deficiencia demuestra empeñándose en dejar de jugar el juego! Ahora ya no vale nada, pues se asemeja a nosotros. Así desaparece una de las últimas mentiras que hacían tolerable la existencia.

 

 

De:  Magia de la Decepción

 

No deberíamos hablar más que de sensaciones y de visiones: nunca de ideas -pues ellas no emanan de nuestras entrañas ni son nunca verdaderamente nuestras.

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Cada vez que escribo a una amiga nipona, le recomiendo una obra de Brahms. En su última carta me cuenta que acaba de salir de una clínica de Tokyo a la que fue trasladada en ambulancia por haberse entregado demasiado a mi «ídolo». ¿Ha sido a causa del Trío nº 2 opus 87 o de la Sonata n.º 2 opus 99? Qué importa... Sólo lo que invita al desfallecimiento merece la pena ser escuchado.

  -; 

Imposible encontrar en toda la verborrea existente sobre el Conocimiento, en cualquier Erkenntnistheorie, con las que tanto se deleitan los filósofos, sean alemanes o no, el menor homenaje a la Fatiga en sí, el estado ideal para penetrar hasta el fondo de las cosas. Semejante olvido o ingratitud desprestigia definitivamente a la filosofía.

CMontparnase Itinari    Paseo por el cementerio de Montparnasse.

Todos, jóvenes o viejos, hacían proyectos. Ahora han dejado de hacerlos.

Imbuido de su ejemplo, juro de vuelta a casa que tampoco yo volveré a hacerlos nunca más.

Paseó indudablemente benéfico.

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Si la amistad es interesante es porque resulta, casi tanto como el amor, una fuente inagotable de desengaños y de rabias, y por ello de sorpresas fecundas de las que no sería razonable desear abstenerse.

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Imposible defendernos de un adulador. No podemos darle la razón sin hacer el ridículo; tampoco increparle y enviarle a paseo. No tenemos más remedio que comportarnos con él como si dijera la verdad, dejarnos incensar a falta de saber cómo reaccionar. El cree que consigue engañarnos, que nos domina, y saborea su triunfo sin que podamos desengañarle. Con frecuencia se trata de un futuro enemigo que se vengará un día de haberse rebajado ante nosotros, un agresor disfrazado que planea sus golpes mientras pronuncia sus hipérboles.

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El método más eficaz de hacerse amigos fieles es felicitarles por sus fracasos

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Imposible dialogar con el dolor físico.

Amanecen 2 soles    La luz del alba es la luz verdadera, la luz primordial. Cada vez que la contemplo bendigo a mis malas noches por ofrecerme la posibilidad de asistir al espectáculo del Comienzo. Yeats la califica de «lasciva». Bello hallazgo inevidente.

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Cada vez que veo a un mendigo borracho, sucio, alucinado, apestoso, tumbado con su botella en la acera, pienso en el hombre del mañana ensayando su final y lográndolo perfectamente.

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Retirado del mundo, enemistado con todos sus amigos, me leía, con el mínimo acento ruso casi indispensable en aquella ocasión, el comienzo del Libro de los libros. Llegado al momento en que Adán es expulsado del Paraíso, se quedó pensativo, con la mirada perdida, mientras yo, más o menos claramente, me decía que después de milenios de falsas esperanzas, los humanos, hartos de falacias, acabarán recobrando el sentido de la maldición, haciéndose así dignos de su primer antepasado.

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En un pueblo hindú dedicado a la producción de chales de cachemira, un industrial europeo pasó una temporada examinando los procedimientos que inconscientemente empleaban los tejedores. Tras haberlos estudiado a fondo, creyó oportuno revelárselos a los interesados, quienes perdieron así la espontaneidad, dejando de ser excelentes obreros.

El exceso de deliberación perjudica a todos los actos. Disertar demasiado sobre la sexualidad equivale a sabotearla. El erotismo, plaga de las sociedades crepusculares, es un atentado contra el instinto, es la impotencia organizada. No se reflexiona sin riesgo sobre las proezas que no necesitan la mínima reflexión. El orgasmo jamás ha sido un acontecimiento filosófico.

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Mi dependencia del clima me impedirá siempre admitir la autonomía de la voluntad. La meteorología decreta el color de mis pensamientos. No se puede ser más rastreramente determinista que yo, pero ¿cómo evitarlo? En cuanto olvido que poseo un cuerpo, creo en la libertad. Pero tan pronto como me llama al orden y me impone sus miserias y sus caprichos, dejo inmediatamente de creer en ella. Montesquieu tenía razón: «La dicha o la desgracia dependen de la disposición de los órganos».

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Si prefiero las mujeres a los hombres es porque ellas tienen la ventaja de ser más desequilibradas, es decir, más complicadas, más perspicaces y más cínicas, por no hablar de esa misteriosa superioridad que confiere una esclavitud milenaria.

   

Anna Ajmatova0Como Gogol, Akhmatova no deseaba poseer nada. Daba los regalos que le hacían a los pocos días de haberlos recibido. Ese rasgo recuerda las costumbres de los nómadas, obligados a lo provisional por necesidad y por gusto. Joseph de Maistre cita el caso de un príncipe ruso amigo suyo que dormía en un lugar cualquiera de su palacio y que no tenía, por así decirlo, cama fija, pues vivía con el sentimiento de encontrarse en él siempre de paso, de estar acampando allí en espera de irse en cualquier momento.

Cuando el Este de Europa nos proporciona tales modelos de renuncia, ¿por qué buscarlos en la India o en otros lugares?

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Si hubiese realizado lo que un día me propuse, ¿me sentiría hoy más satisfecho? Seguramente no. Habiendo partido con el deseo de llegar lejos, hasta el límite de mí mismo, comencé a mitad de camino a dudar de mi tarea y de todas las tareas.

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Puesto que nuestros defectos no son meros accidentes de superficie, sino el fondo mismo de nuestra naturaleza, no podemos corregirlos sin deformarla a ella, sin pervertirla aún más.

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Abro una antología de textos religiosos y caigo de entrada sobre esta frase de Buda: «Ningún objeto merece ser deseado». -Cierro inmediatamente el libro, pues tras eso, ¿qué leer?

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Viene como turista y le encuentro siempre por casualidad. Esta vez, particularmente expansivo, me cuenta que se encuentra maravillosamente bien, que experimenta una sensación de bienestar de la que es continuamente consciente. Le replico que su salud me parece sospechosa, que no es normal darse cuenta constantemente de que se la posee, que la verdadera salud no se siente nunca. Desconfíe de su bienestar, le dije al separarnos.

Inútil añadir que no he vuelto a verle.

Talleyrand

Mi debilidad por Talleyrand. -Cuando se ha practicado el cinismo de palabra únicamente, se siente una gran admiración por alguien que tan magistralmente lo tradujo en actos.

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Me resulta imposible saber si me tomo en serio o no. El drama del desapego es que no se pueden medir los progresos que se hacen. Se avanza en un desierto y no se sabe nunca dónde se está.

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Muy injustamente, se otorga al tedio un estatuto menor que a la angustia. En realidad es más virulento que ella, pero le repelen las demostraciones que tanto le gustan a aquélla. Más modesto y sin embargo más devastador, puede surgir en cualquier momento, mientras que la angustia, distante, se reserva para las grandes ocasiones.

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Los desastres demasiado recientes poseen el inconveniente de impedirnos discernir sus lados positivos.

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Fueron Schopenhauer y Nietzsche quienes mejor hablaron en el siglo pasado del amor y de la música. Sin embargo, los dos no frecuentaron más que los burdeles y en cuestión de músicos, el primero adoraba a Rossini y el segundo a Bizet.

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Afirmación sorprendente del Talmud: «Cuantos más hombres hay, más imágenes de lo divino existen en la naturaleza».

Eso quizás haya sido cierto en los tiempos en que la observación fue hecha, pero hoy es desmentido por todo lo que se ve y lo será aún más en el futuro por todo lo que se verá.

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Confiaba en poder asistir en vida a la desaparición de nuestra especie. Pero los dioses no me han sido favorables.

 

De:  Frente a los instantes

Clepsydra

Es el sufrimiento y no el genio, únicamente el sufrimiento, lo que nos permite dejar de ser marionetas.

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La ansiedad, lejos de proceder de un desequilibrio nervioso, se apoya en la constitución misma de este mundo, y no vemos por qué no estaríamos ansiosos en cada instante, dado que el tiempo mismo no es más que ansiedad en plena expansión, una ansiedad de la que no distinguimos el comienzo ni el final, una ansiedad eternamente conquistadora.

  -; 

Cuanto más se ha sufrido, menos se reivindica. Protestar es una prueba de que no se ha atravesado ningún infierno.

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Nos odiamos porque no podemos olvidarnos, porque no podemos pensar en otra cosa. Es inevitable que nos exaspere esta preferencia excesiva y que nos esforcemos por vencerla. Odiarse es sin embargo la estratagema menos eficaz para lograrlo.

  -; 

El sueño, mucho más que el tiempo, es el antídoto ideal contra las congojas. El insomnio, por el contrario, amplificando la mínima contrariedad y convirtiéndola en tragedia, vela sobre nuestras heridas, impidiendo que se marchiten.

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¿Cómo explicar que el hecho de no haber sido, que la ausencia colosal que precede al nacimiento no parezca incomodar a nadie, y que aquel a quien le perturba no le perturbe demasiado?

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Quisiera olvidarlo todo y despertarme frente a la luz anterior a los instantes.

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¿Cuántas decepciones conducen a la amargura? -Una o mil, depende del individuo.

  -; 

El hombre se halla en algún lugar entre el ser y el no-ser, entre dos ficciones.

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El otro, debemos reconocerlo, es para nosotros una especie de alucinado. Sólo le comprendemos hasta cierto punto. Luego, divaga forzosamente, puesto que incluso sus preocupaciones más legítimas nos parecen injustificadas e inexplicables.

  -; 

No pedir jamás al lenguaje que realice un esfuerzo desproporcionado a su capacidad natural, no forzarlo, en cualquier caso, a dar lo máximo que posee. Evitemos exigir demasiado a las palabras, por miedo de que, extraviadas, no puedan ya cargar con el peso de un sentido.

  -; 

Un cráneo expuesto en una vitrina es ya un desafío; un esqueleto entero, un escándalo. ¿Cómo el pobre transeúnte, aunque sólo le eche una mirada furtiva, se dedicará luego a sus tareas? ¿Y con qué ánimo irá el enamorado a su cita?

Con mayor motivo, una observación prolongada de nuestra última metamorfosis no podrá más que disuadir deseos y delirios. ...De ahí que, alejándome de aquel escaparate, no pudiera sino maldecir semejante horror vertical y su sarcástica sonrisa ininterrumpida.

  -; 

«Cuando el pájaro del sueño pensó hacer su nido en mi pupila, vio las pestañas y le aterró la red.»

¿Quién, mejor que aquel Ben al-Hamara, poeta árabe de Andalucía, ha percibido lo insondable del insomnio?

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Parecerse a un corredor que se detiene en plena carrera para intentar comprender qué sentido tiene correr. Meditar es un signo de sofoco.

  -; 

Todo sucede demasiado tarde, todo es demasiado tarde.

  -; 

Se necesita una inmensa humildad para morir. Lo raro es que todo el mundo la posea.

  -; 

En aquel funeral no se hablaba más que de sombra y de sueño y de polvo que vuelve al polvo. Luego, sin transición, se prometió al muerto alegría eterna, etc., etc. Tanta inconsecuencia me exasperó y me hizo abandonar tanto al pope como al difunto.

Ya en la calle, no pude dejar de pensar que no era yo el más indicado para protestar contra quienes se contradicen tan ostensiblemente.

  -; 

Se insiste sobre las enfermedades de la voluntad y se olvida que la voluntad como tal es sospechosa, y que no es normal desear.

  -; 

Podríamos por fin respirar mejor si una mañana nos dijeran que la inmensa mayoría de nuestros semejantes se ha volatilizado como por encanto.

  -; 

Ningún instante en el que no me asombre de encontrarme precisamente en él

  -; 

Sólo nos importa lo que no hemos realizado, lo que no podíamos realizar, de manera que de una vida no retenemos más que lo que ella no ha sido.

  -; 

Soñar con una empresa de demolición que no salvara ninguna de las huellas del big-bang original.

 

De:  Exasperaciones

SoustonsLaguna IHA

En la laguna de Soustons, a las dos de la tarde, remando. De repente, fui fulminado por un giro trivial de vocabulario: All is of no avail (nada sirve para nada). Si hubiera estado solo, me hubiera arrojado instantáneamente al agua. Nunca he sentido con semejante violencia la necesidad de acabar con todo.

  -; 

Devorar biografía tras biografía para persuadirse mejor de la inutilidad de cualquier tentativa, de cualquier destino.

  -; 

Me encuentro con X. Hubiera dado cualquier cosa por no volver a verle. ¡Tener que soportar a semejantes especimenes! Mientras hablaba, cuánto echaba de menos un poder sobrenatural que nos aniquilase a los dos inmediatamente...

  -; 

¿Para qué sirve nuestro cuerpo sino para hacernos comprender lo que la palabra torturador significa?

  -; 

El sentido agudo del ridículo hace difícil, por no decir imposible, el menor acto. ¡Dichosos los que no lo poseen! Nunca sabrán lo mucho que le deben a la Providencia.

  -; 

Todo el mundo me exaspera. Pero me gusta reír. Y no puedo reír solo.

  -; 

No habiendo sabido nunca lo que busco en este mundo, sigo esperando a quien pueda decirme lo que busca él.

  -; 

A la pregunta de por qué los monjes que le seguían estaban tan radiantes, Buda respondió que ello era debido a que no pensaban ni en el pasado ni en el futuro. En efecto, nos apesadumbramos en cuanto pensamos en uno o en otro, y nos apesadumbramos totalmente en cuanto pensamos en los dos.

  -; 

En cuanto un escritor se disfraza de filósofo, podemos estar seguros de que lo hace para disimular más de una carencia. La idea un biombo que no esconde nada.

  -; 

Cuento a un psicoanalista norteamericano que, siendo como soy un podador empedernido, en la finca de una amiga, ensañándome contra las ramas secas de un secoya, caí del árbol de una manera que pudo haberme resultado fatal. «Si se ensañó usted con él», me dijo, «no fue para podarlo, sino para castigarlo por vivir más tiempo que usted. Estaba usted resentido contra él porque le sobrevivirá, y su deseo secreto era vengarse despojándolo de sus ramas.»

Semejantes interpretaciones nos hacen detestar para siempre toda explicación profunda.

  -; 

Otro yanqui, profesor esta vez, se quejaba de no saber sobre qué tema centrar su próximo curso. «¿Por qué no sobre el caos y su encanto?», le dije. «Ese es un tema que desconozco por completo. Nunca he sufrido ese género de hechizo», me respondió.

Es más fácil entenderse con un monstruo que con lo contrario de un monstruo.

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La bete humaineDesde los diez hasta los catorce años viví en una pensión. Cada mañana, yendo al liceo, pasaba delante de una librería sin dejar nunca de echar una breve ojeada a los libros, que cambiaban relativamente a menudo tratándose de una ciudad de provincia rumana. Sólo uno, en un rincón del escaparate, parecía haber sido olvidado desde hacía meses: Bestia umana, de Zola. El único recuerdo que me persigue de aquellos cuatro años es ese título.

  -; 

Mis libros, mi obra... El carácter grotesco de esos posesivos. Todo se pervirtió el día que la literatura dejó de ser anónima. La decadencia se remonta al primer autor.

  -; 

Hace años, decidí no volver a dar la mano a ninguna persona que gozase de buena salud. Tuve sin embargo que transigir, pues pronto descubrí que muchos de aquellos a los que creía sanos lo estaban bastante menos de lo que yo pensaba. ¿Para qué hacerme enemigos basándome en simples sospechas?

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Si algo estorba la continuidad de la reflexión es sentir la presencia insistente del cerebro. Esa debe ser la razón por la cual los locos sólo piensan por destellos.

  -; 

Este transeúnte, ¿qué busca, por qué vive? ¿Y ese niño, y su madre, y ese viejo?

Todo el mundo me exasperó durante aquel maldito paseo. Al final entré en una carnicería donde había colgada más o menos la mitad de una vaca. Ante semejante espectáculo estuve a punto de sufrir una crisis de llanto.

  -; 

La jactancia es incompatible con el dolor físico. En cuanto nuestro cuerpo se hace notar, nos devuelve a nuestras dimensiones normales, a la certeza más mortificante, a la más devastadora.

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Leer es dejar a otros padecer por nosotros. La forma más delicada de explotación.

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Quien no cree en el Destino prueba que no ha vivido.

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En la calle, una señora de cierta edad, en el momento de adelantarme, dice sin mirarme: «Hoy no veo más que cadáveres ambulantes por todas partes». Luego, sin volverse, añade: «Estoy loca, ¿eh?». -«Menos de lo que usted cree», le repliqué con un aire cómplice.

  -; 

Sibiu TransilvaniaEn la primavera de 1937, paseando por el parque del hospital psiquiátrico de Sibiu, en Transilvania, fui abordado por un «huésped». Intercambiamos algunas palabras y luego le dije: «Se está bien aquí». -«Es cierto. Merece la pena estar loco», me respondió. «Pero está usted, a pesar de todo, en una especie de prisión.» -«Si usted quiere, pero aquí se vive sin la menor preocupación. Además, la guerra se acerca, usted lo sabe tan bien como yo, y este lugar es seguro. No se nos moviliza y no se bombardea un manicomio. Si yo fuera usted, me haría internar inmediatamente.»

Turbado y maravillado, le dejé e intenté informarme sobre él. Se me aseguró que estaba realmente loco. Loco o no, nunca nadie me ha dado un consejo más razonable.

  -; 

Es la humanidad tarada lo que constituye la materia de la literatura. El escritor se felicita de la perversidad de Adán, y prospera únicamente en la medida en que cada uno de nosotros la asume y renueva.

  -; 

Una ostra, para construir su valva, debe hacer pasar por su cuerpo cincuenta mil veces su
peso en agua de mar.

...¡Adónde he ido yo a buscar lecciones de paciencia!

  -; 

Cada vez que leo un texto budista, aunque no sea más que una simple sentencia, me dan ganas de volver a esa sabiduría que intenté asimilar durante un largo periodo de tiempo y de la cual, inexplicablemente, me he desviado en parte. En ella reside no la verdad, sino algo mejor... y a través de ella se accede a ese estado en el que se halla uno puro de todo, y en primer lugar de ilusiones. No volver a tener ninguna sin arriesgarse por ello a un desmoronamiento, hundirse en el desengaño evitando a la vez la amargura, emanciparse cada día un poco más de la obnubilación que arrastran esas hordas de seres vivos...

  -; 

Si las relaciones entre los seres humanos son tan difíciles es porque el ser humano ha sido creado para romperse la cara y no para tener «relaciones».

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Dejar de existir no significa nada, no puede significar nada. ¿Para qué ocuparse de lo que sobrevive a una irrealidad, de una apariencia que sucede a otra apariencia? La muerte no es efectivamente nada, o todo lo más un simulacro de misterio, como la propia vida. Propaganda antimetafísica de los cementerios...

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En mi infancia, un personaje me infundía respeto: se trataba de un campesino que, habiendo recibido una herencia, se dedicó a ir de taberna en taberna con un «músico». Un magnífico día de verano: todo el pueblo estaba en los campos; sólo él, acompañado por su violinista, recorría las calles desiertas, canturreando algún romance. Al cabo de dos años se encontró tan pobre como antes. Pero los dioses se mostraron clementes con él: murió poco después. Sin saber por qué, yo estaba fascinado por aquel hombre, y tenía razón de estarlo. Cuando pienso ahora en él, sigo creyendo que era verdaderamente alguien, que de todos los habitantes del pueblo sólo él tuvo la suficiente envergadura para malograr su vida.

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CioranDedoSi se me pidiese que resumiera lo más brevemente posible mi visión de las cosas, que la redujese a su mínima expresión, en lugar de palabras escribiría un signo de exclamación un ! definitivo.

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Demóstenes copió a mano ocho veces todo Tucídides. Así se aprende una lengua. Deberíamos tener el valor de transcribir todos los libros que admiramos.

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Que a alguien no le guste lo que hacemos, lo admitimos más o menos. Pero si desprecia un libro que le hemos recomendado, eso es para nosotros algo mucho más grave, que nos hiere como un ataque solapado. Pues duda de nuestro gusto y hasta de nuestro discernimiento.

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El último poeta importante de Roma, Juvenal, y el último escritor notable de Grecia, Luciano, se dedicaron a la ironía. Dos literaturas que acabaron en ella. Como todo, literatura o no, debería acabar.

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Comprende uno incomparablemente muchas más cosas aburriéndose que trabajando, siendo como es el esfuerzo el enemigo mortal de la meditación.

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No he conocido a una sola persona perturbada a la que no le interesara Dios. ¿Debe por ello concluirse que existe un vínculo entre la búsqueda de lo absoluto y la desintegración del cerebro?

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La suerte que tiene el novelista o el dramaturgo de expresarse disfrazándose, de liberarse de sus conflictos y, más aún, de todos esos personajes que se pelean dentro de él... El ensayista, por el contrario, se halla acorralado en un género ingrato, en el cual sólo se proyectan las propias incompatibilidades contradiciéndose a cada paso. Se es más libre en el aforismo -triunfo de un yo disgregado...

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La palabra suple la insuficiencia de los remedios y cura la mayoría de nuestros males. El charlatán no frecuenta las farmacias.

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En aquel parque destinado, como el edificio que había en él, a las extravagantes empresas de la caridad, por todas partes viejas a las que se mantiene en vida artificialmente, a base de operaciones. Antes se agonizaba en casa, en la dignidad de la soledad y del abandono; ahora se junta a los moribundos, se les ceba y se prolonga el mayor tiempo posible su indecente agonía.

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El hombre va a desaparecer: ésa era hasta ahora mi firme convicción. Entretanto he cambiado de opinión: el hombre debe desaparecer.

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A un viejo amigo que me anuncia su decisión de acabar con su vida, le respondo que no hay que darse demasiada prisa, que la última parte del juego no carece totalmente de atractivo, que puede uno avenirse hasta con lo Intolerable, a condición de no olvidar jamás que todo es bluff, bluff generador de suplicios...

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Por haber escrito «Nada» el día en que estalló la Revolución, Luis XVI es tachado de imbecilidad desde hace dos siglos. Si ello es cierto, todos somos imbéciles, pues ¿quién podría jactarse de haber distinguido el comienzo exacto de su propio desmoronamiento?

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En pleno éxito o en pleno fracaso, recordar la manera en que fuimos concebidos. Nada mejor para triunfar sobre la euforia o la desazón.

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A los jóvenes y a los viejos, y a los demás también, todos igualmente odiosos, sólo se les puede someter mediante la lisonja, lo cual acaba por hacerles más odiosos aún.

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«El cielo no está abierto para nadie..., sólo se abrirá tras la desaparición del mundo» (Tertuliano).

Queda uno pasmado de que tras una advertencia semejante los hombres hayan continuado agitándose. ¡De qué terquedad es fruto la historia!

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Dorotea de Rodde-Schloezer, acompañando a París a su marido, alcalde de Lübeck, a las fiestas de la coronación de Napoleón, escribe: «Tantos locos hay sobre la tierra, y en especial en Francia, que para este prestidigitador corso hacerles bailar como marionetas al son de su flauta resulta un juego. Corren todos detrás de ese encantador de ratas sin que nadie pregunte adónde les lleva».

Las épocas de expansión son épocas de delirio; las épocas de decadencia y de repliegue son en comparación con ellas, sensatas, demasiado sensatas incluso; de ahí que sean casi tan funestas como las otras.

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Opiniones, sí; convicciones, no. Ese es el punto de partida del orgullo intelectual.

 

ECioran1

De:  Esa nefasta clarividencia

 

De pie admitimos sin drama que cada instante que pasa se desvanece para siempre; acostados, esta evidencia nos parece tan inadmisible que desearíamos no volver a levantarnos.

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La ironía, esa impertinencia matizada, ligeramente amarga, es el arte de saber detenerse a tiempo. La mínima profundización la aniquila. Si tenéis tendencia a insistir, corréis el riesgo de hundiros con ella.

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La existencia podría justificarse si todo el mundo se comportase como si fuese el último ser vivo.

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Sólo está inclinado a producir quien se equivoca sobre sí mismo, quien ignora los motivos secretos de sus actos. El creador que ha llegado a ser transparente para sí mismo, deja de crear. El conocimiento de sí indispone al demonio. Es ahí donde hay que buscar la razón de que Sócrates no escribiera nada.

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Cuando se conversa con alguien, por muy grandes que sean sus méritos, no hay que olvidar ni un solo instante que en sus reacciones profundas no difiere en nada del común de los mortales. Por prudencia debe tratársele con miramiento, pues, como todo el mundo, tampoco él soportaría la sinceridad, causa directa de la mayoría de las disputas y rencores.

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Haber rozado todas las formas de degradación, incluso el éxito.

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HamletNo se posee ninguna carta de Shakespeare. ¿Escribió alguna? Cuanto nos hubiera gustado oír a Hamlet quejarse de la abundancia del correo...

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La virtud eminente de la calumnia es que hace el vacío a nuestro alrededor sin que nosotros tengamos que abrir la boca.

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Sobre un planeta gangrenado deberíamos abstenernos de hacer proyectos, pero seguimos haciéndolos, dado que el optimismo es, como se sabe, un tic de agonizante.

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Las últimas hojas caen danzando. Se necesita una gran dosis de insensibilidad para no sucumbir al otoño.

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«No puedo prescindir de las cosas de las que no me preocupo», le gustaba repetir a la duquesa du Maine.

La frivolidad, llevada hasta ese punto, es un preludio al renunciamiento

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Regreso de una incineración. Devaluación instantánea de la Eternidad y de todos los grandes vocablos.

Macaco

Por nuestras venas circula la sangre de los macacos. Si pensáramos en ello con frecuencia acabaríamos dimitiendo. No más teología, ni metafísica -lo cual equivale a decir no más divagaciones, ni arrogancia, ni desmesura, ni nada...

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¿Es concebible abrazar una religión fundada por otro?

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Toda victoria es más o menos una falacia. Sólo nos afecta en la superficie, mientras que las derrotas, por muy pequeñas que sean, nos hieren en lo más profundo de nuestro ser, donde procurarán no hacerse olvidar, de manera que, suceda lo que suceda, podemos contar con su compañía.

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Todos esos recuerdos que surgen sin necesidad aparente, ¿para qué nos sirven si no para revelarnos que con la edad nos volvemos exteriores a nuestra vida, que esos «acontecimientos» lejanos no tienen ya nada que ver con nosotros y que un día sucederá lo mismo con la propia vida?

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Tras haber pasado revista a todos aquellos a quienes deberíamos envidiar, constatar que no desearíamos cambiar nuestro destino por el de nadie. Todo el mundo reacciona igual. ¿Cómo explicar entonces que la envidia sea la más vieja y la menos agotada de nuestras taras?

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Es difícil no guardar rencor a un amigo que nos ha insultado en pleno delirio. Por mucho que nos repitamos que no era él mismo, se reacciona como si por una vez nos hubiera revelado un secreto bien guardado.

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No vengarnos sólo nos halaga a medias, puesto que no sabremos nunca si nuestro comportamiento nos ha sido dictado por la nobleza o por el amilanamiento.

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La conciencia de mi indignidad me anonadaba. Ningún argumento podía combatirla o disminuirla, ni siquiera la evocación de alguna de mis hazañas. Todo resultaba inútil. «No eres más que un comparsa», me repetía una voz segura de sí misma. Al final, exasperado, le repliqué con el debido énfasis: «Tratarme así pasa de castaño oscuro. ¿Crees que cualquiera podría ser el enemigo jurado del planeta, qué digo yo, del macrocosmos?».

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RecostrucciónBach

Bach en su tumba. Lo vi, como tantos otros, por una de esas indiscreciones a las que los enterradores y los periodistas nos tienen acostumbrados, y desde entonces pienso sin cesar en las órbitas de su calavera, que no tienen nada de original, a no ser que proclaman la nada que él negó.

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Durante milenios no fuimos más que mortales; henos aquí hoy por fin promovidos al rango de moribundos.

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¡Pensar que hubiéramos podido dispensarnos de vivir todo lo que hemos vivido!

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«¿Por qué fragmentos?», me reprochaba un joven filósofo. -«Por pereza, por frivolidad, por asco, pero también por otras razones...» -Y como no encontraba ninguna, me puse a darle explicaciones prolijas que le parecieron serias y acabaron convenciéndole.

    

Mientras quede un solo dios de pie la tarea del hombre no se habrá acabado.

    

Después de todo, yo tampoco he perdido el tiempo, yo también me he zangoloteado como todo hijo de vecino en este universo descabellado...

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